Tomado del semanario Hildebrandt en sus trece.- Columna Divina comedia, por Pedro Salinas.- Resulta que el gabinete del presidente Ollanta Humala es coordinado por un señor Juan Jiménez Mayor, quien en una entrevista con Mariella Balbi en El Comercio se despacha sobre varios tópicos. Lo que no está claro es si se despacha como bufón o como marciano o como demagogo galopante. Pero que se despacha, créanme, se despacha.

Por ejemplo, sobre el tema de la delincuencia, le pregunta Balbi: ¿No se ha hecho poco en seguridad ciudadana? Y el otro, qué creen. El otro responde una de esas cosas que encierran una tonelada de cinismo, y trato de imaginar su cara de Eddy Munster, desprovisto del más elemental sentido del ridículo y asomándole el rictus del estreñimiento, ante la grabadora de la periodista. “Esa es una percepción”, señala. Y lo dice así, como quien da la hora o comenta el clima. Bien fresco, digo.

Pero claro. Se veía venir. Pese a la incontrastable realidad que señala que la tasa de homicidios en Lima y Callao se incrementó en 233% durante los últimos once años, el otro, Jiménez, viene a hablarnos de “percepciones”, como si se tratase de un invento de los medios de comunicación. O como si la política humalista consistiese en contar siempre la misma mentira. O algo así.

En cualquier caso, lo que está claro es que este gobierno, después de la expectorada al general Raúl Salazar, no parece estar haciendo nada en esta materia, que es una de las que más le preocupa al ciudadano, aquel que anda por las calles de peatón, sin guardaespaldas con guantes fosforescentes, ni carros con circulinas, ni liebres, ni nada.

Más todavía. El tal Jiménez sugiere que la salida de Salazar no se debió a una información de la prensa, ni a la presión política o a la irritación de la opinión pública ante la desidia gubernamental. No. Según Jiménez, se debió a que “cumplió un ciclo”. Vaya.

Cada sociedad tiene lo que se gana a pulso, dicen, y puede que en nuestro caso sea verdad. Pero les confieso que empiezo a hartarme del nivel de incompetencia de algunos funcionarios del actual régimen. Porque a ver si alguien le explica al señor Jiménez que el deterioro de la seguridad en el país se está convirtiendo en un agujero negro, por no decir un desmadre. Pregúntenle, si no, a Daniel Abugattás, quien acaba de sentir en carne propia que el crimen no se resuelve con más leyes, porque no se aplican. Y porque este gobierno -que es el mismo de Abugattás- no está haciendo nada para detener la ola de asaltos y asesinatos, aparentemente por una razón muy sencilla. Porque no tiene gente capacitada ni inteligente ni honesta ni trabajadora al frente de las instancias en donde se deberían tomar las decisiones correctivas para frenar el bandolerismo.

Tampoco acepta críticas el premier Jiménez respecto del replanteamiento al servicio militar obligatorio. “Quienes critican no están bien informados”, dice. Y no rebate el señalamiento que se hace sobre su carácter discriminatorio. Supongo que no lo hace porque carece de argumentos. Porque ese gesto en sus ojos, como el que se aprecia en el retrato de la entrevista, no era agudeza, les cuento, sino miopía.

Por último, el primer ministro remata con otro artificio y procura escamotear al toro de la posible postulación de la primera dama en el 2016. “Nadine ha señalado de manera clara que ella no considera la postulación”. Así lo dijo. Lo que no dijo fue dónde ha declarado aquello Nadine Heredia, porque de lo que he escuchado y leído sobre este asunto, lo único que existen son manifestaciones ambiguas, explicaciones crípticas, enunciados enigmáticos. Y pensé: hay que ver el pellejo de chancho del que están hechos algunos.

Y una última reflexión. No sé ustedes, pero la experiencia me dice que en los relevos políticos de este país de juguete (o de teconopor, si quieren), gobierno tras gobierno tras gobierno, lo único profundo que cambia es el tinte para el cabello que usa Alan García.

Y así se nos va la vida, padeciendo a nuestros políticos de turno, que todo lo que tocan lo ensucian o lo hacen polvo. Porque son nuestra maldición. Y nuestra desgracia.