Cipriani y el ridículo
La cosa no es nueva. En el Opus Dei son así. Cuando el integrismo reina en el poder, todo es felicidad. Pero eso sí. Cuando los vientos soplan distinto, más suaves y tolerantes, entonces sacan a relucir como chicotes su oscurantismo y reacción.
Si quieren ustedes ahondar en el asunto, les cuento acá una breve anécdota. María del Carmen Tapia, quien fue la secretaria personal de Escrivá, el fundador de La Obra, narra en su libro Tras el umbral que, al líder del Opus le oyó decir en más de una oportunidad comentarios insidiosos sobre Pablo VI. “A ver si de una vez nos deja en paz, y Dios Nuestro Señor, en su infinita misericordia, se lo lleva al cielo”, decía. También le daba caña
a Juan XXIII, figúrense. Se refería a él como “un patán”. Pero los denuestos que más recuerdan los ex opus de entonces son los que le endilgaba a Pablo VI, a quien consideraba “un jesuitón”. Según el español Fernando de Orbaneja, quien tiene un ensayo sobre el Opus Dei, titulado La santa coacción, recoge otros epítetos lanzados por Escrivá contra el papa Montini. “Masón”. “Rojo”. Y así.
La historia viene a cuento porque ya se habrán enterado que, al cardenal peruano le entró la ‘chiripiolca’ y le ha dado por acalorarse y arrebatarse contra los gestos aperturistas y –por qué no- rupturistas que se están produciendo en el Vaticano.
Como ha comentado José Manuel Vidal, director de la visitadísima web Religión Digital, “(Cipriani) parece querer convertirse (…) en el duro de los duros, en el líder de los sectores más recalcitrantes de la iglesia”. Y algo de eso hay, qué les puedo decir.
Sugerir que el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, monseñor Muller, es una suerte de calzonudo, de incauto, de insensato, de candelejón, o qué sé yo, por presentar un libro en tándem con Gustavo Gutiérrez, y gestionar unaaudiencia privada con el primado, no ha sido solamente una metida de pata hasta los corvejones por parte del arzobispo peruano. No. También ha sido uno de los ridículos más descomunales y estrepitosos que va a descollar en su trayectoria. Para qué les digo que no.
Pero bueno. Mamarrachadas aparte, lo que estamos presenciando es la sensación que las facciones más ultras y carcas de la iglesia católica, que han estado aupadas al poder durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI (es decir, durante treinta y cinco excesivos años) empiezan a crujir y a graznar. ¿Por qué? Porque sienten que sus históricos adversarios, el cura Gutiérrez y el resto de la progresía, comienzan a ocupar espacios preferenciales y protagónicos, que siempre estuvieron reservados para los ortodoxos y radicales de toda la vida.
Y la forma en que están reflejando su protesta los pinta de cuerpo entero. Mírenlo, si no, a Cipriani y a sus sodálites. Como fanáticos del peor signo. Henchidos de arrogancia. Con talante vertical y totalitario. Derrochando saliva espumosa.
Mario Vargas Llosa ya lo había descrito a Cipriani en el pasado con precisión de entomólogo: “El cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima, me parece representar la peor tradición de la Iglesia, la autoritaria y oscurantista, la del Index, Torquemada, la Inquisición y las parrillas para el hereje y el apóstata” (El País, 8 de mayo del 2011).
Sin mencionar, claro, la reseña que hizo de él, también en El País, en diciembre del 2002: “Juan Luis Cipriani no pasará a la historia por su vuelo intelectual, del que, a juzgar por sus sermones, está un tanto desprovisto, ni por su tacto, del que adolece por completo, sino por haber sido el primer religioso del Opus Dei en obtener el capelo cardenalicio, y por su complicidad con la dictadura de Montesinos y Fujimori, a la que apoyó de una manera que sonroja a buen número de católicos peruanos, que fueron sus víctimas y la combatieron”.
Como sea. Contemplar a Cipriani exaltado es una buena señal, digo. Sugiere que, tal vez y ojalá, una vertiente más flexible y tolerante y abierta se está entronizando en la iglesia católica para distanciarse de los tradicionalistas intolerantes, de los sectarios del opus, sodalicio, tfp y legionarios, que es la iglesia de los mataherejes y de las hogueras del santo oficio, que encarna y encabeza, sin lugar a dudas, Juan Luis Cipriani.
Tomado del semanario de César Hildebrandt. Columna Divina Comedia