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juan luis cipriani

Alguien no encaja

Publicado: 2013-10-13

A ver. Si es cierto todo lo que anda diciendo por ahí el papa argentino, sobre todo en las entrevistas que ha concedido, entonces deberíamos inferir que, por fin estaría cerca el momento de que el cardenal Juan Luis Cipriani empiece a hacer maletas. Para irse, ya saben, a cualquier parte, a Roma o a Marte, con el pretexto de que ha sido “promovido”, “ascendido”, “elevado”, o como quieran expresarlo en el sibilino lenguaje vaticano. Para enviarlo, da igual, a algún cargo en la santa sede. Pues esa suele ser la manera discreta y elegante que emplea la curia romana para remover y extirpar a los incómodos y latosos.

En suma, basta echar un vistazo al comportamiento y a las declaraciones del actual pontífice para comprobar que el predicamento áspero e inflexible, y hasta medieval, que caracterizó a sus dos predecesores, se ha aterciopelado. “Debemos ser normales”, le dijo Francisco a los periodistas que lo acompañaron a Brasil en el avión papal, en una improvisada rueda de prensa. Fue ahí también donde comentó: “Si una persona es gay (…), ¿quién soy yo para criticarlo?”.

Pero es en la segunda entrevista con el jesuita Antonio Spadaro, director de La Civiltà Cattolica, donde su pensamiento se hace más traslúcido. Cuestiona el autoritarismo, el sectarismo, el boato, la intransigencia. “La primera reforma debe ser la de las actitudes”, señaló. Y luego subrayó: “No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible”. Y reprochó la obsesión con estos temas, y la forma como se han querido imponer, reduciendo el mensaje evangélico a estos aspectos. Vapuleóasimismo la arrogancia de quien se siente dueño de la verdad. “Es equivocada una visión monolítica y sin matices de la doctrina de la Iglesia”, le dijo a Spadaro.

Y en su último diálogo periodístico con Eugenio Scalfari, fundador de La Repubblica, lo primero que soltó fue un ucase: “El proselitismo es una solemne tontería, no tiene sentido”. Y acto seguido, lanzó otro: “La iglesia no se ocupará de política (…) La iglesia no irá nunca más allá de la tarea de expresar y defender sus valores, al menos hasta que yo esté aquí”. Y claro, al poco reconoció que “casi nunca ha sido así” debido a que “altos exponentes católicos tienen todavía esta forma de sentir”. De ser entrometidos en la cosa política, o sea. De pretender influenciar en las políticas de Estado. De aliarse con los poderosos. De favorecer candidaturas. De desacreditar a quienes considera adversarios de su favorito. O de su favorita, que también.

Y aunque estoy lejos de saber si mi pálpito es correcto o falso, la verdad es que una forma de mirar o interpretar todo esto es que, el lenguaje y las formas de la iglesia católica -que en los últimos cuarenta años se ha caracterizado por incordiar con discursos homofóbicos, antiabortistas sin matices, y así- se van a suavizar.

Y si esto es cierto, como decía al principio, alguien del perfil de Cipriani (léase: altanero, despótico, inquisidor, desdeñoso con los gays, arbitrario, intemperante, exaltado, jacobino, inconmovible, obcecado, nebuloso e insensible con los casos de pederastia clerical y que, además, le fascina tutearse con el poder), supongo que alguien así, decía, no encaja en los planes de esta renovada y dulcificada visión de Bergoglio, que es muy distinta, ya lo dije, a la de sus dos carcas antecesores.

En fin. Algunos de ustedes dirán que qué más da, si la iglesia no va a cambiar en lo sustantivo. Pues yo creo lo mismo, fíjense. Que la iglesia no va a cambiar en lo esencial, digo. Pero si me preguntan, el caso es que, como ciudadano de este país, prefiero largamente a un cardenal moderado, en plan Juan Landázuri Ricketts, que a uno como Cipriani, tributario de un modelo eclesial sectario y totalitario, con la condena en la punta de la lengua, más proclive a pontificar que a comprender, y que aspira a hacer prevalecer, como sea, su pensamientoúnico y su rigorismo doctrinal y sexual, que, ya vimos, no cumplen ni sus correligionarios del Opus Dei. Ni sus aliados del Sodalitium. Pues eso.


Tomada del diario La República. Columna El ojo de Mordor, por Pedro Salinas


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.