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martha chávez

Déjà vu

Publicado: 2013-11-11

Hay actitudes que queman la sangre y hay talantes que evolucionan hacia algo mejor de lo que eran antes. Así como hay noticias que superan cualquier comentario. Y bueno. Lo ocurrido esta semana con Martha Chávez va en la línea de lo primero. De las actitudes que queman la sangre, es decir.

Porque a ver. No sé ustedes, pero para mí fue como volver al pasado, a algo ya visto, a los noventas, a los tiempos de la prepotencia y de la patanería fujimorista. Paramnesia, le llaman a ese fenómeno que te deja la sensación de que estás frente a algo que ya experimentaste previamente. Y bueno. Al verla, al escucharla, al leer sus tuits, al contemplar su mirada impasible y marcial y agria, con una media sonrisa cachacienta que parecía disecada, me ocurrió eso. Que, de súbito, me saltaron a la cabeza evocaciones con demasiada precisión, recordándome lo infame que fue –y sigue siendo- el fujimorismo.

Porque el fujimorismo era –y sigue siendo- la matonería lumpenesca, el autoritarismo chulo, el desprecio por la democracia, el desdén por los derechos humanos, la cutra exasperada, la pendejada camuflada, zurrarse en las normas, la política sin escrúpulos ni remordimientos de conciencia. Eso era –y sigue siendo– el fujimorismo. El que, ayer como hoy, sigue predicando el odio. La animosidad contra sus adversarios. O la ojeriza contra aquellos que no piensan igual. Miren, si no, a Martha Chávez, la discípula más aplicada del fujimorismo, practicando un violento y visceral lenguaje, que usualmente va acompañado de calumnias y difamaciones y mentiras y tergiversaciones y frases macartistas.

En la lucha política, recordarán los memoriosos, el fujimorismo siempre se caracterizó por jugar sucio, meter cabe, rentar conciencias, enlodar reputaciones. Y los que se negaban a alinearse y hacían oposición, eran atacados a través de medios de comunicación comprados con enormes fajos de billetes que eran entregados en maletines deportivos en la salita del asesor. Y así, poco a poco, golpe a golpe, verso a verso, fueron minando todas y cada una de las instituciones, erosionando la democracia, neutralizando a sus críticos. Porque así fue como el fujimorismo se fue imponiendo como un cáncer en la sociedad peruana, gobernando con el miedo y el culto a su líder.

Su única ideología era el abuso de poder. Y recusaba de toda invocación que exhortara a la democracia, a la transparencia, al Estado de Derecho. Así las cosas, a sus enemigos les llamaba “cívicos”, como si el término fuese un insulto. Un insulto hiriente.

Como digo, en la lucha política siempre se caracterizó por jugar sucio y utilizar un lenguaje virulento, y su sistema de gobierno fue uno de corte autoritario, de los que destilaba intolerancia, verticalismo, despotismo y caudillismo.

Como el desplegado esta semana por la congresista Martha Chávez. Gracias a ella y a sus gritos destemplados de estos días, hemos podido recordar que el fujimorismo de verdad es ese. El que te pela los dientes y gruñe como un perro rabioso, el que se crece con una sociedad indolente y apática y acrítica y apoltronada. Y sobre todo, olvidadiza.

Si no fuera por Martha Chávez, quien nos ha enrostrado en la cara el fujimorismo auténtico y de toda la vida, hasta habríamos pensado que con el tiempo se había edulcorado y añejado un poco. Aunque sea un pelín. Pero no. El fujimorismo se conserva intacto. Sigue siendo el mismo de ayer. El del lado oscuro y de posiciones abyectas. El que ametralla a mansalva. El que juega a la doble cara. El que se zurra en la democracia y en los derechos humanos. El del temperamento achorado. El que nos ha dejado como útil lección que, los movimientos autócratas y arbitrarios no cambian.

Algunos dirán que lo de Martha Chávez se trata de una excepción, de una singularidad, de un caso aislado, de una salvedad. O de una anécdota. Pero si me preguntan, está claro que no lo es.

De cualquier modo, si no se han dado cuenta todavía en este país delirante y amnésico, el fujimorismo siempre ha llevado la hipocresía en su naturaleza. Así que ya lo saben.

Y si no lo sabían, pues entonces tomen nota.


Tomado de La República. Columna El ojo de Mordor.


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.