“Tu madre es una manipuladora que te va a volver feminoide”, era una de las frases que solía lanzar como cuchillos Virgilio Levaggi, en su condición de “director espiritual”, a sus “dirigidos”, cuando hacia finales de los ochentas ostentaba una de las posiciones más encumbradas en la institución fundada por Luis Fernando Figari. Usualmente, por lo que se infiere de los testimonios cruzados de quienes estuvieron bajo su férula, mucho de lo que “predicaba” Levaggi eran denuestos y alfilerazos y vituperios contra los padres de sus subalternos. Este estilo envenenado no era solo de él, todo hay que decirlo, sino que era la rúbrica de la cultura de abuso que imperaba en el Sodalitium Christianae Vitae (SCV).

 

Andrés, uno de sus discípulos a cargo, lo padeció a Levaggi como su consejero y mentor. Obviamente, Andrés ya había pasado el número suficiente de años bajo el paraguas de la organización de características sectarias, por lo que la obediencia ciega y la confianza absoluta en sus superiores era como un chip que ya había sido instalado en su cerebro.

 

-¿Cómo te pajeas? –le preguntó un día Levaggi a Andrés, en el marco de una sesión de “dirección espiritual”. Y Andrés, al principio desconcertado, no supo qué responder. Ante la paciencia depredadora de Levaggi, quien no dejaba de mirarle el miembro, este respondió bajándose el pantalón y haciéndolo frente a él. Y en un momento inopinado, le dijo el voluminoso líder sodálite: “Ven acá y abrázame”. Andrés, con los genitales al aire, lo hizo. Y lo hizo sin malicia. Porque Andrés, como cualquier sodálite aplicado, confiaba irracionalmente en el buen juicio de su superior. Porque los sodálites eran sus hermanos, su familia, su mundo, su universo. Eran todo para él.  

 

Luego del abrazo, Levaggi le dio un beso en la mejilla, y acto seguido le agarró el pene y continuó el ritual masturbatorio que Andrés no había concluido. “¿Y esto es lo que tanto te atormenta? ¿Ves que no pasa nada?”, le dijo en tono tranquilizador. Posteriormente le pidió que se vistiera y se puso a hablarle de la santidad y los afectos y sabe dios de cuánta basura mística-religiosa que justificaba y hacía ver “normal” lo que acababa de ocurrir.

 

Hubo una siguiente ocasión en la que Levaggi volvió a corrérsela a Andrés. La cosa fue un poco más allá, pues el director espiritual sodálite procedió a quitarse la ropa. Y en medio de esta situación confusa, Levaggi le preguntó si no tenía miedo de que se la metiera. Pero Andrés respondió tajantemente: “Eso no va a pasar”. Levaggi se cambió sin inmutarse y nunca más volvió a registrarse un incidente de implicaciones sexuales con él.

 

Otro “dirigido” de Levaggi, a quien llamaremos Efraín, encaró a este en una ocasión. En respuesta, Efraín recibió una amenaza abierta, de hacerle daño físico a personas cercanas a él. Efraín, algo asustado pero decidido, corrió donde Figari para presentar formalmente una denuncia y acusarlo. Pero el fundador del Sodalicio no quiso darle crédito a lo que estaba escuchando. Su actitud fue indolente. Ni siquiera se interesó en el asunto. Ni le hizo preguntas.

 

Efraín no se quedó tranquilo, y fue a buscar a las otras dos autoridades sobresalientes e indiscutibles del movimiento, luego de Figari y del propio Levaggi: Jaime Baertl y Germán Doig. Paradójicamente, es Doig quien le ofrece su apoyo inmediato para interceder ante el creador del Sodalitium.

 

La gestión de Doig es efectiva, porque luego de su mediación es que a Levaggi se le pone “en retiro”. Y para aquietar a Efraín, le comenta que están evaluando la posibilidad de enviarlo a un monasterio en Chile. Mientras tanto, adivinarán, Doig le pidió al denunciante que guarde silencio, discreción, prudencia, reserva, y le explicó que esas cosas no ocurrían, que se trataba de un caso excepcional, y que patatín y que patatán. “Mientras menos bulla, mejor”. “Dios perdona el pecado, pero no el escándalo”.Y en ese plan.

 

Lo que aconteció después, lo hemos comentado en esta saga desde diferentes versiones. Levaggi fue acuartelado, en 1986, en la comunidad sodálite de San Aelred, en la cuadra 30 de la avenida Brasil, donde el superior era José Ambrozic. Ahí le ofrecieron espacios de libertad, como trabajar en una entidad financiera, con oficinas en San Isidro, y escribir una columna en el diario El Comercio, pues Levaggi era muy amigo del jefe de Editorial, Hugo Guerra. Incluso Figari, quien quería retenerlo a toda costa, se lo llevó de viaje a Europa. Pero pese a los mimos y trato privilegiado, Levaggi, luego de hacer las sumas y restas, decidió irse por su propia voluntad, hacia mediados de 1987.

 

Nunca lo expulsaron. Ni se informó sobre lo que en realidad ocurrió. Por el contrario, se divulgó una mentira institucional, aprobada por el Consejo Superior de entonces: “Levaggi faltó gravemente a la obediencia”. Y cuando alguien osado se atrevía a escarbar un poco más, la respuesta era: “Lo único que te puedo decir es que la soberbia es lo que alejó a Virgilio del Sodalitium, pues así como el Demonio quiso imitar a Dios, Virgilio quiso imitar a Luis Fernando; y el fruto que dio, salió torcido”. Y cosas por el estilo. Quienes formaban parte de la cúpula y de la jerarquía sodálite en aquellos tiempos, además de Figari, el propio Levaggi, Baertl y Doig, eran José Ambrozic Velezmoro, Alfredo Garland Barrón y José Antonio Eguren Anselmi, actual arzobispo de Piura y Tumbes. Es muy difícil de creer que alguno de estos tres no haya estado al tanto del encubrimiento a Virgilio Levaggi Vega. El único que lo ha reconocido formalmente ante la fiscalía ha sido Ambrozic. 

 

Jamás hicieron siquiera una investigación interna para saber si había más víctimas de Levaggi. Si la hubieran hecho, conversando con el arriba firmante y algunos de los testimonios de Mitad monjes, mitad soldados, varios de ellos “dirigidos espirituales” de Levaggi, se habrían topado con sendos incidentes de evidentes connotaciones sexuales, como los que relato en mi propio testimonio y como los que describen otros exsodálites en la investigación que realizamos con Paola Ugaz.

 

Es más. Si hubiesen hecho ese trabajo investigativo, cuando Levaggi decide salirse y tomar contacto con diversos exsodálites, entre ellos el autor de estas líneas, para ayudarlo a reinsertarse en el mundo real y laboral, lo habríamos repudiado, probablemente. Y le habríamos agradecido al Sodalitium por reaccionar correctamente, responsablemente, advirtiéndonos de la amenaza. Pero esto último jamás sucedió. El SCV, si no quedó claro, encubrió los abusos de Levaggi.

 

A propósito de las intimidaciones que le hizo Levaggi a Efraín, en el informe de la comisión de consultores externos, en el acápite sobre el "exnúmero tres del SCV", se lee un evento de similares características que vuelve a señalarlo: “Este hombre que abusó de mí era también mi guía espiritual… Él amenazó con hacerle daño a mis amigos si yo le contaba a alguien lo que él había hecho”.

 

Otro párrafo que alude aparentemente a un denunciante distinto, anota: “Recuerdo haber escrito mi informe (sobre Levaggi) y dárselo a Figari para que lo lea. Figari me dijo que nunca deberíamos volver a hablar sobre esto y entonces le ordenó a alguien encender la chimenea (o él mismo la encendió, no recuerdo)… Figari tomó mi informe y lo quemó”.

 

A inicios del 2015, Paola Ugaz y yo quisimos tener la versión de Levaggi. La obtuvimos a través de una tercera persona, otro exsodálite, y nos vimos obligados a ser insistentes pues fue bastante reacio a concedernos una entrevista con la posibilidad de hacer repreguntas y réplicas. Fue imposible. Los pretextos fueron viajes inminentes y largos y ocupaciones extenuantes, a pesar de contar con la opción del Skype o del teléfono. Le planteamos finalmente tres preguntas por correo electrónico el día 2 de marzo de ese año. Y esto fue lo que nos respondió al día siguiente:

 

-      ¿Por qué te fuiste del Sodalitium?

-      Por razones personales.

-      ¿Es cierto que sedujiste, o intentaste hacerlo, a sodálites que estaban bajo tu “dirección espiritual”?

-      No.

-      En tu relación con Luis Fernando Figari, como “discípulo” o “dirigido”, ¿tuviste algún episodio de connotaciones sexuales?

-      No.

 

¿Qué fue de la vida de Virgilio Levaggi después de su salida voluntaria del Sodalicio?

 

Trabajó un tiempo en el Banco Continental. Transitó otro rato por el Instituto Libertad y Democracia (ILD). Colaboró en la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) con Alfonso de los Heros. Escribió durante años en la página editorial de El Comercio. Y fue gerente general de la CONFIEP, cuando el presidente del gremio de gremios era Juan Antonio Aguirre Roca.

 

Pero donde hizo carrera y se mantuvo a pesar de los escándalos fue en la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Ingresó a trabajar en 1994, cuando el director de dicho organismo especializado de Naciones Unidas era Michel Hansenne, quien se retira en 1999. Sin embargo, es con el siguiente Director General, el chileno Juan Somavía, con quien establecerá una relación amical. Con él y con María Angélica Ducci, quien llegó a ser Directora Adjunta de la OIT para América Latina. Y gracias a ambos es que Levaggi irá creciendo en poder e influencia al interior de la relevante entidad internacional. Actualmente, el director de esta entidad que tiene por objetivo proteger y promover los derechos relacionados con el trabajo y las relaciones laborales, es el británico Guy Ryder, quien asumió este alto cargo, con sede en Ginebra, desde el año 2012.

 

Poco antes del inicio del segundo milenio, Virgilio Levaggi fue destinado a Chile, y ahí se convirtió en una suerte de enlace con el empresariado chileno y los empleadores peruanos. En el año 2000, nos revela una fuente, el “exnúmero tres del SCV” adquirió la nacionalidad italiana. Y en el 2001 ejerció como Director Adjunto para América Latina y el Caribe, convirtiéndose en el Número Dos de la OIT para la región. El Director Regional en dicha época fue el español Daniel Martínez. Y luego, en el 2005, Levaggi ascendió como Director Regional Adjunto en Lima.

 

Conversando con diversos funcionarios de la OIT, el recuerdo que tienen de Levaggi en puestos de poder no es muy positivo. Lo describen, en conjunto, como maltratador, abusivo, insufrible, manipulador, acosador. Eso sí. Siempre sobón y ayayero con sus jefes.

 

En el año 2007 lo destinan a San José, en Costa Rica, como Director de Oficina, con la función de atender a países centroamericanos. En esa época mantuvo una relación bastante cercana con el abogado laboralista Fernando García, exviceministro de Trabajo del presidente peruano Alberto Fujimori, durante finales de los noventas. En el 2008, Juan Somavía lo designa a un altísimo puesto en Ginebra.

 

Así las cosas, en el 2016, Levaggi se constituye en uno de los cinco directores más significativos en la función de recabar fondos y vender proyectos que combatan el trabajo forzoso u obligatorio, la abolición del trabajo infantil, entre otros. Tenía el cargo de Director de Cooperación Técnica. 


Ya entonces el escándalo del Caso Sodalicio, que reventó en octubre del 2015 con la publicación del libro Mitad monjes, mitad soldados, había dado la vuelta al mundo. Rápidamente, las noticias que mencionaban a Levaggi circularon internamente por varias de las oficinas regionales de la OIT, llegando la información hasta Ginebra. Esto sucedió el 2016. Y como se ha comentado en un post anterior, el 14 de febrero del 2017 se da a conocer el segundo informe sobre abusos en el Sodalicio en el que se acusa abiertamente a Virgilio Levaggi. Y el 13 de diciembre del 2017, un fiscal peruano solicita la prisión preventiva por nueve meses para Levaggi, además de Luis Fernando Figari, Jeffery Daniels y Daniel Murguía.

 

Cosa curiosa que una institución como Naciones Unidas, supuestamente con estándares éticos bastante altos, no iniciara una investigación en toda regla en torno a los hechos que implicaban a Levaggi. “Si no hay nada concreto, laOIT no puede hacer nada”, respondió un alto funcionario de dicha organización a un ejecutivo que preguntó sobre el tópico, preocupado de que el pasado de Levaggi mancille a la institución.

 

En materia de derechos humanos, el código de NNUU sugiere que sus proveedores promueven y respeten la protección de los derechos humanos y que se aseguren “de no ser cómplices en ninguna forma de abuso de los derechos humanos” (…) (y que mantengan) “un entorno en el que se trate a todos los empleados con dignidad y respeto y en el que no se recurra a amenazas de violencia, explotación o abuso sexual, acoso verbal o psicológico o maltrato”. 


No estamos sugiriendo que ello haya ocurrido cuando Levaggi fue parte de la nómina de funcionarios de NNUU, aunque los testimonios con los que se habló para hacer esta nota, cuyas identidades han requerido la reserva por mantener vinculación con la OIT, señalan que Levaggi zahería y mortificaba y relegaba y avergonzaba y abochornaba a algunos empleados que no consideraba de su cogollo.

 

Como sea. Levaggi habla con sus superiores y logra, a través de una negociación, una suerte de sabático para resolver sus “temas mediáticos” en Lima.  No pudimos confirmar si fue con o sin “goce de haber”.

 

Virgilio Levaggi entró a trabajar un 14 de febrero de 1994 a la OIT y salió, de acuerdo a fuentes extraoficiales de la propia OIT, hace apenas un mes y medio: el 28 de febrero del 2018, bajo la modalidad de una suerte de jubilación anticipada, desahogada y privilegiada, logrando la categoría D2, que es la máxima posición que se puede obtener (luego de la del Director General), y que le permite percibir mensualmente cerca de veinte mil dólares, aproximadamente, por el resto de su existencia.

 

Sobre el particular, el 27 de marzo le escribimos al Director de la Oficina de la OIT para los Países Andinos, Philippe Vanhuynegem. Le preguntamos sobre los cargos que desempeñó Levaggi. Sobre cuál era su condición actual. Sobre qué acciones realizó la OIT al informarse sobre las denuncias que existían contra su ejecutivo. Si hubo algún tipo de investigación. Si el susodicho negoció una licencia con goce de haber. Si se había prejubilado en excelentes términos. Si se fue de la institución con la categoría “D2”, una de las más altas de la institución. Y así.

 

Vanhuynegem respondió el 3 de abril, escuetamente y de esta manera. Tomamos nota de sus preguntas sobre el exfuncionario de esta Organización, Sr. Virgilio Levaggi, en particular sobre su situación laboral en la Organización. Al respecto, me permito informarle que el Sr. Levaggi renunció a sus funciones en junio de 2017. En seguimiento de la práctica habitual, la Oficina no se pronuncia sobre las condiciones de empleo de sus funcionarios en retiro por lo cual no es posible dar respuesta a las otras cuestiones planteadas”.

 

Actualmente, Virgilio Levaggi Vega vive cómodamente y con holgura en Madrid, en la calle 42 de Cardenal Cisneros, en el corazón de Chamberí, uno de los barrios más aristocráticos de la capital española, rodeado de coloridos y sabrosísimos restaurantes, chino de risa.