El Gran Chaparral
Hace poco pude ver el primer capítulo de El Gran Chaparral, aquella serie de los años sesentas, que, al igual que Bonanza, fue creada por David Dortort. Solamente que, en esta ocasión, Dortort superó largamente a su anterior creación.
Para quienes siguieron la serie, como yo, después del colegio y con las tareas aún por hacer, El Gran Chaparral era la historia de dos familias, una americana y la otra, mexicana: los Cannon y los Montoya.
En el primer capítulo de la primera temporada (duró cuatro en total), titulado Destino Tucson, la familia Cannon, conformada por John, el cabeza de familia; su esposa, la blonda Anna Lynn; el sensible Billy Blue, el hijo de ambos (bautizado Bill, por su madre, y Blue, porque John Cannon tuvo un perro con ese nombre); y Buck, el único de los Cannon con sentido del humor; emprendían camino hacia el terreno que había comprado el colono John.
Billy Blue venía de despedirse de su enamorada, llamada Sarah y que era tan rubia como la mamá del chico Cannon, la que más tarde es asesinada junto a toda su familia por los apaches, comandados por Cochise. La que muere, ojo, no es la mamá de Blue –que, bueno, también muere uno o dos capítulos más adelante- sino Sarah.
Lo primero que hace el rudo John Cannon al atisbar su gigantesca propiedad es exclamar: “Esta es mi tierra y la domaré”, cosa que no le resultará tan fácil, porque la misma será atacada innumerables veces por indios, bandoleros y desertores del ejército. Y la que defenderá a balazos, una y otra vez, con su pequeño ejército de cowboys reclutados por Buck: Sam y Joe Butler, Reno, Pedro, Vaquero y Ira. A los que se sumará el entrañable Manolito Montoya, hijo del primer enemigo de John Cannon, el hacendado Sebastián Montoya, y hermano de quien será la segunda mujer de John Cannon: la guapa y elegante Victoria.
El nombre de la hacienda se lo da Anna Lynn, a pedido de su esposo, John Cannon, porque el fundo, ubicado en el desierto de Sonora, está en una región de chaparrales, que son unas matas de poca altura que crecen en lugares llanos y secos. “Aquí mi palabra es la ley”, es una de las primeras frases ásperas y broncas que vomitará Cannon en este primer capítulo, y que repetirá a lo largo de esta historia de colonos, que luego se convertirá en una gran familia. Comentario aparte para la cortina musical de la serie. Todo un clásico.