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Laven esas guerras

Publicado: 2010-09-25

Tomado de La República.- Columna Observador, de Mirko Lauer.- Las guerras electorales suelen ser sucias, si aceptamos una definición amplia de qué es lo sucio. Algunos ya consideran que es demasiado sucio señalar los defectos del contrincante, mientras que a otros la calumnia les puede parecer un recurso válido a esta hora. Lo que para unos es carca, para otros es perfume.

La teoría es que si el candidato A pone en circulación suficiente mugre sobre el candidato B, la gente votará por A. El problema es que a partir de un momento la mugre circula por todo el alfabeto, neutralizando cualquier efecto que hubiera podido tener. Pero eso no ha detenido a nadie, pues parece que lanzar barro de cualquier tipo es un placer en sí mismo.

No se trata de que el contenido de los ataques sea necesariamente falso, incluso muchos luego demuestran haber sido penosamente exactos. La idea más bien es que está fuera de lugar. En otro momento el ataque puede ser visto hasta como servicio público, pero las elecciones –se supone- son un momento de fair play ciudadano.

¿Es realmente así? La sensación es que medios y público disfrutan enormemente una cierta dosis de guerra sucia, y en esto algo influye que las maniobras (audios, destapes, volantes bamba, etc.) son en última instancia para influir en ellos. Sin ese tipo de distracción la sabiduría de los candidatos podría resultar incluso insoportable.

Las guerras sucias pasadas están todas en el basurero de la historia electoral. El cúmulo de acusaciones económicas y clínicas a Alan García. El spot contra Mario Vargas Llosa. La campaña contra la esposa chilena de Armando Villanueva. La saga de Alejandro Toledo en un hostal de Surquillo. Todas intentaron trabajarnos al susto, y algunas acaso lo lograron.

Hay periodistas que insisten en que hay una diferencia entre el maltrato sistemático a un candidato y la guerra sucia propiamente dicha. Es un argumento atendible, siempre y cuando se acepte que la línea que los separa es sumamente delgada, y que es casi imposible no cruzarla en el fragor del partidismo. Por ejemplo en el paso de la denuncia a la calumnia.

En esta elección de Lima la línea ensuciadora ha sido cruzada por lo menos dos veces. Una en el chuponeo a Lourdes Flores y en la difusión de lo chuponeado. Otra en la versión de que con Susana Villarán el Sutep/Patria Roja controlará el municipio de Lima y en el intento de vincularla con el terrorismo. Todo con profesiones de preocupado civismo.

Cosas suaves si se les pone al lado de los muertos, los asaltados y los amenazados en las elecciones del interior del país, donde la vigilancia de la ciudadanía es menos densa. Pero en general en el país persiste la peligrosa idea de que en lo electoral nunca está de más una zancadilla al contrincante.


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.