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Espiritualidad morada

Publicado: 2010-10-21

Tomado de La República.- Columna Claro y directo, de Augusto Álvarez Rodrich.- El fervor religioso y popular del Señor de los Milagros está tan profundamente arraigado que no necesita el respaldo de una ley que lo confirme por la pretensión de algunos políticos de colgarse del anda de la procesión para ganar indulgencias con avemarías ajenas.

Tal como lo acaba de confirmar el presidente Alan García al promulgar la Ley 29602 que declara al Señor de los Milagros como ‘patrono de la espiritualidad religiosa católica del Perú’ y como ‘símbolo de la religiosidad y sentimiento popular’.

Se puede argüir que la norma no le hace daño a nadie, pero no es así. Es, para empezar, inconstitucional, lo cual es importante aunque a algunos esto no les interese. Esta ley es contradictoria con el principio de laicidad del Estado, el cual no debe legislar a favor o en contra de una confesión religiosa.

Política y religión deben marchar, siempre, por cuerdas separadas. La historia enseña que, cuando se juntan, los resultados son explosivos y funestos. Las cruzadas o lo que sucede hasta ahora en el medio oriente son solo algunas evidencias. Por ello, las sociedades modernas impiden este combo insensato de la religión con la política.

Lamentablemente, abundan los políticos deseosos de colgarse de la religión para mejorar su perspectiva, y sacerdotes interesados en aliarse con el poder para afianzar su credo.

En línea con eso, es preocupante y lamentable que el cardenal Juan Luis Cipriani haya comentado que el pueblo peruano es católico y que ojalá que su vocación católica guíe su voto y que eso lo haga elegir a sus futuros gobernantes.

Que sus acólitos políticos y periodísticos salgan a defender a este cardenal imprudente, arrogante y poco convocante no vuele su posición menos peligrosa para la aspiración legítima de que el Estado garantice neutralidad hacia todas las religiones e igualdad para todos los peruanos, incluso para quienes no profesan una religión.

Esto no implica, en modo alguno, un menoscabo en el respeto indispensable a todas las religiones, incluyendo, a la católica y sus expresiones más importantes en el país como el Señor de los Milagros. Pero justamente por el respeto que se le debe profesar es que hay que tratar de blindarlo frente al aprovechamiento de quienes pretenden manosearlo, absurdamente, por sus intereses propios, como algunos curas y ciertos políticos.

Como el presidente García, quien debiera releer el discurso del 23 de mayo de 1923 de Víctor Raúl Haya de la Torre –el que empieza con la frase “el quinto no matar”– contra la consagración del Perú al Sagrado Corazón de Jesús, el cual no tenía –como tampoco lo tiene esta modesta columna– un carácter antirreligioso sino a favor de la defensa de la libertad de pensamiento.


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.