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El Virrey

Publicado: 2010-11-14

Tomado de Perú21.- Columna El ojo de Mordor, de Pedro Salinas.- Antes de que me expulsen los agustinos de su colegio, para luego irme con los marianistas, en plena adolescencia, mi librería favorita, recuerdo, era Studium, aquella que quedaba al pie de la plaza Francia, en el centro de Lima, y a la que a veces iba durante la semana, después del colegio, evitando las tareas, para perderme en sus corredores enormes, buscando libros de aventuras, de esos que te impregnaban en el cerebro imágenes de parajes insospechados e historias fantásticas, con personajes dispuestos a dejarlo todo en pos de alguna hazaña. Porque no sé si a ustedes, pero a mí me pasaba a menudo con los libros –casi siempre con los de Julio Verne- que tenía que dejarlos contra mi voluntad.

Uno habrá tenido, antañazo, sus problemas disciplinarios, y quizás también algunos conflictos con las matemáticas, pero eso sí, que leía, leía. Y mucho. Y la lectura cumplía un rol insustituible en mi vida. Era una afición que empezaba hojeando publicaciones en la librería, y luego continuaba echado sobre mi cama, como un acto hedonista, en el que me enfrascaba durante horas, sin moverme, hasta que el hambre o las ganas de ir al baño me hacían cambiar de ubicación.

Porque leer era –y sigue siendo- un placer, un vicio, una medicina, una adicción, un ejercicio, un virus, un bálsamo, una evasión, embarcarse en un viaje, ponerse en los zapatos de Miguel Strogoff, hacerse voluntariamente prisionero de una historia, vivir otras vidas. O algo así.

Pero a lo que iba. La cosa es que, más tarde cerró Studium, y mis peregrinaciones librescas emigraron hacia Época y Castro Soto, hasta que recalé definitivamente en El Virrey, de Miguel Dasso, donde arribo, cada vez que puedo, desde hace muchos años, y espero seguir haciéndolo hasta que me muera, para comprar novedades o rarezas o libros antiguos. Que para esto último está Sur, que es una suerte de sancta sanctórum que custodia una infinidad de libros, comprados varios de ellos a bibliotecas familiares, y que son capaces de excitar al coleccionista más acucioso.

El Virrey es, por lo demás, una librería emblemática, con solera, que irradia cierta atmósfera monacal, y que es a la vez agradable y regodea, pues convierte la compra de un libro casi, casi en una experiencia concupiscente.

Dicen que las librerías son sus libreros, y eso es una verdad de a puño en el caso de El Virrey. Y dicen también que los últimos libreros bien orientados y buenos orientadores se murieron hace tiempo. Pues eso no es cierto en el caso que comento, porque si en un lugar se encuentran los últimos libreros del país, están allí, en El Virrey, y esos libreros se apellidan Sanseviero. Tal cual.

Por ello, el rumor maligno que se ha esparcido por medio Lima, y que la propia Chachi Sanseviero parece avalar en una entrevista con Toño Orjeda, en El Comercio, que sugiere que El Virrey se iría de San Isidro, me ha dejado sin aliento. Al parecer, las propietarias del local, unas señoras bastante usureras, estarían pensando en disolver el contrato, además de empeñadas en fijar alquileres de características siderales, poniendo en vilo los cerca de 40 años que lleva la librería en ese espacio, y zurrarse, de paso, en los varios miles de dólares invertidos por los Sanseviero en mejoras y ampliaciones, para hacer de dicho recinto una de las mejores librerías de América Latina, y así desaparecer de la calle la mejor carta de presentación de Miguel Dasso.

No sé ustedes, pero en lo que a mí respecta, yo seguiré a El Virrey a donde elija mudarse, sea Miraflores, sea Surco, sea Pucusana, aunque todavía abrigo la esperanza de que las caseras en mención, las roñosillas, no se pongan intransigentes y lleguen a una justa negociación. De no ser así, a dichas matronas codiciosas les digo, con todo respeto, y a ver si nos aclaramos, que su decisión estará afectando a miles que, como yo, se sentirán como que nos incendiaron el santuario. No sé si me explico. Así las cosas, señoras mías, emulando a mi bisabuelo genovés, lo único que se me ocurre decirles, a manera de despedida, es: Vaffanculo.


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.