La iglesia de los pederastas
Tomado de Perú21.- Columna El ojo de Mordor, de Pedro Salinas.- Todavía no termino de entender el tonito triunfalista y de jojolete del sodálite Alejandro Bermúdez en las páginas de El Comercio, donde se despacha contra quienes osan cuestionar las posiciones integristas y premodernas de la iglesia católica y su actual Papa.
“La prensa secular simplemente no ‘pesca’ la religión”, dice. Y es lo único que dice, la verdad. Todo lo demás, el relleno, son odas al pontífice y etiquetamientos a quienes no comulgamos con “su verdad”. Y claro, la insinuación de que ellos sí pueden predicar, y el resto, qué creen, el resto que nos soplamos las monsergas públicas de Cipriani, verbigracia, no somos capaces de entender, de interpretar sus creencias, y menos, de criticar. Porque somos miopes. O algo así.
Vaya. Lo contrario a lo que está pasando en Chile, fíjense. Porque en la conservadora y catoliquísima ciudad de Santiago, les cuento, desde que en 2010 reventó la escandalera del caso Karadima, los chilenos cada día ven con más desconfianza a sus pastores católicos.
El sacerdote Fernando Karadima, por cierto, no solamente era el párroco de la pituquísima Parroquia El Bosque, que era frecuentada por lo más graneado de la derecha empresarial y política, sino que, además, era considerado como un santo en vida.
Karadima, ya saben, aprovechó su condición de guía espiritual para aprovecharse sexualmente de menores de edad. Y al bullicio mediático suscitado por los estupros de Karadima, pese a los intentos de algunos monseñores conservadores por protegerlo, le siguió el caso del obispo Francisco José Cox Hunneus. Poco después, la prensa reveló las violaciones del conocido padre Derry, un clérigo irlandés, director en Chile de la orden de los Misioneros de San Columbano.
Y ahora les ha reventado otra crisis aspaventosa, no menor a la que propició Karadima. Se trata de los cargos contra el prelado Cristián Precht, también por abusos sexuales a menores. Precht, para más inri, es una de las figuras más emblemáticas del sector progre de la iglesia católica chilena. Ganador del premio Héroe de la Paz, es considerado también uno de los baluartes en la defensa de los derechos humanos en los tiempos de Pinochet.
Qué cosas. Mientras todo ello ocurre en nuestro vecino del sur, por acá las pocas denuncias que han asomado, qué quieren que les diga, han sido pasadas por agua tibia. Y aparentemente abandonadas, como confirmando la tradicional negligencia eclesial al enfrentar estos temas. Y encima nos vienen a decir que “no entendemos”, que “no la vemos” o que “no la pescamos”. En fin.
A manera de coda, un hecho curioso. El día que se publicó el comentario del sodálite Bermúdez, en la siguiente página aparecía una entrevista a otro sodálite, un curita brasileño con pinta de boy scout, quien trataba de desinflar la percepción de fanáticos que existe en torno a los militantes del Sodalicio. “Es una idea equivocada, es un don de dios”, dijo. Cosa curiosa, digo, porque estos religiosos mantienen un perfil bajísimo. Pero ese día, de súbito, zas, un sodálite tras otro en las páginas del decano, y en grandes espacios.
Estas serían las posibles explicaciones: a) Están en una “operación lavada de cara” para que la gente olvide los escándalos de abusos sexuales perpetrados por sodálites. b) Pura coincidencia. c) Fue una intervención de la Divina Providencia o una travesura del Espíritu Santo. d) Fue un milagro de Germán Doig. e) Todas las anteriores.