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María, la virgen

Publicado: 2012-11-30

Tomado del semanario Hildebrandt en sus trece.- Columna Divina comedia, por Pedro Salinas.- Somos lo que creemos. Y yo, qué les puedo decir, soy de los que dudan y de los que dejó de creer hace tiempo en dogmas católicos. Entre otras cosas, porque para engullirte un dogma hay que tener fe. Es decir, “tener una convicción que no puede ser debilitada por la evidencia contraria”, como sostenía Bertrand Russell. O creer de forma ciega y acrítica lo que te dice un cura, un obispo, un cardenal, o el mismísimo papa. Todos ellos, ya saben, depositarios de la Verdad. Así como la leen, con mayúsculas. Y esa Verdad la traducen –los depositarios- en posiciones ortodoxas, que a su vez se traducen en el ejercicio de un servilismo incompatible con el libre pensamiento.

Y quienes no compartimos esa Verdad o somos incrédulos, pues nada, pertenecemos a una raza inferior, elemental, analfabeta. O algo así.

Esta introducción viene a cuento porque la ofensiva religiosa que no cesa, y ahora se encuentra hasta en Twitter, ha tomado la forma de trilogías ensayísticas, adecuadamente marqueteadas, firmadas por Karl Ratzinger, alias Benedicto XVI, en las que se nos proclama con “autoridad científica” que en el portal de Belén, donde habría nacido Jesús, “no había animales”. Ni bueyes ni asnos ni nada. Ni siquiera un pericote, oigan.

Y no solo eso, claro. Sino que la estrella que supuestamente guió a los reyes magos era en realidad… una supernova. Más todavía. Ratzinger afirma que el nacimiento de Jesús pudo acontecer bajo la conjunción de Júpiter, Saturno y Marte. Esto es, seis o siete años antes de lo establecido hasta ahora.

Lo curioso es que todo aquello ya lo habían dicho otros en el pasado. Pero claro. Cuando estas cosas las dice un crítico o un teólogo progresista, es herejía. O anatema. En cambio, cuando estas hipótesis las plantea el papa, son verdades. Es así.

Lo que no deja de llamarme la atención es el entusiasmo rebosante sobre asuntos como la resurrección y la virginidad de María. “Ni la virginidad de María ni la resurrección de Cristo son irracionales”, señala Ratzinger en su libro La infancia de Jesús.

Y lo cierto es que, cuando uno se detiene en estos episodios aparecen más preguntas que certidumbres. Porque, como se infiere de las escrituras, María (hija de Joaquín y Ana), de pronto está embarazada, pero no se sabe de quién (Ver Mt. 1, 18). Está claro que el hijo no era de José, quien decide incluso repudiarla en privado por adúltera. Y es cuando empiezan a surgir los rumores maledicentes que se le ocurre entonces la fabulosa historia del ángel.

Algo más. La fábula, dicho sea de paso, es muy similar a la de Ana, su madre, sobre el nacimiento de la propia María. Ana también habría sido preñada por otro, que no era Joaquín, de acuerdo a varias versiones de los evangelios apócrifos. Y ese otro, qué creen, también habría sido un ángel. Obvio.

Sin embargo, lo más alucinante de todo llega a fines del siglo IV, cuando se impone la idea de que María fue virgen no solo en el momento de la concepción de Jesús, sino también durante el parto y después del parto. Y aquí es donde se abren todas las interrogantes, porque el dogma de la “inmaculada concepción” es una de las piedras de toque de la fe católica.

En el momento de la concepción, ¿María es inseminada por el semen de dios? ¿Dicha semilla divina ingresó por su vagina o traspasó su cuerpo? ¿María sintió placer o no sintió nada en el momento del acto? O sea, ¿tuvo un orgasmo?

Durante el embarazo, ¿a María se le interrumpió la menstruación? ¿Tuvo antojos? ¿Se le agrandaron las tetas? ¿Sus deseos por orinar eran frecuentes o, simplemente, no lo hacía?

Y después del parto, ¿hubo dolor? ¿Pujó o no pujó? ¿Cristo salió despacito y silencioso como un gas? ¿Le salieron estrías a María? ¿Su leche tenía algún poder especial, como el brebaje de Asterix?

Porque, si es cierto lo que dice Alias Benedicto: que el parto virginal de María es “una realidad histórica”, por lo menos debería explicarnos cómo llega a esa conclusión y contarnos algunos detalles que desconocemos. Para desasnarnos. Digo.


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.