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Mitad monje, mitad soldado

Publicado: 2012-12-01

Tomado del blog Las Líneas Torcidas, de Martín Scheuch:

Recuerdo que en el Sodalitium Christianae Vitae se nos solía decir que no debemos arrancar las páginas incómodas del Evangelio –en alusión a qué debemos buscar cumplir incluso aquello que nos molesta en los Evangelios–, pero suele suceder que en las narraciones oficiales o semi-oficiales de la historia del Sodalitium se suele arrancar las páginas incómodas del pasado. Algunos hechos han sido cubiertos con una pátina de olvido, otros han sido maquillados a fin de ocultar sus implicancias comprometedoras, otros han sido presentados dentro de un entramado que los reinterpreta de acuerdo a las circunstancias del presente. Varios textos, escritos, documentos de los orígenes y los primeros años fueron literalmente sacados de circulación, se dejaron de mencionar, como si nunca hubieran existido (como, por ejemplo, la revista Presencia, de contenido socio-político cristiano, las Memorias de Luis Fernando Figari, o textos sueltos como Fanáticos de Germán Doig, el boletín interno Yo os he elegido, el libro Como lobos rapaces de Alfredo Garland, o los libros de Virgilio Levaggi Puebla ¡sí! y Danos un corazón: Corazón de Jesús y Civilización del Amor, a los cuales habría que añadir en la actualidad la mayoría de los escritos de Germán Doig). De manera similar se deja de mencionar a las personas que han abandonado la institución. Y las actuales sinopsis históricos que se publican no inciden en análisis y detalles, sino que relatan una versión acomodada a la imagen que actualmente tiene la institución de sí misma. De esta manera, el Sodalitium ha venido reescribiendo continuamente su historia, en detrimento de la veracidad histórica y su propia memoria colectiva.

No es mi intención perjudicar a las personas que todavía pertenecen al Sodalitium, pues así como éste significó para mí el descubrimiento de la fe y de la Iglesia, además de otros valores que todavía siguen guiando mi vida, así también soy consciente de que la gran mayoría de los sodálites tienen buenas intenciones y actúan con recta conciencia. Conozco a muchos personalmente y les sigo teniendo aprecio y respeto. Además, el Sodalitium es indudablemente parte del Pueblo de Dios al que llamamos Iglesia. Sin embargo, eso no debe ser obstáculo para que comparta mis experiencias sobre el Sodalitium que conocí y ello contribuya a iniciar una reflexión sobre la institución, su modus operandi y su modo de inserción eclesial, sin ocultar ciertos aspectos de su pasado y su identidad que son de interés público y que el Sodalitium mismo, rompiendo su táctica de silencio, debería explicar e integrar en su conciencia institucional.

La siguiente reflexión se sitúa dentro de esas coordenadas.

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Cuando conocí el Sodalitium Christianae Vitae en el año 1978, uno de los lemas que continuamente se repetía a modo de definición del estilo sodálite era el de “mitad monje, mitad soldado”. Se trataba de una expresión que resultaba atractiva para jóvenes insatisfechos con el estilo burgués de vida del entorno en que habían crecido, y que venía rodeada de un halo de heroísmo que remitía a las hazañas de tiempos medievales.

La primera mención escrita de este lema en el Sodalitium aparece en un texto que fue sacado posteriormente de circulación, la Memoria del Superior de la Sodalitium Christianae Vitae, Año: 1976, donde Luis Fernando Figari describe cómo se ha de entender esta frase dentro de la espiritualidad sodálite:

«No quiero seguir adelante sin señalar la influencia de un pensador español, de ejemplar vida, que ha legado a la posteridad una frase que, a mi entender, resume muy bien el ideal que muchos sodálites han sabido hacer suyo: “mitad monje, mitad soldado”. Es así como se va perfilando y acentuando nuestro estilo: mitad monje. La vida de un sodálite es ante todo vida de oración. En la oración cobra fuerzas, en ella ve caer, una a una, las barreras de su individualismo y su negativo egoísmo, en ella descubre la voluntad de Dios para cada momento de la vida, en fin, en ella se nutre de vida y de amor. Mitad soldado, pues nuestra actitud no puede ser pasiva, es, todo lo contrario eminentemente apostólica.»

La primera pregunta que nos hacemos es quién fue ese “pensador español, de ejemplar vida”, de quien se asumió la frase. Esta cuestión no resulta difícil de dilucidar, pues una simple busqueda de información nos confirma que durante el gobierno de Francisco Franco en España el dicho se atribuyó de manera unánime a José Antonio Primo de Rivera (1903-1936), fundador de la Falange Española, un movimiento político de carácter fascista y nacionalista, con raíces conservadoras católicas. José Antonio fue fusilado por conspiración y rebelión militar contra el gobierno de la Segunda República durante los primeros meses de la Guerra Civil Española. Si bien no existe evidencia documental de que efectivamente haya dicho o escrito esta frase, se considera que refleja fielmente su pensamiento, tal como se expresa en las siguientes palabras:

«Es cierto; no hay más que dos maneras serias de vivir: la manera religiosa y la manera militar –o, si queréis, una sola, porque no hay religión que no sea una milicia ni milicia que no esté caldeada por un sentimiento religioso–; y es la hora ya de que comprendamos que con ese sentido religioso y militar de la vida tiene que restaurarse España.» (Discurso pronunciado en el Parlamento el 6 de noviembre de 1934)

La mención que hace Luis Fernando Figari a este “pensador español” no es meramente anecdótica, pues se le profesaba auténtica admiración en el Sodalitium de los inicios; más aún, se le miraba como modelo de político católico, dispuesto a entregar su vida por defender sus ideales. Hay quienes recuerdan haber visto en los años ’80 un afiche con su foto en la habitación de Germán Doig, cuando éste ya era superior de una comunidad sodálite. Yo mismo tuve en mis manos un ejemplar de las Obras completas de José Antonio Primo de Rivera, que Germán me había prestado para que lo leyera y me empapara de las ideas políticas y religiosas allí vertidas. Estas lecturas también eran fomentadas por el mismo Luis Fernando Figari, sobre todo entre aquellos sodálites con perspectivas de desarrollar más adelante una labor intelectual. El himno de la Falange Española, “Cara al sol”, lo aprendí en el Sodalitium y lo entonábamos cuando ibamos en bus a un retiro, a un paseo, o en ocasiones informales y recreativas. Una de las canciones sodálites más queridas, “Alza la frente”, no es otra cosa que una canción del falangista Frente de Juventudes, a la cual se le había modificado la letra. La canción original del año 1943 lleva como título “Llámame camarada” (letra de José María García-Cernuda Calleja y música de Agustín Paíno Mendicoague). A continuación pongo en paralelo la letra de la canción original y la de la canción sodálite:

LLÁMAME CAMARADA

Cubre tu pecho de azul, español,

que hay un hueco en mi escuadra;

pon cinco flechas en tu corazón,

llámame camarada.

Te enseñará una soberbia canción

de amor y de luceros;

y marcharé junto a ti en formación

por el campamento.

Ven a mi lado,

que allá en tu tierra,

cien camaradas nuevos esperan,

para saber por ti,

como sabrán por mí,

lo que tú y yo

aprendamos aquí.

Cubre tu pecho de azul, español,

que hay un hueco en mi escuadra;

pon cinco flechas en tu corazón,

que te llama la Patria.

ALZA LA FRENTE

Alza la frente y tu corazón,

que es Cristo el que llama;

ponte la Cruz cual un galardón,

el Sodalitium te espera.

Te enseñare una grandiosa canción

de amor hacia Cristo

y marcharé junto a ti en formación

llegado el momento.

Ven a mi lado,

que ansiosamente

es todo un mundo el que nos espera,

para saber por ti,

como sabrán por mí,

lo que tú y yo

aprendamos aquí.

Alza la frente y tu corazón,

que es Cristo el que llama,

ponte la Cruz cual un galardón,

el Sodalitium te espera.

Hasta bien entrados los ’90 esta canción se seguía cantando en el Sodalicio, aunque ya no en ceremonias públicas sino sólo en ceremonias litúrgicas solemnes de carácter interno, con participación exclusiva de miembros del Sodalicio. Aunque no puedo dar testimonio de ello, es probable que se siga cantando en la actualidad, teniendo en cuenta que fue entonada públicamente el 14 de febrero de 2001 durante la misa de exequias de Germán Doig en la Parroquia Nuestra Señora de la Reconciliación (Camacho, Lima).

Durante la purga que hubo en las bibliotecas de las casas sodálites en los años ’80 buscando bibliografía comprometedora relacionada con el tradicionalismo integrista y el fascismo cristiano, también se retiró de los estantes todo libro que hiciera referencia a José Antonio Primo de Rivera y a la Falange Española, y posteriormente también fueron retiradas de circulación en primer lugar las Memorias de 1976 y 1977, donde se explicaba el lema “mitad monje, mitad soldado”, y posteriormente todas las demás Memorias. Estos opúsculos, redactadas entre 1976 y 1986 –con excepción del año 1981–, contenían los mensajes que anualmente dirigía Luis Fernando Figari, Superior General del Sodalitium, a toda la comunidad sodálite, y eran consideradas como una explicitación del carisma institucional del Sodalitium, supuestamente inspirado por el Espíritu Santo. En la Memoria de 1976 se dice incluso que el estilo “mitad monje, mitad soldado” forma parte del espíritu originario del Sodalitium:

«¿Por qué, se podría preguntar alguno, tanta insistencia en ese espíritu originario? Por qué resaltar de tal manera la visión alegre y dolorosa de la vida, por qué resaltar la espiritualidad fuerte de Mateo Diez, por qué hablar de ese estilo mitad monjes, mitad soldados; pues, no hay razón más simple que ésta: porque son parte de nuestra espiritualidad, de nuestros carismas, de nuestro estilo de vida, de nuestra visión religiosa, de nuestra misión, en fin porque son pieza clave de nuestro estar en el mundo. ¡Y hay que recordarlo siempre!»

¿Influyeron algunas de las ideas de José Antonio Primo de Rivera sólo en el pensamiento sodálite de los inicios de la institución, o de alguna manera esta influencia llega hasta el día de hoy? El Sodalitium ha negado sistemáticamente toda influencia de José Antonio Primo de Rivera en su génesis doctrinal y ha buscado desvincularse del lema falangista, sacando de circulacion todo escrito sodálite donde se haga mención de él. Pero su significado ha permanecido en la espiritualidad y disciplina sodálites, pues se trata de un elemento inherente a la identidad institucional del Sodalitium. En algún momento de su historia, el lema “mitad monje, mitad soldado” fue sustituido por otro de apariencia más inocua, “oración hecha apostolado, apostolado hecho oración”, pero que en el fondo tiene el mismo contenido.

¿Qué más permanece de la influencia falangista? Por encima de todo, el sentido militar de la vida. El Sodalitium se definió a sí mismo en sus orígenes como una milicia, como lo testimonia el primer escrito programático Sodalitium Chistianae Vitae que data del año 1971 y que conocíamos como el Folleto Azul:

«La SODALITIUM busca ser una santa milicia, en los tiempos en que vivimos, que atraiga a los hombres a Cristo por intermedio de nuestra Santísima Madre (Chaminade, EM, 85; 77, y por medio de ellos ordenar todo el universo hacia EL (AS, 2). [...] El sodálite se ve necesariamente movido a convertirse en un activo combatiente de la Salvación…»

En la Memoria de de 1976 se define a los sodálites como «soldados de Cristo en una milicia que jefatura María». Esta misma característica es explicitada y desarrollada en otro texto temprano del mismo Luis Fernando Figari, la Memoria de 1977:

«Además de los muchos valores intrínsecos de la amistad como virtud y como vía ascética, existe una exigencia coyuntural que la hace imprescindible. Nuestra situación de “combate”, de lucha en medio del mundo, de milicia en ambientes paganizados o infeccionados por las herejías, hace indispensable una unidad sólida, profunda, auténtica, y, sobre todo, centrada en Cristo Jesús. Consideremos con cuánta unión y conformidad peleaban aquellos Macabeos las guerras del Señor. Y, contemplemos como aquellos ejércitos iban como si fueran un hombre solo, con una mente, un espíritu, una voluntad. Pues de esa manera debemos pelear los combates espirituales. Hagamos nuestras estas palabras que son de San Basilio; y hagamos lo mismo con estas otras que son de San Ignacio: “La unión y conformidad de unos con otros debe procurarse diligentemente y no permitir lo contrario, para que con el vínculo de fraterna caridad, unidos entre sí, mejor puedan y más eficazmente disponerse en el servicio de Dios y ayuda de los prójimos” (Constituciones, p. 3, c. 1 No. 18, et Regula 42 Summ.I).»

Este espíritu de milicia ha sido proclamado y celebrado por el Sodalitium en las ceremonias oficiales de carácter interno a través de la que quizás sea su canción más apreciada, el “Himno Sodálite a Cristo Rey”, que no es otra cosa que el “Himno de la Cruzada Eucarística” (de autoría del P. José Julio Martínez S.J., 1940) con letra modificada. A continuación pongo en paralelo el himno original y el himno sodálite.

HIMNO DE LA CRUZADA EUCARÍSTICA

Cristo Rey su bandera ha levantado,

y quiere todo el mundo conquistar.

Nos invita a luchar siempre a su lado.

A seguirle, cruzados, a triunfar.

La oración ha de ser nuestro consuelo,

nuestra gloria la Cruz,

salvar todas las almas nuestro anhelo,

la Santa Eucaristía nuestra luz.

Nuestra luz porque somos cruzados

del misterio en que triunfa el amor,

y con Él cada día abrazados,

extendamos su reino y su honor,

extendamos su reino y su honor.

Adelante, cruzados valientes.

Comulgad y rezad y sufrid.

Cristo Rey besará vuestras frentes,

y os dará la victoria en la lid,

y os dará la victoria en la lid.

Cristo Rey, tus cruzados te aclaman.

En amor del Sagrario se inflaman,

y desean morir por tu ley.

Cristo Rey, tus cruzados te aman

Cristo Rey, tus cruzados te aman.

Cristo Rey, Cristo Rey.

Cruzados, a luchar.

Cruzados, a triunfar.

¡Viva Cristo Rey!

HIMNO SODÁLITE A CRISTO REY

Cristo Rey su bandera ha levantado,

y quiere todo el mundo conquistar.

Nos invita a luchar siempre a su lado.

¡Sodálites, jurémosle triunfar!

La oración ha de ser nuestro consuelo,

nuestra gloria la Cruz,

salvar todas las almas nuestro anhelo,

la Santa Eucaristía nuestra luz.

Soy de Cristo soldado escogido,

su bandera he jurado seguir,

lucharé por la fe decidido

aunque sea preciso morir,

aunque sea preciso morir.

Contra el mundo y su eterna maldad,

¡adelante, valientes cristianos!

Comulgad, rezad y amad.

Cristo Rey besará vuestras frentes,

y os dará la victoria en la lid.

Es María y Cristo que llaman,

nos convocan a una lucha sin par.

Cristo Rey, tus sodálites te aman

y desean morir por tu ley,

y desean morir por tu ley.

¡Cristo Rey, Cristo Rey!

¡Sodálite, a luchar!

¡Sodálite, a triunfar!

¡Viva Cristo Rey!

En los años ’90 la letra del himno fue modificada, eliminando en lo posible las referencias militares explícitas y la visión negativa del mundo, y buscando una terminología más acorde con la eclesiología del Concilio Vaticano II, pero manteniendo el espíritu de lucha que presupone la existencia de una milicia dispuesta a morir en combate por Cristo Rey, una advocación que goza de mucho aprecio en el Sodalitium hasta el día de hoy.

Como milicia, el Sodalitium necesita de la “guerra” para justificar su existencia, lo cual explicaría su obsesión por identificar a “enemigos de la Iglesia” y su beligerancia para combatirlos de palabra y de obra, nunca recurriendo al diálogo, pues “con el enemigo no se dialoga”. Eso explicaría también por qué la etapa de formación de los candidatos al Sodalitium tiene muchos puntos en común con la formación militar. Eso también explicaría por qué muchas de las canciones surgidas en el Sodalitium y en el Movimiento de Vida Cristiana parecen marchas de combate. Eso explicaría también el uso de una especie de uniforme, el traje azul, en las ceremonias oficiales del Sodalitium, donde la imagen que se trasmite es la de un grupo cohesionado por una disciplina férrea, que canta también con un estilo militar (o viril, como se le gusta llamar en el Sodalitium). No deja de ser curioso que el uniforme de la Falange Española sea una camisa azul. En palabras del mismo José Antonio: «es la Patria quien necesita de nuestro esfuerzo y de nuestros brazos; ella es quien nos manda uniformar, formar todos como uno, vestir las azules camisas de la Falange» (Haz, núm. 6, 15 de julio de 1935).

Eso explicaría también por qué toda discrepancia interna es sofocada de inmediato, y no se admiten opiniones distintas a la del pensamiento único, pues ello le quitaría efectividad a un ejército que está en continua lucha contra el mundo, y que pretendió ser una fuerza de choque para luchar contra todas las “herejías” actuales, comenzando por el progresismo y la teología de la liberación. Como escribía Luis Fernando Figari en el año 1977, interpretando de manera muy personal unas palabras del fundador de la Compañía de Jesús:

«En estos tiempos difíciles, donde se multiplican los falsos maestros de los que nos previene la Sagrada Escritura, hay que buscar ser muy consecuentes para vivir la Verdad en el amor, cueste lo que cueste, porque esa lealtad es la clave de la salvación. Ya San ignacio de Loyola, nos hablaba de la intransigencia que se debe tener en las enseñanzas de la Iglesia, y de la Sede Apostólica, “creyendo –dice– que entre Cristo nuestro Señor y la Iglesia, es el mismo espíritu el que nos gobierna y rige” (EE n. 365). Y, con esa pauta, el gran capitán español nos prepara para los tiempos difíciles, que él sabía de guerra. Pero no es una guerra mundanal, sino espiritual –amén de que si tiene numerosas manifestaciones materiales–. Y, por ser guerra espiritual es necesario entregarse apostólicamente, con las armas del espíritu y de la doctrina, al combate, odiando al error, a la mentira –que vienen del príncipe de este mundo y padre de la mentira–, y amando al caído, al que yerra, buscando poner en todo Caridad –la verdadera, no la falsa– nacida del “respeto humano” o de la cobardía. [...] Frente a la “indiferencia” –verdadero mal del siglo– y a la pseudo caridad tolerante que permiten la difusión de los nefastos errores, debemos elevar la santa intransigencia de nuestro apostolado y nuestro testimonio.» (Memoria 1977)

Eso explicaría por qué las críticas provenientes de afuera suelen ser consideradas como “ataques” y las críticas internas, como actos de “traición”. Eso explicaría la estricta disciplina de la obediencia que se ha aplicado en el Sodalitium, y que no se diferencia de la que describe José Antonio Primo de Rivera en unos guiones redactados en enero de 1934:

«Los jefes se pueden equivocar, porque son humanos; pero, por la misma razón, pueden equivocarse los llamados a obedecer cuando juzgan que los jefes se equivocan. Con la diferencia de que en este caso, al error personal, tan posible como en el jefe y mucho más probable, se añade el desorden que representa la negativa o la resistencia a obedecer. Un buen militante de la Falange debe confiar siempre en que los jefes no se equivocan. La jefatura dispone de muchos asesoramientos y pesa muchos datos que no conocen todos. Por eso hay que presumir que los jefes tienen razón, aunque, desde fuera cueste, en algún caso, adivinar sus antecedentes o sus móviles. Además hay que suponer en los jefes cualidades que los hagan dignos de la jefatura. Si no las tuvieran, no estarían en su puesto, ni quienes les siguen hubieran acatado su autoridad. La autoridad de los jefes se acepta de una vez, y de una vez, por razones hondísimas, se rehusa. Lo inadmisible, por anárquico y deprimente, es que cada cual revise a diario su severo voto de disciplina.» (FE, núm. 3, 18 de enero de 1934)

Finalmente, eso explicaría el concepto de verdad que se maneja en la institución, rígido, inamovible, expresada en enunciados claros y normas incuestionables, cuando en realidad la verdad es algo a lo que nos aproximamos durante toda nuestra vida, sin llegar nunca a entenderlo ni abarcarlo del todo, a través del diálogo en el amor y el respeto mutuo. Eso también eso explicaría la violencia –no física sino psicológica– que ha aplicado el Sodalitium en su lucha por defender la “verdad”. Pues al interior se designaban varios acciones con la expresión de “sacar la mierda”. Sacarse uno mismo la mierda, para alcanzar la santidad. Sacarle la mierda a los hermanos de comunidad, para que sean fieles al camino al que el Señor los ha llamado. Sacarle la mierda a los enemigos de la Iglesia, para que queden derrotados intelectualmente y se vean condenados al silencio o sean sancionados por las correspondientes instancias eclesiásticas. Sacarle la mierda a los que se atreven a manifestar críticas, tanto interna como externamente, y obligarlos a callar, sin retroceder ante métodos de presión psicológica. Y en esto se muestran también como sucesores de la Falange, pues el mismo José Antonio opinaba que «la violencia es lícita al servicio de la razón y de la justicia» (Punto 10 de “LOS DIEZ PUNTOS DE EL ESCORIAL”, 1 de junio de 1934).

El diálogo, la búsqueda de puntos de acuerdo, la construcción de una comunidad eclesial pluralista, la cooperación con cristianos comprometidos pero con perspectivas distintas, el respeto por el que piensa distinto pero comparte con nosotros una misma fe y un mismo amor por Jesucristo, la confianza en hombres de buena voluntad sea cual sea su filiación política, ideológica o religiosa, son cosas ajenas al estilo que ha cultivado el Sodalitium desde sus inicios. Pues amigos han sido considerados sólo aquellos que comparten a grandes rasgos la misma verdad –o similar– a la que se percibe con “mirada sodálite”. Y si se dan excepciones, se debe a que muchos sodálites no han perdido el sentido común y su individualidad no ha sido anulada todavía por una disciplina que busca eliminar todo rasgo de decisión personal bajo el pretexto de combatir el individualismo. O aún siguen manteniendo una opción por el Jesús auténtico, aquel que nunca quiso ser proclamado rey y que nunca organizó ejércitos para extender el Reino de Dios en la tierra. Porque su Reino no es ni será nunca de este mundo.

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A través de los enlaces correspondientes se pueden descargar los siguientes materiales de referencia:

“Folleto Azul” Sodalitium Chistianae Vitae (1971)

http://www.upload.ee/files/2870359/FOLLETO_AZUL.zip.html

Memoria del Superior de la Sodalitium Christianae Vitae, Año: 1976 (Luis Fernando Figari)

http://www.upload.ee/files/2870360/MEMORIA_1976.zip.html

Memoria 1977 (Luis Fernando Figari, 1978)

http://www.upload.ee/files/2708555/MEMORIA_1977.zip.html


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.