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Canción de hielo y fuego

Publicado: 2013-01-13

Tomado del semanario Hildebrandt en sus trece.- Columna Divina comedia, por Pedro Salinas.- Octubre del 2011. Entro a una surtida tienda de cómics en Madrid, muy cerca de la Gran Vía, donde me atiende un tipo de camiseta negra y cara de cura sin fe, quien me advierte que acaba de llegar una nueva colección de los primeros cuatro volúmenes de Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martin, editada por Gigamesh. “Porque la anterior voló. Se la llevaron todos los chavales, tío”. O algo así, me dijo.

El caso es que, sabía de la existencia de estas publicaciones porque poco antes de ese viaje, Juan Carlos Tafur estaba buscando los libros desesperadamente en Lima para regalárselos a su hijo mayor. Sin ningún éxito, les cuento. Y bueno. Los compré. No para regalárselos al hijo de Tafur, que conste, sino para obsequiárselos a mis hijos. Pero me temo que los libros jamás llegaron a su destino. Porque de curioso, y como jugando, tomé el primer libro, titulado Juego de tronos, y nada, ya adivinarán, capturó toda mi atención en el vuelo de regreso a Lima.

Y así, de un momento a otro, quedé atrapado por sus páginas durante el último año y pico. Hasta que terminé el quinto, Danza de dragones, el más gordo de la colección, que me lo regaló una amiga que reside en Madrid. Menuda faena, no les voy a mentir.

Dicen de esta saga monumental que es la mejor y más impresionante obra de fantasía mitológica que se haya escrito después de Tolkien. Y yo, si acaso le interesa a alguien, soy capaz de firmar dicho aserto. Pero hay algo más. No solo se trata de literatura fantástica y escapista, ojo, sino de una mezcla de géneros en el que se van desentrañando una maraña de intrigas y juegos psicológicos con el propósito de capturar el poder de los Siete Reinos, donde los personajes no dejan de evolucionar, de mutar, y son guiados por pasiones enardecidas, que tropiezan con elementos mágicos. O con grandes batallas. O con duelos que entrañan muertes impredecibles. “Nadie es como uno cree que es”, como dice Lena Headey, la guapa actriz que encarna el rol de la ambiciosa y despiadada Cersei Lannister.

De estilo folletinesco y con personajes fascinantes, su lectura lo atrapa a uno hasta convertirlo en un adicto a la historia. Está claro además que Martin no tiene la más mínima misericordia y es capaz de sacrificar a personajes que se han ganado el corazón de los lectores. Y lo hace así. Sin escrúpulos. Sin culpa. Y hasta con exagerada brutalidad.

Los personajes, para más inri, “no parecen tener una filiación moral definida”, como anota el cineasta Álex de la Iglesia. Es decir, no son buenos ni malos. Todos parecen perseguir su propio bien, lo que en algunos casos los hace extremadamente realistas. Y a otros, por su complejidad, los convierte en inolvidables. Como Tyrion Lannister, verbigracia, quien es mi personaje favorito, si me preguntan. Y sí. Aunque me enrostren que Tyrion no tiene ningún rubor en ser pendenciero y cruel. Pues algo de eso lo define, es verdad. Pero también es de los que más arriesga.

Igual tendrían que echarle un vistazo a Jon Nieve y a Arya Stark. O a Daenerys Targaryen. Y cada quien tendrá, me imagino, su personaje predilecto. Como yo. Pero tampoco nos engañemos. Esta épica interminable que se desarrolla en un escenario seudomedieval y cautivador es una obra sin terminar. Inacabada, o sea. Supuestamente quedan por delante dos tomos más, que todavía no han sido escritos. Vientos de invierno, se llama el que sigue; y del último no sabemos ni el nombre.

Es más. Martin se toma cuatro o cinco años en terminar cada obra. Al finalizar el quinto en mayo del 2011, escribió: “El anterior fue jodido. Este ha sido el triple de jodido y además un hijo de puta”. ¿Se imaginan lo que será la espera para quienes estamos devotamente enganchados? ¿Y si -dios no lo quiera- le pasara algo al cabrón de Martin y se va sin despedirse?

Pues nada. Vamos a ser positivos. Y a decir como Dana Jennings del New York Times: “Tolkien ha muerto. Larga vida a George Martin”.


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.