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Pedro y los lobos

Publicado: 2013-02-15

Tomado del semanario Hildebrandt en sus trece.- Columna Divina comedia, por Pedro Salinas.- “Rogad por mí para que, por miedo, no huya ante los lobos”, advirtió premonitoriamente el papa Ratzinger en el 2005. Y fíjense. Parece que eso fue lo que le faltó. Que recen por él. Porque a la evidente falta de brío físico, también le faltó fuerza de ánimo para enfrentar los escándalos de la pederastia eclesial y la fuga masiva de documentos privados que pusieron en evidencia las luchas intestinas por el poder. Todo ello lo desbordó. Y lo llevó a la renuncia. A tirar la toalla.

Ello lo supongo, claro, porque la verdad es que no lo sé a cabalidad. Pero me parece que ello se deduce nítidamente del comunicado papal cuando dice: “…para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”. Es decir, que está viejo y achacoso es algo que salta a la vista. En cambio, lo de la flaqueza de ánimo es algo que no solo se deja entrever o se lee entrelíneas, sino que es tan obvio como lo otro.

Por cierto, así lo ha interpretado también el cardenal Stanislaw Dziwisz, actual arzobispo de Cracovia y antiguo secretario de Karol Wojtyla, cuando le ha espetado con dureza: “De la cruz no se baja”. Guau. Una frase fuerte, ¿no? Que es como decir: “Si no querías ser papa, decías que no, y punto”. O: “Se es papa hasta que se muere”. O algo así.

Pero vamos. Aquí no vamos a hacer leña del árbol caído. Porque si alguien puso contra las cuerdas a Benedicto XVI, pues ese fue nada menos que el jefe de Dziwisz. Wojtyla, o sea. Alias Juan Pablo II, si no quedó claro.

Y no puedo menos que preguntarme cómo así, pese a todo lo que se conoce, el propio Ratzinger fue capaz de beatificar al principal encubridor del mayor escándalo que ha emporcado a la iglesia en toda su historia. Me refiero, por cierto, a esa gigantesca nube de inmundicia que todavía sigue flotando sin desaparecer y sin ser enfrentada: la pederastia eclesial.

Porque vamos. Ya no es ningún misterio que fue Wojtyla quien actuó como cómplice y dio forma a este comportamiento mafioso e institucional, en el que la jerarquía vaticana tapaba, amparaba y se encargaba de redestinar a los abusadores de niños con el propósito de evadir a la justicia. Fue él quien protegió al cardenal Bernard Law. Y a Marcial Maciel (a quien llamó públicamente “modelo de la juventud” a fin de neutralizar las denuncias que ya se hacían públicas contra el fundador mexicano). Y a tantos otros. Hasta que se murió el carismático polaco, luego de agonizar durante una semana por la televisión en vivo y en directo. Y después, ya saben. Después le tocó el turno a Ratzinger, quien, en resumen, algo intentó hacer por sacar a la iglesia de la vergüenza, aunque, como ven, con poco éxito. Por no decir ninguno.

Lo cierto es que al escándalo de la pedofilia de los curas, se sumaron las intrigas vaticanas que nunca supo controlar. La fuga de papeles secretos. El maltrato al arzobispo Carlo María Viganó. La traición de su mayordomo. La persecución contra su amigo el banquero Ettore Gotti Tedeschi. Las tramoyas de toda la vida de Angelo Sodano. Las cicaterías del díscolo Tarcisio Bertone. Y así. Imagínense que la cosa era tan obvia que L’Osservatore Romano, que es como el Granma vaticano, tituló una vez: “Un pastor rodeado por lobos”. Porque, si me apuran, de acá sale una versión mejorada de El Padrino III. Digo.

Y qué quieren que les diga. Encima, el tal Benedicto será muy inteligente, pero nunca dejó de ser cuadriculado y dogmático. E impertinente. Del profeta Mahoma dijo que solo trajo “mal e inhumanidad”. En Brasil declaró que la iglesia católica no se impuso a los indígenas de América Latina. Revocó la excomunión del británico Richard Williamson, quien niega el Holocausto. Beatificó, ya lo dije, al principal encubridor de pedófilos con sotanas. Mantuvo su integrismo ramplón y medieval e intolerante. En México no recibió a las víctimas de Maciel. Y bueno. Ya saben cómo terminó la historia. El 265º papa de la historia, claudicó. Abdicó. O si prefieren, se hundió como el Titanic. O para decirlo con propiedad, se lo almorzaron los lobos.


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.