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ConcyFE

Publicado: 2013-05-03

Tomado de Hildebrandt en sus trece.- Columna Divina comedia, por Pedro Salinas.- El Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica, más conocido como CONCYTEC, cuya labor es la promoción del conocimiento científico, tiene una presidenta. Y se llama Gisella Orjeda, les cuento. Y por lo visto, tiene detractores furiosos dentro de la institución que comanda. Es el caso de Juana Pueblo, por ejemplo, que es el alias de una burócrata indignada con Orjeda, a la que le echa una bronca de aquellas, como la que le tenía la bruja mala a Blancanieves. O algo así.

Y es que Orjeda osó enfrentarse a un fenómeno que, ya saben, despierta pasiones. Y odios jarochos. Me refiero a la proliferación de imágenes religiosas, y pequeños santuarios, y estampitas, y cruces, y santos, todos desparramados por diferentes ambientes del local de CONCYTEC, que, ojo, es del Estado, y está ubicado en un distrito que, para colmo, también lleva un nombre pío: San Borja.

El caso es que Orjeda, acicateada por los comentarios de sus visitantes extranjeros, quienes cada vez que recorren su sede institucional no dejan de expresarle reflexiones curiosas y risueñas, por no decir burlonas, decidió tomar al toro por las astas, poner los puntos sobre las íes, y nada, resolvió enmendar la vaina. Por un asunto de principios, se entiende. De manera que escribió un correo electrónico dirigido al “científico” personal. Y apeló a la congruencia de una entidad de las características del CONCYTEC. Y con todo derecho -pero, sobre todo, mucho respeto-, fue al bulto.

No obstante, como suele ocurrir en estos lares, cuando se distingue entre ciencia y fe o se trata de desmarcar al Estado de la iglesia católica, ocurre algo extraño. Los beatos se sienten amenazados en su religiosidad más íntima. “¡Nos van a requisar nuestras oficinas y recintos religiosos!”. “¡Cardenal Cipriani, le imploramos que impida este atropello religioso!”. Y así, anotan en un email Juana Pueblo y sus compinches en la fe.

Empero, cabe resaltar los delicados esfuerzos de la presidenta de CONCYTEC para no herir susceptibilidades y explicar que el pensamiento crítico debe estar basado en la evidencia, y que el ejercicio de las creencias religiosas pertenece al ámbito personal y privado, y que en CONCYTEC se respetan todas las confesiones, y que no se da preferencia a ninguna, y que por favor dejen de colocar imágenes religiosas en todas las esquinas, porque CONCYTEC no es un templo, aunque ahora lo parezca, pues desde que uno llega a la puerta del local te topas con una urna enorme que encierra a una virgen, y apenas se cruza el umbral están ahí las estatuas, los cuadros y las imágenes del padre Urraca o el santo Escribá de Balaguer. Porque así está la cosa, les comento.

El caso, como digo, es que parece una invasión. Y Gisella Orjeda tiene razón cuando trata de poner un poquito de orden. Porque ninguna confesión religiosa ni cosmovisión alguna puede imponer sus creencias a los que piensan distinto. Y menos, avasallando al resto a través de sus iconos, figurillas o retratos piadosos.

No se trata de cancelar las creencias, sino de avanzar en la laicidad del Estado. No se trata de arremeter contra la religión, sino de evitar el exhibicionismo de una fe en desmedro de las demás. No se trata de perpetrar una injusticia, sino de hacer los correctivos necesarios que exige el ornato de una institución estatal, y por ende no confesional. Digo.

Porque no sé si ya se dieron cuenta, pero lo civilizado es vivir en el marco de un Estado laico, en el que “la religión o la falta de ella sean un derecho de cada cual pero no una obligación de nadie… y mucho menos de las instituciones que son de todos y para todos”, como ha escrito Fernando Savater.

Sin embargo, no deja de tener cierta gracia truculenta que esto que comentamos venga ocurriendo en una dependencia estatal como CONCYTEC, y que pese a la claridad de argumentos de la presidencia de dicha institución, prevalezca en algunos el fanatismo carcamán y desaforado del converso. Pero es el Perú, señores. Ni siquiera es que estamos hablando de eutanasia o de matrimonios igualitarios, sino de que alivien las paredes y los pasadizos de artilugios cucufatos en una institución cuya esencia y razón de ser está fundada en razonamientos opuestos a los dogmas. Pues eso.


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.