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Esto es guerra

Publicado: 2013-12-02

Está cada vez más claro que el nuevo papa no viene a hacer las grandes reformas que requiere la iglesia. Ni es el mesías progresista que esperaba desde hace mucho tiempo el ala más libertaria del catolicismo. Porque a ver. Y se los digo así, por partes y cucharadas, por si no habían caído en la cuenta. La posición sobre el aborto –ya la dijo en su último escrito apostólico, Evangelii gaudium– seguirá siendo la misma de toda la vida. Las mujeres –ha tenido que subrayarlo para que no queden dudas– no serán sacerdotisas, ni obispas, ni cardenalas. Menos, papisas. La posición eclesial respecto de los homosexuales se mantendrá incólume, con la única diferencia que ahora el trato hacia ellos será más conmiserativo y menos homofóbico en las formas. Y nada hace presagiar que vaya a impulsar alguna metamorfosis respecto del celibato, el cual no pocos clérigos quisieran derogar. O por lo menos eliminarle su carácter de obligatorio.

Más todavía. Donde sí adelantó una transformación, que fue en el caso de los divorciados –que, al volverse a casar, quedan excluidos por el resto de su vida de los sacramentos–, tampoco habría avances. Porque nada menos que el actual cancerbero del dogma, el cardenal Ludwig Müller, le ha enmendado la plana al sucesor de Pedro en un extenso artículo en L’Osservatore Romano, donde el pastor alemán dice: “Si el matrimonio precedente de unos fieles divorciados y vueltos a casar era válido, en ninguna circunstancia su nueva unión puede considerarse conforme al derecho; por tanto, por motivos intrínsecos, es imposible que reciban los sacramentos”. Más claro ni el agua. Los divorciados mantendrán entonces su condición de parias. Y adiós para siempre a la eucaristía. Como ha comentado en El País el español Pablo Ordaz sobre este tópico: “Se trata de una desautorización en toda regla de las palabras del Papa”.

Empero, algo cambiará para que todo siga igual, supongo, en plan Gatopardo. Los gestos aparatosos que dulcifican seguirán a la orden del día. La demagogia en torno al concepto de la misericordia seguirá siendo uno de sus caballitos de batalla. El populismo de sonrisa entrañable y empática estará presente en todas las fotografías papales. Y el sumo pontífice, “entrenado por el peronismo durante cinco décadas –como ha escrito su coterráneo Martín Caparrós en SOHO– (hará todo lo posible por) reencauchar y repintar (la iglesia) para devolverle el poder que está perdiendo”.

Bergoglio es perfectamente consciente de que, insistir en prédicas beligerantes y monotemáticas referentes al uso de anticonceptivos, uniones gay o prácticas abortivas, en lugar de llenar iglesias, las vacía. Y espanta fieles. Pero claro. Quienes han venido manteniendo precisamente ese discurso reaccionario, se han sentido indispuestos ante el flamante vicario de Cristo. Al punto que le han salido críticos al jefe de la Iglesia, fíjense. Críticos que, si me apuran, provienen de las canteras del conservadurismo más rancio, que son quienes han tenido un rol hegemónico durante los últimos cuarenta años y que hoy se sienten súbitamente cuestionados en su estilo evangelizador y temerosos de perder espacios de poder. Porque piensan que les van a zamaquear el statu quo. Aunque esa oposición recién está comenzando a aflorar, pues muchos todavía prefieren esperar y no darse aún por aludidos. No por el momento.

Pero los que van asomando sus cabezas –todos tributarios de un modelo de iglesia premoderna, que anatemiza y pontifica sobre asuntos de moral sexual– no se guardan nada. Ahí están los grupos pro vida, los clérigos y laicos que se sentían guardianes de la única fe verdadera, y todos aquellos fanatizados incansables en el reclutamiento de nuevos adeptos, a quienes les ha dicho: “El proselitismo es una solemne estupidez. No tiene sentido”.

Ahí están Alessandro Gnocchi y Mario Palmaro, quienes firmaron un artículo en Il Foglio, un diario de corte ultramontano. El título lo decía todo: “Este papa no nos gusta”. Ahí está también Phil Lawler, editor de la agencia de noticias Catholic World News: “Creo que todo su enfoque está puesto fuera de la Iglesia, y eso es grave”. Y hay más citas, claro. Porque los carcas no son pocos, adivinarán, y van a tratar de sobrevivir como sea. Y darán guerra. Ya verán.


Tomado de La República. Columna El ojo de Mordor


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.