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La primera dama que se quedó ciega

Publicado: 2014-04-22

Es más fuerte que ella. La discreción no va con su espíritu. Ni con su talante. Así las cosas, al diablo con la prudencia, la moderación, la sensatez. Y todo aquello que se le asemeje. O se le parezca. Y es que así como a algunos el poder les corrompe, a Nadine le ataca por la desmesura y la impertinencia.

Porque a ver. Es como si no se hubiese dado cuenta todavía que, hace muy poco, hubo una crisis política de importantes proporciones, debido a sus intromisiones inoportunas, como consecuencia de su excesivo protagonismo. El cual, además, viene acarreándole a ella y a su esposo, el presidente, un impacto sumamente negativo en sus respectivas popularidades. El desplome puede apreciarse nítidamente en la última encuesta de CPI. Cayó trece puntos porcentuales, que no es moco de pavo.

Pero ya lo dije. Con ella no es. No se da por aludida, o sea. Esta semana, por lo demás, volvió a las andadas, pese a que el premier René Cornejo había advertido que la primera dama se mantendría al margen de las actividades del Ejecutivo, y que solamente participaría de actos relacionados al Partido Nacionalista, ese membrete que hasta hace poco usaba como pretexto para inmiscuirse en los asuntos de gobierno. Pero ya lo ven. Nada es como lo dice Cornejo, el flamante tetelemeque del régimen. Y Nadine, está claro, sigue haciendo lo que le viene en gana. El lunes pasado, para que tengan una idea, el Ministerio de la Mujer había avisado que la ministra Carmen Omonte inauguraría un foro de mujeres líderes, y qué creen. Nada de eso ocurrió. Lo que sí sucedió es que quien apareció de la nada, como salida de un mágico sombrero de copa, fue Nadine, quien no solo inició el evento, sino que incluso se mandó con un discursito politiquero, soslayando y borrando de un plumazo a la ministra que no cuenta con sus simpatías.

No es difícil comprenderlo, la verdad. El poder marea. Y aturde. Y hasta emborracha, como bien dice el suegro de la susodicha. Y eso es lo que le está pasando a Nadine Heredia, quien en su momento fue la mejor consejera política de Ollanta Humala. La que le hizo optar por la hoja de ruta. La que le hizo romper con la izquierda radical. La que le distanció temporalmente de su disparatada familia. Más todavía. De ser el activo político más carismático y relevante del gobierno, ahora se está transformando en la Eliane del nacionalismo. Y ella, ni cuenta.

Peor todavía. En declaraciones a Verónica Ramírez Muro, de BBC Mundo, afirma ser víctima de una concentración de poderes fácticos que cuestiona el trabajo que realiza. Tal cual. Más todavía. Encima percibe un machismo agazapado conspirando contra ella, en lugar de sostener una mirada autocrítica. “Hay ciertos poderes que han atacado mi participación social y política, buscando en simultáneo desvirtuar mi trabajo y disminuir el del presidente de la República. El machismo no es ajeno a este accionar, pues para muchos de los que me atacan, el papel de la mujer debe limitarse a cuidar de la casa y de los hijos. Les es insoportable ver a una pareja trabajando juntos”, se queja ante BBC Mundo.

Pobre. Está ciega. Nadine no ve errores propios, sino complots propiciados por grupos mediáticos, cardenales antipáticos, fujimoristas y apristas coludidos, y qué sé yo. No es capaz de sopesar las consecuencias de sus actos. La que está mal no es ella, sino los demás, los machistas camuflados, quienes la critican, en su opinión, sin fundamento, injustamente, calumniosamente, con el propósito único y malévolo de destruir la democracia. Y en ese plan.

En consecuencia, “el régimen no llega extenuado a la mitad de su mandato por haberse atrevido a tomar decisiones impopulares, sino por haber cometido reiteradas tonterías que han ido drenando sus reservas políticas”, como comentó hace unos días el periodista Juan Carlos Tafur, a propósito de los devaneos de Heredia.

Así las cosas, a ver si alguien le dice a Nadine que nadie le está pidiendo que se quede callada, o que se cruce de brazos, o que deje de ser todoterreno, ni que opte por la inacción. Ni siquiera se le reclama que deje de influir en su marido. Eso sí. Si puede recuperar la compostura y sencillez perdidas, el país entero se lo va a agradecer. Digo.

Publicado en Hildebrandt en sus trece. Columna La Divina Comedia.


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.