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El patrono de los pederastas

Publicado: 2014-04-28

Uno de los primeros informes de la KGB sobre Karol Wojtyla, cuando fue elegido Papa en octubre de 1978, a la edad de cincuenta y ocho años, decía: “Los camaradas polacos consideran que Juan Pablo II es más reaccionario y conservador en asuntos eclesiásticos, y más peligroso a nivel ideológico, que sus predecesores”. De hecho, el reporte no estaba muy descaminado. Más adelante añadía que, cuando Wojtyla era cardenal, “se destacaba por sus opiniones anticomunistas”.

Y fue así. El polaco fue uno de los personajes que más influyó en la caída del comunismo. Fue, además, el papa número 264, el primer pontífice no italiano elegido en quinientos años, el del reinado más largo de la historia (casi 27 años) después de Pío IX (quien duró 31 años). Asimismo, fue un viajero infatigable (solamente a América Latina viajó en 24 ocasiones) y sus visitas fueron verdaderos fenómenos de masas. Y fue el primado que condujo a la iglesia Católica por los caminos de una ortodoxia férrea y de dogmas inflexibles.

Como sea. El día de hoy, en tiempo récord, será elevado a los altares. Su proceso de beatificación se cerró en mayo del 2011, y se le atribuyen dos milagros. Sin embargo, no todos los católicos están de acuerdo respecto de su súbita santificación. Hay quienes le cuestionan, por ejemplo, haber excluido de la iglesia a los sectores progresistas y a los simpatizantes de la Teología de la Liberación, a quienes se persiguió, acosó, humilló y censuró. Y en algunos casos, hasta se les excomulgó. O están, por cierto, quienes le señalan su trato afable con dictadores, como Pinochet. Y están, todo hay que decirlo, quienes le enrostran el bloqueo que sufrió el proceso de canonización de monseñor Óscar Arnulfo Romero, de El Salvador, aparentemente por razones ideológicas (Romero era un cura de izquierdas y defensor de los derechos humanos que fue asesinado por denunciar la represión del gobierno).

En fin. “Se decantó por una línea de iglesia y dejó de lado otra que también existe”, como le dijo Raquel Mallavibarrena, miembro de la Coordinadora de Redes Cristianas, a BBC Mundo.

Pero hay señalamientos más serios que los anteriores, en mi pequeña opinión. Pues si algo caracterizó al papado de Juan Pablo II fue el encubrimiento cómplice y sistemático de los casos de pederastia clerical, haciendo de ello una política institucional. Nunca habló de ello. Por el contrario, fomentó el secretismo. Y junto con su séquito de colaboradores conservadores, extraídos de las filas del Opus Dei, Communione e Liberazione y los Legionarios de Cristo, fomentó la cultura del secretismo. Para salvaguardar a la iglesia del escándalo.

El Vaticano de Wojtyla siempre permaneció pasivo, fingiendo que el problema de la pedofilia no existía. Es más. Les sugiero que traten de encontrar citas del Papa condenando el fenómeno, y constatarán que el abuso sexual en el clero es un tema prácticamente ausente en la biografía de Juan Pablo II.

Y no es porque no le llegase la información, como sostienen algunos. Porque la data sobre los delitos sexuales de curas llegó al Vaticano por torrentes desde 1985, muchísimo antes de los reportajes del Boston Globe, del 2002, que es el medio que destapa la olla del abuso serial por parte de clérigos pederastas. Es más. Que el Papa hiciera caso omiso a los sobrevivientes de abuso sexual fue como una señal para el resto de la jerarquía eclesiástica. Así las cosas, los obispos decidieron no abordar este cáncer de manera pública, y muchos prefirieron arreglar “por lo bajo” con las víctimas. En consecuencia, rara vez se expulsó a curas depredadores; simplemente se les trasladaba de diócesis. Porque así fueron las cosas bajo el gobierno de Juan Pablo II, el santo.

Sí, el caso de Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo, y hombre cercanísimo a Juan Pablo II, es el más emblemático. Y el más aspaventoso. A él lo llamó “eficaz guía para los jóvenes”, en 1994, cuando ya se conocía en Roma de un grueso legajo de denuncias contra el religioso mexicano. Pregúntenle, si no, al papa emérito Benedicto XVI. O al secretario de Estado de entonces, Angelo Sodano. Pero claro. Lo de Maciel no fue un caso excepcional.

Tomado de La República. Columna El ojo de Mordor.


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.