#ElPerúQueQueremos

Hitler y la Solución Final (II)

Publicado: 2014-05-02

Comentaba la semana pasada, en estas mismas páginas, el libro Hitler, los alemanes y la Solución Final, del inglés Ian Kershaw. Ahí se da cuenta de una importante conferencia llevada a cabo en Stuttgart, en 1984, en la que la mayoría de expertos que participaron en ella llegaron a la conclusión de que debió existir una orden de Hitler para implementar la Solución Final en algún momento de 1941. Se estima que fue en ese año, pues según afirman los historiadores y los especialistas, el programa exhaustivo de exterminio de los judíos de Europa se desarrolló entre el verano de 1941 y el verano de 1942, “como un proceso de escalada y con diversos impulsos de aceleración”.

Y claro. Basta echar un vistazo al régimen horrendo del nazismo para inferir que, cuando tuvieron que tomarse las decisiones más cruciales, Hitler asumió un rol protagónico en todas ellas: el boicot de 1933, las Leyes de Nuremberg de 1935 y el pogromo de 1938. En consecuencia, es casi imposible que las cosas hayan sido distintas durante el lapso de 1941 y 1942, cuando se ejecutó la aniquilación en masa de los judíos.

Más todavía. Adolf Eichmann, el director de la Solución Final, y Rudolf Hoss, el comandante de Auschwitz, afirmaron después de la guerra que las órdenes que recibieron para aplicar la Solución Final vinieron directamente del Fuhrer. En consecuencia, aun cuando todavía no se tengan rastros escritos de una orden explícita de Hitler, su papel fue decisivo e indispensable para el despliegue de la Solución Final de la Cuestión Judía.

El otro aspecto que aborda la investigación de Kershaw es la actitud del pueblo alemán respecto del régimen nazi. ¿La mayoría de los alemanes eran nazis confesos? ¿O acaso era gente que se sentía intimidada y ocultaba sus verdaderos puntos de vista? ¿O quizás se produjo un fenómeno mediante el cual se produjo una aceptación parcial del nazismo? ¿Fueron la pasividad, la resignación y la indiferencia un rasgo sustantivo de los alemanes de entonces? ¿La actitud del pueblo teutón se caracterizó por el “encogimiento de hombros”?

Y aquí es cuando uno se queda con una inquietante sensación. ¿Por qué los ciudadanos alemanes no expresaron la más mínima queja o resistencia ante el genocidio de los judíos? ¿O ello se explicaría porque la sociedad alemana de la guerra estaba “masificada”, así como manipulada y reprimida hasta la uniformidad, debido a “una potente combinación de propaganda y coacción”? ¿Cómo debe interpretarse la no reacción ante la persecución de los judíos? ¿Como displicencia, apatía, “indiferencia moral”, abulia, falta de interés?

Otros hechos importantes deben sumarse también a esta exégesis. Como, por ejemplo, aquella que subraya Kershaw sobre “la actitud ambivalente y dubitativa del papado, de la jerarquía católica y de la cúpula de la iglesia evangélica respecto a la Cuestión Judía. Aunque, valgan verdades, algunos pocos curas católicos sí sacaron cara por los judíos. Pero claro. Se trataron de hechos aislados. “La abrumadora mayoría de sacerdotes y pastores se abstuvo de realizar comentarios públicos y permitió que la persecución de los judíos pasara por su lado sin abrir boca al respecto”, apunta Kershaw. La Cuestión Judía, en síntesis, fue poco importante para la iglesia católica alemana. Y en general, la persecución de los judíos, por terrible que parezca, no despertó el mínimo interés en la inmensa mayoría de alemanes durante los años de la guerra.

“La Solución Final (…) no habría sido posible sin la apatía y la indiferencia generalizada, que fue la respuesta común a la propaganda del odio. Y, finalmente, no habría sido posible sin el silencio de las jerarquías de la Iglesia”, señala Ian Kershaw.

Así, llegados a este punto, volvemos a plantearnos otra inquietante pregunta. ¿Cómo un país moderno y culto pudo consentir el aniquilamiento sistemático de todo un pueblo con el pretexto de tratarse de “judíos”?

El resultado, como saben todos, fue brutal y sanguinario. “A finales de 1942, había sido asesinada ya una proporción muy importante de las víctimas del Holocausto, cerca de cuatro millones según cálculos de las SS”, relata Kershaw, quien concluye que, “el odio fue lo que construyó el camino hacia Auschwitz, y la indiferencia lo que lo pavimentó”.

Publicado en Hildedrandt en sus trece. Columna La Divina Comedia


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.