#ElPerúQueQueremos

ilutración: flickr de kathleen

Rosas y espinas

Publicado: 2014-06-02

El legislador fujimorista Julio Rosas señala a Carlos Bruce de ceder ante un conflicto de interés. Como Bruce es gay, infiere, no puede promocionar una ley de unión civil en el Parlamento. Tal cual. Y dice más, claro. Que si transamos en esto (aprobar una ley de unión civil, o sea), “luego le daremos derechos al pedófilo”. O que no podemos permitir que la ideología homosexual avance en nuestro país. O que el 80% de peruanos está en contra de la unión civil. Y así.

Como sea. Uno escucha a Rosas, y a los miles de peruanos que piensan y ven las cosas como él, y bueno, qué quieren que les diga, uno se siente rodeado de mentalidades jurásicas. Y hasta primitivas. Para las cuales el dogmatismo y las creencias por imposición prevalecen sobre el pensamiento libre y crítico. Porque en el Perú pareciera más importante que nos digan qué pensar y cómo debemos vivir. Casi, casi como si nos quisieran adoctrinar, e inculcar códigos cristianos e intemperantes y fanáticos, capaces de mostrarnos la verdad única y aplastante a través de la “revelación”, la “tradición” o la “autoridad eclesiástica”.

Porque a ver. Si viviésemos bajo un Estado laico, aquella fe que le resuelve las dudas a Rosas y a Cipriani y a Martha Chávez y a Rafael Rey, no dejaría de ser un asunto relevante. Sería solamente importante, eso sí, para quienes tienen un dios en el cual creer fervientemente, y no para todos, es decir. Porque, si no quedó claro, el Estado peruano no es católico. Tampoco es musulmán. Ni judío. Es laico.

Así las cosas, quienes viven y predican una religión, tienen todo el derecho de hacerlo en un Estado laico. Pueden creer en seres que crean el universo y explican nuestro mundo. Y todos los mundos, si quieren. O pueden adoptar como verdades absolutas que existe un paraíso, o un infierno, o un purgatorio, o que hay ángeles que custodian nuestros sueños. Algunos dirán que esa es su manera particular de aliviar miedos o atenuar el efecto que produce la muerte. Porque claro. A veces es más fácil dar rienda suelta a nuestra imaginación que plantarle cara a la realidad. Pero finalmente, qué importa. Si quieren creer en ello, están en su derecho. Cada quien puede creer en lo que le venga en gana.

O como decía Einstein: “No creo en un dios personal (…) Tampoco creo que el individuo sobreviva a la muerte de su cuerpo. Son creencias originadas por el miedo de lo más ridículas. (…) Si hay algo en mí que pueda ser denominado ‘religioso’, es la admiración sin límites por la estructura del mundo hasta donde la ciencia nos ha revelado por el momento”.

Pero a lo que voy. Uno tiene que aprender a respetar que existen individuos que mantienen diferentes puntos de vista; o que hay personas de otras razas y de desigual condición social; o que tienen una orientación sexual distinta a la de uno. Y esos sujetos, por ser diversos, no son ni mejores ni peores que el resto. Y todos los ciudadanos debemos tener los mismos derechos. ¿Es tan difícil comprenderlo?

Solamente un dogmatismo integrista, envilecido por el fanatismo, puede pretender atribuirse la potestad de imponer su religión a los demás, ya sea usando el poder político o las instituciones del Estado. Porque a ver. Un poder que se manifieste a través de la prohibición es y será siempre despreciable e indigno de obediencia, como le leí al español Antonio Gala. Pues eso de prohibir lo hace cualquiera, digo. Y ya ven, cuanto más ignorante es uno, más rotundo se pone. Y más inflexible, tozudo, exaltado, sectario. E intolerante.

Me queda claro que el hábito de creer en dioses se hereda. Y en el Perú, ya saben, hemos nacido con el catolicismo a cuestas y, de paso, con su dios implacable, por lo que será muy difícil para quienes aspiramos a vivir en un Estado realmente aconfesional, en el que se respeten los principios del laicismo, hacer valer nuestros derechos y nuestros legítimos reclamos. Pero es una batalla que hay que librar. Cueste lo que cueste. Aunque el alma no se encuentre en el cerebro. Y aunque Rosas no encuentre esto último.


Publicado en Hildebrandt en sus trece. Columna Divina Comedia.


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.