#ElPerúQueQueremos

Un país de pus

Publicado: 2014-07-04

Si Ollanta Humala fuese un estadista, vería como una oportunidad única la crisis que ha reventado con la desenfadada corrupción en las regiones. Como una oportunidad para hacer la diferencia e introducir cambios radicales, que apunten a ponerle coto a la venalidad desembozada. A esa que es aliada del narcotráfico, que asesina con sicarios rentados, que extorsiona, que fabrica licitaciones amañadas, que roba, que rapiña y saquea y malversa y defrauda y depreda a vista y paciencia del Perú entero.

Si Ollanta Humala fuese un estadista, dije. Pero claro. Ya lo saben. Humala tiene de estadista lo que el Pato Donald tiene de locutor de noticias en una radio respetable. O algo así. Porque a la luz de lo que hemos conocido en las últimas semanas, podemos inferir que la corrupción y lo que se llama “institucionalidad” se tutean como si fuesen yuntas de toda la vida. ¿Y el jefe de Estado? Ni enterado, oigan.

Confieso que cuando me fui informando, a través de los periódicos, de cómo los gobiernos regionales están sólidamente asociados a prácticas criminales y funcionan como si se tratasen de organizaciones mafiosas, contratando asesinos a sueldo, chuponeando a los adversarios políticos, alquilando jueces infectos, me removí incómodo en el asiento y sentí algunas arcadas. No porque me agarrara de sorpresa ni mucho menos, porque hay que ser muy inocente o muy tetudo para no sospechar que, donde existen autoridades políticas inescrupulosas que manejan ingentes recursos sin una adecuada fiscalización, la moral se relaja, o simplemente desaparece.

Mi malestar al irme percatando de toda esta inmundicia, junto al resto de mis compatriotas, fue constatar, una vez más, la desidia gubernamental, que es enervante y supina. Y encima, olímpica. O no se han dado cuenta las señoras y señores del nacionalismo gobernante que, los paradigmas del crimen organizado nacen usualmente del aparato estatal, y que si ello es algo que se ha vuelto recurrente significa que las cosas no están funcionando bien. Y si las cosas no están funcionando bien, o están empeorando, digo, entonces hay que hacer cambios profundos y eficaces. ¿O alguien cree que la situación mejore de súbito tras las elecciones regionales y locales de octubre?

Y a mí, ni me miren, porque si me preguntan, lo que se viene, me temo, es máscorrupción y más crimen organizado. Ese es el panorama que nos depara el destino próximo y cercanísimo. Ser un Guatemala, pero más grande. O un México, pero en chiquito. Porque mientras no tengamos un presidente de verdad y un Congreso aunque sea regularón, y partidos políticos con cuadros técnicos y espíritu responsable, pues seguiremos en las mismas. Con instituciones precarias, de tecnopor, que nos conducirán indubitablemente a un debilitamiento de la democracia, y de ahí, adivinarán, saltaremos a la anarquía. Para lo cual, ya nos falta poco, creo.

La corrupción agrieta la democracia. La mina, la socava, la carcome. Y puede acabar con ella, si no se le pone freno. No solo la corrupción logra tal cosa, claro. También hacen lo mismo la impunidad, la ausencia de fiscalización, la complicidad del Poder Judicial, la inercia del Parlamento, la falta de medidas de control que paren en seco esta enfermedad que viene haciendo metástasis ante la indolencia y abulia palaciega.

“La corrupción es un mal de la noche”, escribió hace poco Richard Webb, y su frase me pareció ingeniosa al momento de leerla. Pero al darle una segunda lectura, desde mi condición de peruano, la expresión se quedó algo corta, en mi pequeña opinión. Porque en el Perú, qué quieren que les diga, en el Perú la corrupción actúa particularmente de día y a plena luz, porque es prácticamente parte de nuestra “normalidad”. ¿O hay alguien que quiera debatir este aserto?

Por eso no dejo de sonreír cuando algunos reputados economistas nos entretienen con sus cálculos y proyecciones sobre si vamos a crecer cuatro y ya no seis porciento, como si ello fuese lo realmente importante. ¿O es que estos señores de preciosas corbatas no han colegido todavía que, el desarrollo económico no está garantizado en países con características disfuncionales como el Perú, donde la corrupción hace rato que dejó de ser un problema menor, porque hoy se ha convertido en el principal?

Tomado de Hildebrandt en sus trece. Columna Divina Comedia


Escrito por

Pedro Salinas

Escribe habitualmente los domingos en La República. En Twitter se hace llamar @chapatucombi. Y no le gustan los chanchos que vuelan.


Publicado en

La voz a ti debida

Un blog de Pedro Salinas.