Han pasado como cuarenta años desde que lo leo y hace poco nomás me enteré de la oculta verdad. Ocurrió meses atrás, cuando aguaité por internet que este 2014 cumpliría setenta y cinco años. Me refiero a Batman. Y a su origen real, claro. Porque no sé ustedes, pero yo siempre creí que, así como Joe Shuster y Jerry Siegel fueron los indiscutibles inventores de Superman, Bob Kane (1914-1998) lo fue de Batman, pues siempre firmó su exclusiva paternidad.

Pero ahora resulta que no. Que no es del todo cierto. Kane no fue el único autor del encapotado. No obstante, acaparó la fama y mantuvo recóndito al otro creador.

Pues sí. Desde que tengo memoria, siempre se contó la historia de que, todo comenzó en Nueva York, en 1939, con un editor y un dibujante tomando unas copas un viernes por la noche. El editor era Vincent Sullivan, de National Publications (que luego se transformaría en Detective Comics), y el bisoño artista, Robert Kane, a quien se le planteó el reto de engendrar a un personaje que compitiese con Superman.

Para motivarlo, Sullivan le adelantó a Kane que Shuster y Siegel ya estaban ganando ochocientos dólares por semana, cada uno, mientras que él ganaba un promedio de cuarenta dólares. Así las cosas, ese fin de semana en el Bronx, en casa de sus padres, donde vivía, se habría encerrado para forjar al nuevo héroe. Supuestamente, contemplando el ornitóptero, la máquina voladora de Leonardo Da Vinci, se habría inspirado en el diseño del traje del sombrío justiciero. Esa era una versión.

Otras tímidas explicaciones daban cuenta de que un amigo de Kane, vecino suyo en el Bronx, le habría ayudado en el esfuerzo. Y hoy resulta que dicho amigo, Bill Finger, mantenido en el más absoluto anonimato hasta la fecha, fue en realidad quien dotó de sus principales características a Batman, aquellas que le convirtieron en una de las figuras más connotadas de la cultura popular actual.

Bill Finger nació en 1914, y vivió sumido siempre en la más profunda pobreza. Durante el día vendía zapatos, y durante la noche se zambullía en libros que le hacían vivir otras vidas. Su aspiración máxima era ser escritor. A Bob Kane le conocía de su barrio. Y Kane sabía del talento de Finger, pues antes le había pedido ayuda eventual para otros trabajos. Hasta que, aquel fin de semana decisivo, Kane le propuso formar equipo para sacar adelante el proyecto encargado por Sullivan.

El primer boceto dibujado por un ambicioso y entusiasta Kane mostraba a un superhéroe de antifaz, enfundado en un traje rojo. Fue ahí donde intervino Finger, decantándose hacia lo opuesto que encarnaba Superman, quien era el prohombre a emular. Así, Finger no solo imaginó a Batman, como una vengadora criatura de la noche, que se desplazaba sin ser vista, tal cual le conocemos en la actualidad, sino que, además, plasmó la ciudad de Gotham, al Comisario Gordon, a Robin, al Joker, a Catwoman, al Espantapájaros, a Dos Caras, al Acertijo, y así.

Y fue Finger, desde su exuberante fantasía, quien explica elocuentemente el comportamiento vindicativo y justiciero del Caballero Oscuro a partir del asesinato de sus padres, a la salida de un cine. A partir de ese luctuoso hecho, que lo marcará para siempre, Bruce Wayne, el alter ego del hombre murciélago, invertirá buena parte de la fortuna heredada de su familia en convertirse en un acucioso investigador y en uno de los luchadores más diestros en las diversas formas del combate cuerpo a cuerpo.

Acabo de leerme los primeros cincuenta números de Batman, donde se esbozan los elementos básicos que acompañarán el universo del vigilante encapuchado de voluntad inquebrantable. Y créanme. Constatar, una y otra vez, la omisión del nombre de Finger en los créditos, me parece a todas luces una injusticia clamorosa, atroz e irreparable.

Y no deja de desconcertarme la mezquindad de Kane, quien recién en 1989 deslizó que Finger debió tener más reconocimiento que el que tuvo. “El que tuvo”, adivinarán, es un eufemismo de mal gusto. Porque no tuvo ninguno, pese a que Finger escribió los guiones de Batman desde el primer número y durante veinticinco años, hasta que murió en 1974.

Como sea. En la portada del nuevo Detective Comics #27, que conmemora el aniversario 75 de Batman, aparece por primera vez la firma de Bill Finger junto a la de Bob Kane. Un desagravio tardío, digamos. Pero desagravio, al final de cuentas.