Si no es por la insistencia del periodista Diego Salazar, de Perú21, no reparaba en ello. Por dios. Es que hay semanas más complicadas que otras, y bueno, ya saben. No hay tiempo a veces para leerlo todo.

 

Pero con crisis política o sin ella, no podía dejar de dedicarle unas breves líneas a nuestro alcalde, quien, una vez más, ha demostrado por todo lo alto que no tiene ni gracia ni grandeza.

 

Y es que el discurso con el que se mandó en España, cómo les explico, no se entiende ni poniendo por excusa al calentamiento global. “Tierras ubérrimas”. “Lima, país interesante”.“Mentalidad cero”. Y ya se habrán enterado, ustedes antes que yo, de todo lo que dijo, rematando con una retahíla de “etcéteras” a manera de cierre de todas y cada una de sus huachaferías y derrapadas. Como quien va de conferencista por la vida, dando lecciones, en plan de coach.

 

Qué bestia. Y cuánta vergüenza ajena. Porque a la vista de este inolvidable discurso, lo que queda en evidencia es que hay que regenerar no solo la sintaxis y los conceptos y las oraciones de nuestro burgomaestre, sino también sus neuronas.

 

Porque no es que el asunto quedó en una metidita de pata, y ya. No. Ojalá así haya sido. Pero fue así todo el rato. Yen ese plan.

 

En fin. Que descansen en este feriado. Y a Castañeda, Señor, perdónale porque no sabe lo que dice. Ni lo que hace.