Pensé que Sandro Moroni, el actual superior general del Sodalitium Christianae Vitae, iba a hacer la diferencia. E iba a tomar al toro por las astas. Sin titubeos ni zigzagueos y sin que le tiemblen las piernas. Pero me equivoqué de cabo a rabo. Me retracto de lo que dije en estas páginas y hasta de lo que deslizo en la parte final de Mitad monjes, mitad soldados.

 

En las conversaciones que sostuve con él (en persona, por correo y telefónicamente) me pareció percibir una intención real de cambio, además de aceptación de todo lo que ya es público. Pero nada. Ya lo dije. Mi percepción resultó distorsionada. Y lo digo porque leí la entrevista que le concedió a Sandra Belaunde en las páginas de El Comercio, donde casi todo lo que dice ahí o no es exacto o son medias verdades o advierten un velado ánimo leguleyo con el propósito de proteger al pederasta.

 

“Tenemos que actuar en el marco de la ley y estamos en pleno proceso de investigación*. Si se prueba que cometió estos delitos, tomaremos medidas según la ley y en coordinación con la santa sede”, dijo Moroni. Y a mí eso me provocó una arcada, les confieso. Porque al mexicano Marcial Maciel no pudieron “probarle” sus abusos sexuales. Lo mismo que al chileno Fernando Karadima. Porque no hay forma de probar crímenes sexuales perpetrados hace más de veinte años. Bastaron que los testimonios sean verosímiles y creíbles.

 

Por lo demás, a pesar de todas mis diferencias con el cardenal Cipriani, desde Chile lanzó una frase que es una verdad tan grande como la catedral: “La situación de Figari la decide su superior”. O sea, Sandro Moroni, si no quedó claro.

 

Si Alessandro Moroni creyese en la justicia, o en la necesidad de que la verdad vea la luz, o en la caridad y reparación hacia las víctimas, la cosa ya estaría zanjada. Porque lo que hay que decidir es una cuestión de sentido común, digo. Lo primero que debería hacer, si me preguntan, es expulsar a Luis Fernando Figari. Eyectarlo al infinito y más allá. Lo segundo que debería hacer es, adivinarán, refundar al Sodalicio, porque aun expectorando a la manzana podrida el diseño y estructura de la organización se hizo a imagen y semejanza del fundador. En consecuencia, una institución creada para el abuso del poder, por más cambios cosméticos que se le hagan, va a replicar más temprano que tarde los vicios que ya conocemos. Es así.

 

“Tengo muchos defectos, pero no miento”, le dijo Sandro a Sandra. Pero está claro que Moroni sabe omitir astutamente algunas cosillas. Cuando Sandra Belaunde le pregunta si ha sido víctima de algún tipo de abuso, obviamente no se refiere solamente al sexual, sino al físico o psicológico. Y él afirma que “nunca”, cuando el autor de estas líneas, que ha vivido bajo el mismo techo que Sandro en las casas de formación de San Bartolo, ha sido testigo de más de un abuso de poder contra él. Y lamentablemente, en el marco de la investigación que acabo de lanzar con el sello de Planeta y la eficaz colaboración de Paola Ugaz, me vengo enterando que, con el tiempo, Sandro, de ser un tipo bueno, se convirtió en un ejecutor de abusos físicos. Ahí están por testigos el sodálite (en actividad) Carlos Arturo Tolmos, y los ex sodálites Óscar Osterling y el colombiano Alejandro Pereira, entre otros.

 

Si Sandro no es capaz de darse cuenta de que la obra no puede separarse de su fundador, significa que él también ha sido dañado, malogrado, que sigue formateado, que le importa más la imagen de la institución que el sufrimiento de las víctimas. Porque a ver. Si no quedó claro, el esbozo y la armazón del Sodalitium es el reflejo de las depravaciones, la ideología fascista y la cosmovisión despótica de Figari. Y que no me vengan con que, independientemente de que Luis Fernando Figari haya sido un hombre perverso y cruel, además de pederasta, su obra y su carisma mantienen “una inspiración divina”. ¡Por dios! ¿De verdad están creyendo eso?

 

Si Figari, Doig, Murguía, Daniels, y otros depredadores sexuales cuyos nombres todavía no han sido revelados, hicieron lo que hicieron se debió a que la arquitectura del Sodalitium propicia el abuso de poder y otras atrocidades, como el abuso sexual, que es apenas un síntoma. Pues hay más cosas que suelen soslayarse. Como el maltrato psicológico, además del físico. La anulación de la conciencia y del espíritu crítico y de independencia. O la pérdida de la libertad. La represión que suele ser nociva. La doble moral. El secretismo. La violación de la correspondencia. El infantilismo. La despersonalización. El pensamiento único. Y podríamos seguir, porque la lista es larga.

 

Ello explica, en parte, por qué los indignados y rebeldes –que me consta que los hay– no se manifiestan ni protestan, cuando es el momento de hacerlo. La respuesta salta a la vista. Porque están todavía bajo coacción psicológica, y se les ha incrustado el chip de no cuestionar a la autoridad, porque la peor falta para un sodálite es desobedecer. Y contradecir públicamente a un superior es algo inimaginable en la idiosincrasia sodálite.

 

Pregúntenle, si no, a la exfraterna Rocío Figueroa, quien, además de ser víctima, descubrió la doble vida de Germán Doig. Pregúntenle, si no, al sacerdote Jean Pierre Teullet, quien ha denunciado incansablemente los excesos de Figari y fue quien presionó para que el Sodalitium rectificara su primer comunicado. La primera, terminó autoexpulsada porque fue vapuleada inmisericordemente por la propia institución. Y el segundo, me temo, correrá la misma suerte muy pronto.

 

El Sodalitium, si aspira a ser una asociación religiosa de bien, requiere de una auténtica conversión. Y ello pasa, ya lo dije, por dos cosas: por la expulsión de Figari y por una refundación radical. Ahora bien, como están las cosas, añadiría una tercera: la remoción de Alessandro Moroni. Por incompetente. Por cobarde. Y porque no ha sabido estar a la altura del crucial desafío que le exigía el momento actual.

 

*Después de escuchar las alucinantes y delirantes declaraciones del “Visitador”, quien pareciera estar más atento a los “lonchecitos” que a las víctimas, ya podemos adivinar el tenor de las conclusiones que se remitirán a las autoridades vaticanas.


TOMADO DE LA REPÚBLICA, 30/10/2015