Víctor Huapaya Quispe: Continúa desaparecido el presidente del Tribunal Eclesiástico, cuyo moderador es el cardenal Juan Luis Cipriani. Huapaya, de las filas del Opus Dei, sigue siendo, por cierto, uno de los personajes más buscados por los periodistas que han venido siguiendo el caso. Es “El Chapo” Guzmán de esta historia. En septiembre del 2011 me dijo en mi cara pelada que iba “a investigar”, “no te preocupes”, “cualquier cosa te consulto”, “aquí está mi celular y mi correo electrónico”. Y así. Luego de ello, la tierra se lo tragó. ¿Estará vivo?

 

Luis Gaspar y Natale Amprimo: El cardenal los ha puesto a un costado después de haber hecho el papel de bufones de la corte ciprianesca. Ambos salieron a decir por allá y por acullá que el Tribunal Eclesiástico “no tiene competencia” en este caso porque el Sodalicio es una Sociedad de Derecho Pontificio y, por lo tanto, depende exclusivamente de Roma. Y que, como Luis Fernando Figari es laico el arzobispado de Lima no tiene vela en este entierro. O algo así. En consecuencia, si el cardenal y su Tribunal Eclesiástico no hicieron nada, estaba justificado. Así las cosas, quisieron lavarle las manos y enfatizaron que lo que tenía que hacer el arzobispado, lo hizo. Enviar a Roma las tres demandas que acusan a Figari de abusos sexuales a menores de edad. Punto. Con lo cual quedó grabado y registrado que el arzobispado no hizo nada sobre el particular. Ni siquiera tuvo la gentileza de llamar o escribirle a las víctimas diciéndoles que “se equivocaron de ventanilla”. Ni siquiera eso.

 

Juan Luis Cipriani: Es el más descolocado de la foto. Cuando vio que la investigación periodística da cuenta de que las denuncias se formalizaron en el 2011, y hasta el 2015 no había hecho nada, insistió en que las denuncias las había derivado al Vaticano. Pero hizo una movida adicional, como para curarse en salud. Desde su púlpito radial en RPP, emplazó públicamente al superior general del Sodalicio, Alessandro Moroni, para que separe a Figari de la institución. Y se lo dijo en su tono característico, ya imaginarán. Como cuando Harry el Sucio decía sin pestañear y apuntándote con su Magnum 44: “Jódeme, amigo, y patearé tu trasero tan fuerte que tendrás que desabrocharte el cuello de la camisa para cagar”. Más o menos así. Para asegurarse, luego se reúne privadamente con él y le suelta otra, siempre en plan Clint Eastwood: “Si quieres ganar el juego, más te vale conocer las reglas”. Bueno. No le dijo eso exactamente, pero debe haber sonado así. Ese día se fue tranquilo a su casa, hasta que al momento de prender su televisor se topó con la carota del abogado Armando Lengua defendiendo públicamente a Figari. El mensaje era muy claro. Figari no va a hablar. No va a dar la cara. No va a renunciar al principio de la prescripción porque no quiere que lo investiguen. Y se va a zurrar en Cipriani, en su superior general, en la Conferencia Episcopal, en laFiscalía, en la prensa, en su propia institución, en las víctimas, y en el chichi de la Bernarda.  

 

Alessandro Moroni: Es el Túpac Amaru de esta película que todavía no ha acabado. Y sus cojones están en cuestión. Además de su liderazgo, claro. Muchos sodálites lo observan ahora como si fuese uno de los alienígenas de Rosswell. Aunque, eso sí, su expresión de Buda feliz ha desaparecido de su rostro. Tenía todas las intenciones de expulsar a Figari, pero se ha topado con fuerzas muy importantes y desconocidas hasta este momento para él. Mala cosa. Lo cierto es que existen facciones internas que exigen la eyección de Figari. Cartas abundantes rogándole a Sandro que actúe, y que han sido firmadas por sus profesos laicos y por sus curas sodálites, y por sus adherentes y agrupados y demás miembros de la denominada Familia Sodálite. Pero nada. Sandro se ha dado con la sorpresa de que por más que se esfuerce en jalar del mango a la espada clavada en la roca, no tiene los dones que tuvo Arturo sobre Excálibur.

 

Fortunato Pablo Urcey: Después del ridículo público que hizo a través de las ondas de RPP, no ha vuelto a declarar. Me imagino que ya se habrá dado cuenta de que su destino como Visitador eclesiástico en el caso Figari estará marcado por la ley de Murphy. Y por la fatalidad. Anunciar que no va a investigar, que no piensa interrogar a Figari ni conversar con las víctimas, sino enfatizar que su labor en seis meses simplemente se ha reducido “a tomar lonchecito” un par de veces en las comunidades sodálites lo ha pintado de cuerpo entero. Y la opinión pública se ha quedado con una percepción congelada sobre este peculiar personaje. Si me preguntan, cada vez que trato de definir el papel que va a cumplir el Visitador Urcey, pienso inmediatamente en la fotografía de Marilyn Monroe sobre la rejilla del Metro. Porque a eso se ha reducido su rol. Al de ser una lágrima en la lluvia. 

 

James Patrick Green: Se trata del nuncio apostólico. Es el fantasma de la opereta. Nadie le ha preguntado nada hasta el momento, ni pretende responder nada. Navega con vela de cojudo en medio de esta tremenda tempestad. Su estrategia actual es hacer el papel del batimóvil escondido en una cueva. No sabe, no opina.

 

Salvador Piñeiro: Quién lo iba a decir. El más diplomático del clero local y amigo de Luis Fernando Figari de los tiempos aurorales del Sodalicio, se las cantó claras a todos. Sobre todo, le enmendó la plana al cardenal. En su estilo críptico, muy vaticano, la Conferencia Episcopal del Perú emitió un pronunciamiento de siete puntos, todos gaseosos, salvo el cuarto. En este decía, en cristiano: Si recibes una grave denuncia como entidad católica, y la misma describe nítidamente la perpetración de un delito, tu acción inmediata debe ser la de acudir a las autoridades civiles para que actúen, y luego, si quieres, envíala al Vaticano. Y lo otro. Si la misma denuncia que señala crímenes sexuales acusa a un laico fundador de una institución religiosa, igual tienes que actuar porque ese laico forma parte de tu jurisdicción y de la institución eclesial.

 

Luis Fernando Figari: Sigue siendo el rey. Y sigue mandando desde su “retiro” en Roma, con su voz de haber movido el abanico en Locomía, custodiado por sus sodálites Gonzalo Len, Ignacio Blanco y Kenneth Pierce. Pero al mismo tiempo no ha dejado de crecer la sensación de que él es, sin ninguna duda, la manzana podrida del cuento. O si prefieren, el árbol malo del cual no pueden salir frutos buenos. Enganchado a su mundo irreal con forma de burbuja es incapaz de escuchar el sonido de su caída, que es como la de un piano cayendo por una escalera.

 

Francisco: Por el momento se encuentra en el lado tranquilo del burladero, como si todavía no supiese que en el Perú ha surgido nada menos que un émulo de Marcial Maciel, lo cual no es moco de pavo. ¿Llegará a pronunciarse sobre el caso? ¿Se meterá en el teletransportador del Enterprise para zanjar este feo entuerto que enloda aun más la imagen de la iglesia católica, y lo deja como un tetelemeque, pues cada vez que habla de “Tolerancia Cero” o de “Protocolos Antipederastas”, suena a demagogia barata? Pues de no pronunciarse en el caso peruano, y de no tomar acciones drásticas, lo de Figari parecerá un encubrimiento más. Uno grosero y burdo.