Pues sí, queridos lectores. La verdad es que aquello que nos enrostra en la cara la prueba PISA, que señala que el Perú está en el último lugar en comprensión de lectura, es una cruda realidad. Y no lo digo de oídas, que conste. Sucede que acabo de revisar, con mucha tardanza, por cierto, una entrevista que concedió Natale Amprimo, el abogado del cardenal Juan Luis Cipriani, a Augusto Thorndike en Canal N a propósito de la investigación que hemos hecho Paola Ugaz y el arriba firmante.

 

Y qué creen. Amprimo es la prueba viviente de que la prueba PISA no se equivoca. Porque a ver. Por lo que le escuché a Natale: o había leído otra publicación o le encargó a alguien que le prepare una ayuda memoria sobre nuestro trabajo, y el asistente, en lugar de leer Mitad monjes, mitad soldados, leyó a Dan Brown.

 

Figúrense que arrancó con la frase: “Ha habido mala fe”. Y a partir de entonces no paró de verter durante casi veinte minutos tantas imprecisiones y tanta bilis que me siento obligado a decir algunas cosas en nuestra defensa. Y de nuestra investigación, que a pesar de sus imperfecciones nos hizo sentir a Paola y a mí que el periodismo a veces vale la pena.

 

En fin. Con el rosario de inexactitudes y de algunos enrevesados embrollos, expresados además con el rostro congestionado, me siento obligado, decía, a enmendar algunas de las flagrantes trapacerías que salieron de la boca de Amprimo. Como, por ejemplo, aquello de que, “en el libro, de manera soterrada, se quiere hacer un símil entre el Sodalicio y el Opus Dei (…) (y) se pretende señalar una suerte de hermanamiento” entre ambas instituciones. Más todavía. Dice que sugerimos que las prácticas de formación entre el Opus Dei y el Sodalitium son análogas. O algo así.

 

Y yo, sinceramente, no sé de dónde ha sacado eso el defensor de Cipriani. Pues para empezar, y está expresado nítidamente y de forma reiterada, Luis Fernando Figari, el fundador del Sodalitium, tenía un discurso privado anti Opus. Y ojo. Eso se destaca tanto en la primera parte como en la sección de testimonios.

 

Y si no me crees, Natale, aquí tengo el texto al lado de mi teclado. Si quieres te lo presto, o te lo regalo, y hasta te lo dedico. Pero no caigas en el golpe bajo y en el artificio, porque, ya sabes, eso va contra el octavo mandamiento. Aunque ya debes conocer el dicho: Un mentiroso es un mentiroso tanto si miente poco como si miente mucho.

 

Bueno. Y respecto de que las prácticas de formación del movimiento de Figari se equiparan a las de la fundación de Escrivá, te cuento, Natale, que las del Sodalicio han sido por décadas muchísimo más radicales que las del Opus Dei y que las de los Sinchis. Y que las de los infantes de marina, si cabe. Es más. Te puedo apostar que los métodos del Opus deben sonarle como un musical de Hollywood a un sodálite que transitó por las casas de formación de San Bartolo en los tiempos en que el propio Figari iba a supervisar personalmente el adiestramiento de sus guerreros de dios.

 

En lo que sí se asemejan, si me preguntas, es en que ambas entidades religiosas son ultraconservadoras y ultramontanas. Pero esa es otra historia. Y no forma parte medular de la línea argumental de la investigación. Por eso es que no entendí hacia dónde iba tu intervención. O tu fantasía.

 

Porque a Cipriani no lo acusamos de encubrimiento, como sugieres. En toda la primera parte de la publicación prácticamente ni se siente la voz de los autores, pues se trata de un relato aséptico sobre hechos. No hay juicios. No hay pareceres. Solo datos.

 

Y a propósito de que el Tribunal “no es competente” y “no puede juzgar a un laico”, ya debes haber leído el comunicado de la Conferencia Episcopal. Ergo, no pienso enrostrártelo en la cara. Pero ya te puedes ir chupando esa mandarina.

 

Finalmente, aquello de que el rol de “Moderador del Tribunal” (que es la responsabilidad de Cipriani en dicha instancia), solo sirve para “proporcionarle papel para la fotocopiadora”, qué quieres que te diga, Natale, que casi me revientas la vejiga con tu desopilante comentario.

 

En fin. Ya pasó. Pero ya sabes, un consejo hasta de un conejo. La próxima vez que vayas a opinar sobre un libro, leerlo es básico. Y si vas a opinar sobre asuntos eclesiales, revisa el Código de Derecho Canónico, y ahí te vas a enterar de que, “el moderador (del Tribunal Eclesiástico) tiene una función de control en la recta administración de justicia cuidando que no haya negligencias, impericia o abusos, incluso adoptando medidas oportunas”. Pues eso.