Si alguno de ustedes transitó por el Sodalitium entre el 8 de diciembre de 1971 y el día de hoy y tiene alguna queja de abuso de poder o abuso sexual, tome nota. Tiene hasta el 19 de febrero para presentar su reclamación. De no hacerlo, calle para siempre.
Esta es la metodología diseñada por la Comisión creada por el Sodalicio de Vida Cristiana (SVC) para zanjar el escándalo que le persigue como una sombra desde fines de octubre del 2000, cuando José Enrique Escardó decidió escribir con ánimo de denuncia las asperezas del rigor, las vejaciones, las amenazas y el maltrato permanente que sufrió al interior del SVC.
Si me preguntan, tengo dos observaciones sobre el particular. La primera es que no me parece tan idónea la conformación de los integrantes. Porque los percibo diplomáticos y afines en el conservadurismo de la organización. Y sobre todo, ya adivinarán algunos, me hubiese gustado ver un poquito más de independencia en la comisión.
Sí, ya sé. No soy quién para entrometerme, pero como existe libertad de expresión y alguito conozco al personal, mi quinteto ideal habría sido así: Óscar Schiappa-Pietra como presidente. Schiappa-Pietra tiene una amplísima experiencia en derechos humanos y ha ocupado diversos cargos directivos y ejecutivos en entidades peruanas y extranjeras. Y algo no menos importante para esta labor especial: conoce a todos los miembros de la denominada “generación fundacional”, pues estudió con ellos y fue alumno de Luis Fernando Figari en el colegio Santa María.
Tener identificados a los personajes es capital, pues por lo que se conoce hasta ahora el modus operandi de los abusos sexuales lo inicia la cabeza de la institución y lo continúa el segundo de a bordo, por lo que habría que investigar si hay más víctimas o victimarios en el llamado “núcleo fundacional”. De hecho, hacia fines de los ochenta se conoció al interior del Sodalicio el primer caso de un abusador sexual de peso que fue denunciado internamente, y no se le expulsó. Hacia dentro simplemente se informó que “faltó gravemente contra la obediencia”, y así se encubrió al depredador. En el Sodalitium saben perfectamente a quién me refiero.
También habría incorporado a Jorge Bruce, destacado psicoanalista, quien en el año 2001 avizoró como un profeta lo que ahora vemos con claridad. “Tengo serias sospechas que detrás de toda esa fachada de puritanismo y represión hay otras cosas. No me cabe la menor duda, y pongo mis manos al fuego de que ahí deben haber, por algún lado –es mi hipótesis–, prácticas de sujeción homosexual. Estoy prácticamente seguro. Me estoy arriesgando con lo que digo, porque no me consta, pero no me sorprendería para nada que así sea. Porque creo que va con el paquete”, vaticinó en el programa de Cecilia Valenzuela.
Y la idea de incorporar a un periodista, para que no digan que soy un aguafiestas, me parece excelente. Pero quizás habría escogido otro perfil. Distinto al del entrañable Miguel Humberto Aguirre, incapaz de incomodar a nadie. Habría elegido uno de investigación, digamos. Tipo Gorriti, Páez, Uceda, Yovera. En este dream team habría añadido asimismo a Gonzalo Cano, psicólogo y ex sodálite, quien ha estudiado el fenómeno de movimientos similares al Sodalicio.
Finalmente, habría coronado el elenco con la inclusión del sacerdote sodálite Jean Pierre Teullet. Pero claro. Por ahí alguien dirá: “Oye, pero ese Teullet es un cura de la institución; ergo, no puede ser juez y parte”. Sin embargo, en este caso estamos hablando del sodálite rebelde que enfrentó al monstruo y que tramitó más de una denuncia contra Figari y conoce al dedillo el accionar institucional, fuera de que no sabe mentir y él sí ha demostrado caridad hacia las víctimas. Me sorprende que no lo hayan considerado siquiera. Aunque, para ser sinceros, a estas alturas ya no me sorprende nada, la verdad.
Mi segunda observación tiene que ver con la famosa casilla. ¿De verdad pretenden resolver este delicadísimo asunto esperando el arribo de quejas empaquetadas en sobres manila? ¿No han sido capaces de detenerse a observar lo que ocurrió con Maciel y Karadima? ¿No se les ha ocurrido que la mayoría de víctimas podría no acercarse a la institución por miedo instintivo? ¿O por recelo? Vamos, espabílense, comisionados. El proceder histórico del Sodalicio hacia las víctimas ha sido siempre virulento y feroz en este tópico: Las agrede. Y procura lincharlas públicamente, embarrando sus nombres. Y los verdugos sodálites son conocidos: Alejandro Bermúdez, Erwin Scheuch, Jaime Baertl, Andrés Tapia, entre los principales.
Lo lógico sería, en todo caso, que la Comisión sea proactiva y le exija al Sodalitium la relación de todos los militantes que han transitado por San Bartolo. ¿Por qué esperar en lugar de salir al encuentro de los abusados por el poder? O como lo dijo Patricia del Río en RPP: “¿Por qué creerles esta vez?”.