Las cosas ya están pasando de castaño oscuro. Fíjense ustedes cómo estará la vaina que, en estos tiempos de calor electoral que se avecinan, a las autoridades civiles de este país de tecnopor no se les ocurre mejor cosa que considerar la posibilidad de archivar el Caso Figari. ¿Por qué? “Por falta de pruebas y de indicios y de testimonios”, y así. Y claro, el asunto viene de esa manera como sugiriendo que ha habido chamba e indagaciones, cuando en realidad de eso, nada. Mientras que en Roma, les puedo apostar, Luis Fernando Figari, el pederasta sodálite, al enterarse de la noticia ya debe estar cantando “qué alegría cuando me dijeron…”

 

Y es que, para ser honestos, el quid de la cuestión no viene siendo la falta de fundamentos o de evidencias, sino la incompetencia. Porque a Pao Ugaz y a mí, les cuento, nos citó Pablo Sánchez después de que el Ministerio Público anunciara que actuaría de oficio en el Caso Figari. Y ojo. El anuncio lo hizo el jueves 22 de octubre. Es decir, el mismo día que presentamos en el Lugar de la Memoria Mitad monjes, mitad soldados, la investigación periodística que acusa a Figari y a su institución, el Sodalicio de Vida Cristiana, de prácticas abusivas contra sus militantes, prácticas que apelan a la coerción y a la manipulación psicológica, al maltrato físico, a la violencia alevosa y brutal, a vejaciones inimaginables, y que en no pocos casos dichos atropellos, ya saben, han degenerado en crímenes sexuales. 

 

La cita con el fiscal que les comento se produjo el jueves 29 de octubre en la mañana, en las oficinas del Ministerio Público que están ubicadas en la avenida Abancay, frente a un local de Hiraoka. Ahí nos recibió el mismísimo Fiscal de la Nación, Pablo Sánchez. Sánchez, para más inri, es un hombre bajito y de lentes, peinado hacia atrás, que luce un terno impecable con un pin dorado en la solapa izquierda y una corbata roja. La máxima autoridad del Ministerio Público nos comenta a Pao y a mí que va a actuar decididamente en el Caso Figari. Y que para ello ha designado a una fiscal hábil y calificada. “Se trata de la doctora María del Pilar Peralta Ramírez”, nos dice. Y añade que ella se contactará con nosotros, pues la idea es usar como “fuente documental” (esas fueron sus palabras) y como punto de inicio de las pesquisas el libro que nos tomó cuatro años y medio de trabajo.

 

Sánchez nos indica además que la búsqueda de información no será fácil y nos advierte de los problemas que pueden presentarse en el camino. Pao y yo le escuchamos con atención, como corresponde. Y le decimos que encantados de colaborar. Él añade que lo más probable es que la indagatoria comience con una visita a la ex casa de Luis Fernando Figari ubicada en La Pinta 130, San Isidro (donde hoy funcionan oficinas administrativas del Sodalicio) con el propósito de verificar que en el segundo piso, años atrás, se encontraba la habitación de Figari en la cual se habrían perpetrado por lo menos tres abusos sexuales a menores de edad.

 

Le dejamos un par de libros, uno para él y otro para la fiscal, nos despedimos cordialmente, y Pao -que no puede con su genio- lo convence de tomarnos un selfie los tres. Como sea. Salimos optimistas porque pensamos que iban a trabajar. Y duro.

 

Pero no. Ni la fiscal nos llamó. Ni visitaron el local sodálite sanisidrino. Ni contactaron con nadie que pudiese arrojar luces sobre las terribles acusaciones que delinean a Figari como “el Maciel peruano”. Y que no me vengan con que “las denuncias son anónimas y no quieren hablar”, pues eso no ha sido así. Varios de los testimonios de Mitad monjes, mitad soldados, luego de la publicación de la investigación, han salido a dar la cara con nombre y apellido. Ahí están el filósofo y escritor Enrique Prochazka (“Bartolomé”, en el libro) y el bloguero radicado en Alemania, Martín Scheuch (cuyo alias es “Matías”), y el colombiano Andrés Felipe Cardona (apodado como “Adriano”).

 

Por lo demás, bastaba una revisión de los medios de comunicación para identificar a exsodálites con disponibilidad para hablar, como José Enrique Escardó, los hermanos Martín y Vicente López de Romaña, Óscar Osterling, el brasileño Josenir Lopes Dettoni, Gonzalo Cano, Jorge Ocampo, y la lista continúa y no es corta. 


Sorprende de igual forma que no hayan tomado contacto con autoridades sodálites, como el superior general, Alessandro Moroni, o el vicario general, Fernando Vidal. O con otros sodálites señalados como encubridores: Jaime Baertl, Emilio Garreaud, Eduardo Regal o Erwin Scheuch. O con sodálites que habrían participado en situaciones extrañas o violentas, como los sacerdotes Daniel Cardó o Jurgen Daum. O con sodálites acusados de pederastas y que habrían salido fuera del país, al igual que Figari, como es el caso de Jeffrey Daniels y Ricardo Treneman. O con familiares de sodálites que tienen mucho que aportar, como Patricia Murguía, Héctor Guillén o Eduardo Alt.

 

Paola Ugaz, en la edición de hoy en La República, le sugiere al Ministerio Público veinte pasos a seguir para que retome con buen pie el camino de la investigación. Ojalá que el fiscal Pablo Sánchez y la doctora María del Pilar Peralta lean las atinadas, urgentes y acertadas sugerencias de Pao.

 

De otra parte, Rocío Figueroa, teóloga y exsuperiora general de las fraternas (rama femenina del Sodalicio), en las mismas páginas de La República, le señala de igual forma a Sandro Moroni un derrotero a seguir.

 

Finalmente, el cardenal Juan Luis Cipriani, como era de esperarse, evitó pronunciarse sobre el caso, señalando que este es investigado por el Ministerio Público. Eso sí. Fustigó con el talante arrogante y petulante que le caracteriza a quienes “adoptan actitudes moralizadoras”, aludiendo a quienes hemos hecho públicas estas denuncias. Para variar, es incapaz de ser empático con las víctimas de tanta opresión, tanta injusticia y tanta mierda.

 

Pero claro. De no darse los pasos necesarios, vamos a llegar a un punto en el que constataremos, una vez más, con la indignación a flor de piel, que el Perú sigue siendo el reino de la impunidad. Quisiera equivocarme, pero vivimos, ya lo dije, en un país de tecnopor, donde las instituciones parecen de papel. Digo.


¡FELIZ 2016 PARA TODOS USTEDES, QUERIDOS LECTORES! 

(menos para Figari, por cierto)