Matías, uno de los testimonios de “Mitad monjes, mitad soldados” (Planeta, 2015), comenta un incidente ocurrido en 1979, “cuando su consejero espiritual era B. Matías narra que, de súbito, B interrumpió la conversación que sostenían para pedirle algo insólito. ‘Me ordenó que me desvistiera por completo y me pidió que abrace una enorme silla que había en la sala donde estábamos, y que fornicara con ella. En realidad, simulé que le practicaba el coito. De hecho, me sentí bastante incómodo. Sentí que se me estaba haciendo violencia interior’”. 

Bueno. Para ir directo a uno de los puntos requeridos por Fernando Vidal Castellanos, superior regional del Sodalicio en el Perú, formulados en esta misma página, les cuento que Matías es el sodálite Martín Scheuch. Y B es nada menos que el sacerdote sodálite Jaime Baertl, quien, hasta donde sabemos, ha conocido y solapado y ocultado y desmentido casos de inconductas sexuales producidos al interior de su institución. 

Concretamente, en 1989, Baertl me confesó en sus oficinas de Lizardo Alzamora, en San Isidro, que en 1986 descubrieron el caso de un jerarca sodálite, muy cercano a él, involucrado en por lo menos un evento de abuso sexual, aprovechando su condición de director espiritual. Entonces Baertl me dijo que se trató de “un hecho aislado”, del cual “no tenían conocimiento”. ¿Les suena el sonsonete?

Lo curioso es que al predador jamás lo expulsaron. Lo aislaron en una suerte de ‘retiro’ –como hicieron años más tarde con el pederasta sodálite Jeffrey Daniels– y le dieron cobijo y protección. Nunca lo denunciaron ante alguna autoridad civil, y el líder sodálite se fue, ya adivinarán, cuando quiso. 

Hacia dentro se informó artificiosamente que “había faltado gravemente a la obediencia”. Como cuando comunicaron internamente que estaban cerrando la causa de la beatificación de Germán Doig “porque no alcanzó las virtudes heroicas”, y la verdad era otra, más truculenta. Tal cual. 

Basta preguntarle a los sodálites de la vieja guardia, quienes saben perfectamente a qué caso me estoy refiriendo, y del cual pareciera que Vidal se está enterando recién por estas líneas. Pero hay más.

En el 2011, una de las varias víctimas de Luis Fernando Figari escribe en su denuncia ante el Tribunal Eclesiástico lo siguiente: “Quiero dejar constancia que he referido este incidente al padre Jaime Baertl Gómez en una conversación personal en el año 2002 y se la he repetido en varias ocasiones; además en esa misma conversación le mencioné de otras acusaciones contra el señor Figari de las que me había enterado, pero me dijo después que las conversó con el señor Figari y que este las había negado, y que en mi caso concreto no lo veía como abuso sexual”. 

Este testimonio corresponde a quien hemos denominado “Lucas” en la investigación que hicimos con Paola Ugaz. Les ruego revisarla para que juzguen ustedes si hubo o no abuso sexual. Y si le preguntan a Rocío Figueroa, ex superiora general de las fraternas (rama femenina del Sodalicio), ella tiene más cosas que contar sobre las tapaderas cómplices del cura Baertl. 

En fin. Espero con esto haber absuelto el principal de los requerimientos. El problema del Sodalicio no va a terminar con la expulsión de Figari. También deben desterrar a los encubridores. Digo. 

PUBLICADO EN LA PÁGINA DE OPINIÓN DE "EL COMERCIO" 20/1/2016