Pues nada. La cosa fue así: El Papa estuvo en México hace pocos días y abordó tópicos sensibles para los mexicanos. La pobreza. La desigualdad. La corrupción. El crimen. La impunidad. La migración. La desesperanza. Y así. Pero dos temas fueron omitidos groseramente, y claro, no pasaron inadvertidos: el de los desaparecidos y la pederastia clerical. 

 

A ver si me explico antes de que me tachen de anticlerical o me suelten el mote de “periodista anticatólico” (que no lo soy). Como ha comentado el historiador Enrique Krauze, “el saldo (de la visita papal) es muy bueno”. Ha removido conciencias y eso siempre es positivo. 

 

Pero obvio. Uno no puede dejar de ser aguafiestas, y la permisividad o evasión del tema de la pederastia fue notoria y clamorosa. Y sintomática, si me preguntan. Si quieren reprobar mi opinión, háganlo. Tienen todo su derecho como lectores. No obstante, trataré de explicar mejor mi posición a partir de lo que dijo Bergoglio una vez que se trepó al avión de regreso a Roma y aceptó contestar las preguntas de los periodistas que le acompañaban.

 

“¿En algún momento ha pensado reunirse con las víctimas?”, preguntó uno de ellos. Y el Papa, al parecer, se picó un poquito y soltó respuestas atolondradas y poco convincentes. “Un obispo que cambia un sacerdote de parroquia cuando se detecta una pederastia es un inconsciente y lo mejor que puede hacer es presentar la renuncia. ¿Clarito?”, expresó el guía de los católicos. Y la verdad es que, si me apuran, clarito, clarito, nada. 

 

Porque a ver. Hasta la fecha, lo único que ha habido en materia de guerra contra la pederastia ha sido mucho ruido y pocas nueces. Tal cual. Pese a que el señor Bergoglio afirmó en el avión: “Estamos trabajando bastante”. Pues lo cierto es que no parece, les cuento. Y aquí les suelto un botón. Acaban de expectorar de la comisión formada en el 2014 para apoyar a las víctimas de abuso sexual a uno sus más comprometidos miembros. Me refiero a Peter Saunders, uno de los dos supervivientes de abuso sexual en dicho grupo de trabajo. Saunders, para más señas, es el fundador de la Asociación Nacional para Personas Abusadas en la Infancia, con sede en Londres. 

 

La declaración formal del Vaticano justificando la salida de Saunders señala: “Se decidió que el señor Peter Saunders tomara un permiso para ausentarse como miembro para considerar cómo podría apoyar mejor el trabajo de la Comisión”. Por supuesto, Saunders se enteró sorpresivamente de esto por la prensa. Y bueno. Ya adivinarán. Se puso más furioso que Bruce Banner segundos antes de convertirse en Hulk. 

 

Y es que razón no le falta a Saunders, pues su “salida” se dio en el contexto de unas declaraciones suyas a The Angeles Times, donde expresó su “decepción” sobre la Comisión, además de sus dudas respecto de la voluntad vaticana de enfrentar el problema. 

 

Por cierto, en junio del año pasado, el Vaticano anunció que el Papa había creado un tribunal para juzgar a los obispos que fracasaron en proteger a niños del abuso sexual de sacerdotes. Este tribunal iba a ser parte de la poderosa Congregación para la Doctrina de la Fe. Y qué creen. Ya ha pasado más de medio año, y el tribunal todavía no se ha instalado. 

 

En consecuencia, por estos y otros incumplimientos o vacíos o deslices o indolencias o lagunas, o como quieran llamarlo, podemos colegir que durante el papado de Francisco se han escuchado, eso sí, muy elocuentes discursos en esta materia, pero no se han producido acciones eficientes ni sistemáticas que tengan como propósito exterminar esta lacra que avergüenza y afecta gravemente la reputación de la Iglesia Católica. 

 

“El Papa no está comprometido con el tema”, ha dicho Saunders, quien piensa además que lo de la Comisión es parte de una estrategia de relaciones públicas para lavarle la cara a la iglesia católica ante los constantes escándalos que no dejan de aparecer en todas partes del mundo. En nuestro caso particular, por ejemplo, ya han transcurrido cuatro meses desde que se destaparon los abusos sexuales perpetrados en el seno del Sodalicio, una organización católica con muchísima influencia y plata y que maneja varios colegios y universidades, y hasta la fecha, no se oye, padre. 

 

Así las cosas, la inacción y la lentitud por parte de las autoridades católicas ante la contundencia de los testimonios (que siguen apareciendo) no hace más que reforzar la idea de que la iglesia en el caso de la pederastia religiosa solamente está haciendo demagogia y no está haciendo nada en términos de protección de menores. 


“Doy gracias a Dios que se haya destapado esta olla, y hay que seguir destapándola y tomar conciencia”, añadió Francisco en el avión. El problema es que uno mira hacia atrás y se pone a hurgar en lo que ha hecho este papa para erradicar este tumor de su institución, y qué creen. De las frases efectistas y políticamente correctas, no ha pasado. Ha hecho poco o nada, es decir. Y eso, supongo, lo convierte en parte del problema.