El chileno Juan Carlos Cruz es uno de los principales activistas latinoamericanos en la lucha por enfrentar la pederastia clerical. Cruz fue víctima del sacerdote pederasta Fernando Karadima. Fue gracias a su coraje, y al de otros como él (James Hamilton, entre los principales), que se destaparon los abusos físicos, psicológicos y sexuales del cura Karadima, quien finalmente fue sancionado por la iglesia católica. Pese a que la sanción parecía una burla (“una vida de retiro y oración”), lo importante fue que cayó el velo de la impunidad en el caso Karadima. No obstante ello, Juan Carlos Cruz ha decidido prolongar su pelea, pues está decidido a llegar hasta las últimas consecuencias para que no exista ningún cura o religioso laico pederasta ni jerarcas eclesiásticos encubridores. Con él conversamos vía Skype, pues Cruz reside en los Estados Unidos.

 

¿Qué te pareció el triunfo de la película Spotlight?

Me parece increíble que haya recibido el Oscar a la Mejor Película. Me parece fabuloso, porque ahora se va a ver en todo el mundo y se va a reinstalar el tema en la agenda pública. Y la gente se se va a dar cuenta de por qué nosotros seguimos luchando. Lo más importante de la película es que es un fiel retrato del fenómeno. No solo me refiero a lo que pasó en Boston, pues en Chile ocurrió exactamente igual. Lo trasladas a Bélgica, y es exactamente igual. Lo trasladas al Perú, y es exactamente igual. Es impresionante. Y se puede inferir que el modus operandi está orquestado desde el Vaticano.

 

¿Crees que el Vaticano va a hacer algo después de Spotlight?

No. Hace dos semanas estuve en el Vaticano, en Roma. Me invitaron para hablar ante la Comisión (creada, en teoría, para combatir la pederastia), y me desinvitaron. Y echaron al tipo que me invitó…

 

Te refieres a Peter Saunders…

Sí, me refiero a Peter Saunders. Mira, yo sigo siendo católico. Sigo yendo a misa. Tengo muy buenos amigos sacerdotes, que son hombres buenísimos, y tengo muy buenas amigas mujeres religiosas, que son mujeres buenísimas. La mayoría de los católicos es gente buena. Y uno podría imaginarse que (un católico como yo) debería sentirse feliz de haber ido al Vaticano, pero en esta oportunidad sentí que estaba metido en un nido de víboras. Te digo, Pedro, que nunca me he sentido más miserable que en el Vaticano, tanto que el embajador de Chile en Italia se enteró por la prensa de que yo estaba en Roma y se enteró lo que estaba viviendo por un amigo jesuita, me llamó y me dijo: “Vente a mi casa a comer, a estar relajado, porque no es saludable lo que te está pasando”. Te digo que un día cerré la puerta de mi hotel y lo único que hice fue llorar. Uno ve El Código Da Vinci, uno lee esa novela, e incluso libros que no son fantasía, como los del periodista Gianluigi Nuzzi, y es literal. Hay una mafia que es palpable allí, en el Vaticano. Entonces, yendo a tu pregunta: Creo que de alguna forma van a seguir como antes, pero por lo pronto ya han tenido que dar cuenta a las Naciones Unidas.

 

Tu vida ha cambiado mucho en los últimos años. Te has convertido en una persona que encarna la lucha contra la pederastia clerical en América Latina: Tú, James Hamilton (en Chile), Alberto Athié, Fernando M. González y José Barba (en México), entre varios otros…

Mira, cuando estuve en Roma, me junté con varios periodistas. Con algunos de ellos tengo buenas relaciones. Uno de ellos me dijo: “Juan Carlos, no sabes la alegría de conocerte. Yo tengo hijos, y te agradezco lo que estás haciendo en Chile y en el mundo entero…”. Fíjate que a pesar de que me da un poco de pudor el hecho de ser famoso por haber sido abusado, me da mucho orgullo poder ayudar a la gente… Mira, se me quiebra la voz siempre cuando comento este tema…

 

Lo que estás haciendo es muy importante, Juan Carlos.

Pero a veces me siento débil. Tengo amigos que me apuntalan y me dan ánimo. Jason Day, por ejemplo, me manda un mensaje hoy (lunes 29 de febrero): “¡Dale!”. Mira, la Pao Ugaz es un amor. No la conozco, pero me escribe o me tuitea. Y tú, igual. Llevo esta carga de ser famoso por esto, pero también me enorgullece que algunos cardenales me tengan miedo. El nuncio apostólico de Chile, Ivo Scapolo, por ejemplo. Scapolo es un hombre siniestro. Le ha dicho a algunos curas que no quiere juntarse conmigo, porque tiene miedo de lo que le voy a decir. Por eso no se quiere reunir conmigo. Imagínate.

 

Bueno. Eso habla muy bien de ti.

Yo sé que se trata de un tema escabroso, pero estamos hablando de un asunto que ha dañado a muchísimas personas de por vida. Hay gente que incluso se ha suicidado. A veces pienso que ese tipo de jerarcas católicos son unos sepulcros blanqueados.

 

¿Cómo ves el caso del peruano Luis Fernando Figari?

Mira, lo veo como el Caso Karadima o el Caso Maciel. Es lo mismo. Son los mismos patrones. El intento de beatificación de Germán Doig, a quien luego le descubrieron una doble vida. Y luego la actitud de Figari cuando es descubierto y sale con que está enfermo, que se va a Roma, y que no va a dar la cara en el Perú. Y el Sodalicio que reacciona sacando una declaración estúpida. Luego se dan cuenta de que hicieron la cagada y entonces sacan otra un poquito mejor. Mira, es el mismo patrón de encubrimiento, de colusión con el cardenal. Porque a ver. No puede ser ni me entra en la cabeza que el Tribunal Eclesiástico de Lima tenga denuncias, y que después de tres años ni siquiera les haya dicho a las víctimas: “Oye, estamos investigando”. Eso sí. (Esos cardenales) son los primeros en gritar cuando los gays se quieren alzar. Son los primeros en gritar cuando las mujeres quieren tomar anticonceptivos. Son los primeros en gritar cuando las parejas de divorciados quieren volver a los sacramentos. Pero cuando ellos (los curas católicos) violan a niños o a jóvenes vulnerables, y hacen daño, entonces se encargan de encubrirlo todo. Eso a mí me parece criminal. Porque son unos criminales. Entonces, el Caso Sodalicio-Figari, como te decía, sigue el mismo patrón que ha tenido el Caso Karadima, o que ha tenido el Caso Maciel.

Por eso hay que pelear. Me acaba de escribir uno de los actores de Spotlight (Neal Huff, quien interpreta a Phil Saviano, el fundador de SNAP) para decirme: “La semanita que estuviste en Roma, estábamos contigo”. Me siento honrado con esas cosas. Y por otro lado siento que esta llama que tengo adentro no se puede apagar, porque tengo que seguir luchando. Como tienen que seguir luchando quienes están tratando de desenmascarar a los sodalicios. Seguir luchando. Habrán días buenos y días malos. Y normalmente la Iglesia y los sodalicios se van a salir con la suya, pero ustedes también van a ganar batallas, exponiéndolos. No puede ser que exista tanta impunidad y tanta colusión en el caso del Sodalicio: el Tribunal Eclesiástico, el cardenal Cipriani lavándose las manos. Es una verdadera vergüenza.

 

Si la iglesia demostrase que tiene efectivamente voluntad política de cambiar las cosas. ¿Qué esperarías tú de la institución para creerle?

Primero, como monarquía absoluta, la única que queda en el mundo, el Papa podría hacer así (hace un chasquido fuerte con los dedos) para terminar con todos los obispos que han encubierto estos casos. Mira, en octubre pasado, la Comisión de Prevención Contra los Abusos de Menores, que lo único que hace es mirarse el ombligo, decidió crear un Tribunal para sancionar a aquellos obispos que han encubierto de todo, el cual iba a funcionar dentro de la Comisión para la Doctrina de la Fe. Yo te aseguro que ese Tribunal no va a existir ni va a juzgar a nadie nunca jamás.

 

Bueno. Hasta el día de hoy no se ha instalado.

No. Y Peter Saunders lo preguntó en la Comisión. Dijo: “En octubre hicieron una conferencia de prensa con el cardenal O'Malley y el Papa y anunciaron la creación de un Tribunal para sancionar a los obispos protectores de pederastas. Ya estamos en marzo, y no ha pasado nada”. Peter (Saunders) le preguntó al cardenal O'Malley: “¿Qué pasó con ese Tribunal?”. Y le respondió dándole largas. Vas a ver tú que no va a pasar nada. Entonces, a tu pregunta si hubiese la verdadera voluntad de hacer algo, lo primero que tendría que hacer es sacar a todos los obispos encubridores. Como a Juan Barros, el obispo de Osorno, en Chile (Barros, de acuerdo a varios testimonios y documentadas investigaciones periodísticas, ha sido uno los principales cómplices de Fernando Karadima). O Norberto Rivera en México. O llamarles la atención a todos estos Ciprianis que se lavan las manos. Pero no pasa nada. Lo estamos viendo con el cardenal Pell, de Australia, el ministro de Economía del Vaticano, brazo derecho del papa. Y lo estamos viendo con el cardenal Errázuriz (de Chile), otro encubridor de Karadima: ¡el Papa lo tiene en su Consejo de losOcho! (alude al comité que se hará cargo de la reforma institucional de la iglesia católica). ¿Qué puedes esperar con todo eso?

 

Qué impotencia, ¿no?

Claro. Los que están sufriendo son niños ahora. Los que están dañados son adultos ahora. Y mientras tanto, los cardenales hablan pero hacen 'cero'. Y eso es lo perverso. Se trata de una maldad que no tiene nombre. El daño con el cual queda la gente que ha sido abusada es una cosa espantosa. Eso está reflejado en tu libro y en tu propia experiencia al haber visto tan cerca el daño y el dolor. Es tremendo, y de eso se ríen.

 

¿Cómo puedes seguir siendo creyente católico, seguir yendo a misa, y a la vez siendo consciente de que ocurre todo esto?

Mira, cuando estuve en Roma me lo cuestioné mucho.

 

¿Ahora?¿En este último viaje?

Sí, ahora. Cuando estuve en Roma, le decía a un amigo jesuita: “Antonio, estoy tan conflictuado, porque estoy en esta pelea en la que parezco una de las Madres de Mayo y por otro lado soy católico, voy a misa y no quiero dejar que los malos me ganen y que me quiten mi fe. No quiero que estos desgraciados me quiten lo más íntimo que un ser humano puede tener, que es su relación con Dios. Y ellos se la han matado a mucha gente. Te diría que a la mayoría de los que han abusado. Pero yo no quiero que a mí, que me han matado demasiadas cosas, se me vaya la fe. No quiero eso. No quiero dejar que me roben el alma.

 

Te cuento que para Pao y para mí, en el marco de la investigación que hicimos, tú fuiste uno de nuestros referentes inspiradores y motivadores…

El año pasado me dieron la medalla Ellis Island, que se la dan a los ciudadanos norteamericanos que han hecho algo por la humanidad, y es la primera vez que se la dan a un sobreviviente de abuso sexual. Me la dieron por mi trabajo como activista. Y te prometo que la guardo como un tesoro (saca la medalla de un cajón y me la enseña por la pantalla del Skype).

 

Deberías enmarcarla y ponerla en aquella pared...

Algún día. Esto es por toda la gente que no puede hablar. Yo no la recibí solo. Cuando a mí me la dieron, al pie de la Estatua de La Libertad, pensé que la estaban recibiendo conmigo muchas personas y algunos amigos míos que ya murieron y no aguantaron este sufrimiento. Y sentía que todos estaban parados a mi lado, recibiéndola. Eso fue tremendamente emocionante. A pesar del dolor que he vivido, con todo lo que he pasado, he tenido algunas recompensas que se las deseo a otros que han vivido lo que yo, para que puedan seguir viviendo y puedan vivir una vida feliz y deseo profundamente que estos desgraciados (los curas pederastas) no le frieguen la vida ni le maten el alma a nadie más, como ya se lo han hecho a tantos.

Por eso es que caen bien en este momento películas como Spotlight o libros como Mitad monjes, mitad soldados, que ayudan a contar estas historias que son muy graves y siguen ocurriendo en estos momentos. Por ejemplo, ahora siento como que se está armando una cadena: México, Colombia, Chile… y ahora Perú.