Nunca me he emocionado tanto con la premiación de una película. Me refiero al reconocimiento de Spotlight, claro. Y es que es casi imposible no sentirse identificado con sus personajes. Porque como comentó Stephen Engelberg, editor de ProPublica, una agencia de noticias que produce periodismo de investigación, Spotlight permite visualizar nítidamente “las frustraciones y las alegrías del proceso de sacar una historia a la luz”. 

 

Ese es quizás uno de los mayores logros del director Thomas McCarthy. Capturar ese cóctel de adrenalina, desazón, entusiasmo, obsesión y servidumbre que asalta a los periodistas que están detrás de una verdad que está escondida y que fuerzas poderosas quisieran mantener así. Y como en Todos los hombres del presidente, de Alan Pakula, la tenacidad, los fracasos, los errores, la monótona rutina, los palos de ciego, la paciencia jobiana, el afán de no dejar cabos sueltos, la recolección de datos, el contraste de las fuentes, las incontables entrevistas, así como soportar las presiones o padecer maltratos y detracciones, forman parte del quehacer investigativo, muchas veces extenuante, hasta que, finalmente, se acierta en lo realmente importante. Y se revela lo que los poderosos querían guardar en secreto, ocultándolo todo, haciendo arreglos bajo la mesa para que de esa manera el silencio perdure. 

 

En el caso que nos ocupa, el propio Marty Baron, quien fue editor de The Boston Globe, lo explica de esta manera: “La investigación de Spotlight logró llamar la atención de las autoridades y de la prensa sobre las víctimas de los abusos sexuales (perpetrados por sacerdotes católicos). También remeció a la Iglesia de arriba abajo, lo que se inició con la renuncia del cardenal (Bernard) Law. Pero este caso, además, demostró el verdadero poder del periodismo de investigación”.

 

Más de seiscientos reportajes sobre la curia bostoniana lograron eso. Enfocar la luz donde los depredadores sexuales amparados por la jerarquía eclesiástica no querían claridad. Y es que, como dijo mi amiga y colega Paola Ugaz, en un reciente conversatorio que tuvimos precisamente sobre la película en las instalaciones de la librería El Virrey: “El periodismo, algunas veces, hace justicia”. 

 

O como expresó el productor Michael Sugar al recibir el Oscar: “Esta película dio voz a los supervivientes. Y este Oscar amplifica esa voz, la cual esperamos se convierta en un coro que resuene y llegue hasta el Vaticano. Papa Francisco, es hora de proteger a los niños y restablecer la fe”.

 

Y bueno. Esa es la pregunta que nos hacemos todos: ¿Llegará el mensaje hasta el Vaticano? ¿O prevalecerá, como hasta ahora, la preocupación por la imagen de la institución antes que la reparación de las víctimas? Porque a ver. Hasta la fecha lo que se aprecia es mucho discursito efectista y pocas acciones convincentes. Y no me vengan con que ya no ningunean los abusos o que ya no los minimizan o que están haciendo justicia con las víctimas, porque eso no es cierto. Por lo pronto, eso no ocurre en el caso peruano, donde la impunidad sigue siendo una realidad en las historias de abusos sexuales que involucran a religiosos católicos. 

 

Así las cosas, ya que estamos en esto, a ver si las autoridades eclesiásticas peruanas y vaticanas se acuerdan del Sodalicio y sus escándalos seriales. Y a ver si hacen algo, digo. Pues como subrayó el psicoanalista Jorge Bruce en el conversatorio que mencioné líneas arriba: “(En el caso del Sodalicio) no estamos hablando de ‘manzanas podridas’, es el barril el que está podrido. Ahí no hay nada que rescatar. No nos engañemos. ¿Y por qué está podrido? Porque fue construido desde la podredumbre. No digo que todas las personas (del Sodalicio) estén podridas o sean malas personas. Estoy seguro de que hay muchas buenas personas, que son víctimas. Pero la institución no merece existir. La institución es la emanación mefítica de una persona (Luis Fernando Figari) con una patología gravísima y que, no obstante, no lo exime de responsabilidad porque es perfectamente capaz de discernir el bien del mal. ¿Por qué lo digo con absoluta certeza? Porque por algo la ha ocultado (su doble vida) durante tantos años. Esta persona (Figari) construyó a lo largo de los años una institución a la dimensión de sus pulsiones más tóxicas y más nocivas”.

 

Pero volviendo a Spotlight. Una de las virtudes de los grandes destapes del periodismo de investigación y uno de los mayores méritos del cine es que, al desarrollar historias muy bien narradas como la que protagonizan Marty Baron, Ben Bradlee Jr., Walter ‘Robby’ Robinson, Sacha Pfeiffer, Mike Rezendes y Matt Carroll, movilizan a la gente. La activan. Y nos ayudan a tomar conciencia de que, ante situaciones como estas, que todavía siguen ocurriendo, no podemos permanecer indiferentes, ni pasivos ni callados. Porque si esa va a ser nuestra actitud, la de la indolencia de toda la vida, la truculenta verdad que nos muestra Spotlight y lo que recién hemos descubierto en el Perú, seguirá sucediendo. 


TOMADO DE LA REPÚBLICA 6 DE MARZO DEL 2016