Nunca dejarán de sorprenderme sus contradicciones, las cuales, al parecer, asume sin complejos. Porque a ver. Si un psicólogo le observara, como si en lugar de una institución se tratase de una persona, le diagnosticaría esquizofrenia. O algo por el estilo. Me refiero al Sodalicio y a sus últimas reacciones extravagantes. O contrarias a la lógica, si prefieren. 

 

Si me preguntan, las actuales autoridades sodálites están en un plan de refugiarse en su propio mundo, reaccionando excéntricamente. Pues en lugar de mantener una actitud de luto, debido a la historia que les ha reventado en la cara, exhiben manifestaciones autorreferenciales.

 

Si no se han enterado, se las cuento en corto. Resulta que, a la par de que el Sodalicio propala un video dramático en el que su superior general, Alessandro Moroni, pareciera jugarse la vida como consecuencia de los escándalos que persiguen a su movimiento, al mismo tiempo se emite por el Canal S, de propiedad del Sodalicio, un spot marquetero sobre las “bondades” de la institución.

 

Total, en qué quedamos. ¿Estamos ante una organización en serios problemas o frente a un movimiento religioso que apenas requiere pequeños ajustes pese a todo lo que se viene revelando? 

 

Es que, si no lo han visto, no saben lo lisérgico que puede ser. Y que conste que no solo lo digo yo. En esta alucinante y surrealista filmación aparece Julio, un sodálite bastante joven, vestido como tal, cantando un tema compuesto por él. No pares, se titula. Y en su testimonio, con imágenes suyas premunido de una guitarra y en plan de concursante de American Idol, afirma que, a pesar de “los defectos” de su fundador y “de la propia comunidad”, él encontró el amor ahí, en el Sodalicio. “Y eso es lo que me sostiene”, subraya con un marcado acento chileno.  

 

A continuación, siempre con la música de No pares de fondo (cuya melodía, si me apuran, es un poco feíta), un filipino, tan chiquillo como el anterior, lanza: “El Sodalicio para mí es mi hogar”. Y en el mismo videoclip, en el que ahora empiezan a escucharse coros, aparece Jeff, un mozuelo norteamericano, que dice: “Yo estoy contento aquí y otros no”. 


Hasta que finalmente entra en escena un sodálite peruano, llamado Wilson, quien remata: “Lo que yo le diría a Luis Fernando (a quien nunca ha visto, enfatiza) (es): ‘No dejes de buscar el rostro de Dios y asumir las consecuencias de lo que has hecho’”. Y con la disolvencia del video va apagándose también la canción con el sonsonete: “No pares, sigue, sigue, no pares, sigue, sigue”. 

 

De locos, ¿no? Porque está claro que lo que se quiere comunicar son cosas positivas en momentos trágicos y cruciales. Que el Sodalicio tiene nuevos centros de formación, los cuales ya no están en San Bartolo (lugar asociado al terror y al abuso físico y al maltrato psicológico y a los vejámenes y a las humillaciones y al bullying psicológico), sino en lugares soleados y bucólicos, tipo Chosica o Chaclacayo. Que todavía tienen vocaciones leales. Que lo de Figari y los escándalos de la institución y las taras y las malas prácticas y los abusos, ya fueron. Que dios sigue con ellos.

 

Pero claro. No es que al clip solo le falte punch, sino que, además de proyectar una grandiosidad que no es real, no es creíble. Más todavía. Se trata evidentemente de un recurso desesperado. Para evitar desbandadas y deserciones, se entiende. 

 

Al alimón, Moroni aparece en los subsiguientes posts del Facebook que aloja al Canal S, reiterando su mensaje, traducido a varios idiomas. Y así como Julio y su canción No pares, sigue, sigue, Moroni repite como un mantra: Perdón. Separación. Reforma integral. 

 

El problema es que si el perdón no viene de la mano de resarcimientos y reparaciones civiles para las víctimas, y expresado en forma personal y sentida, nadie creerá que están buscando un verdadero cambio. 

 

Y si la separación de Figari no va acompañada de la expulsión de todos sus encubridores y el resto de abusadores, que no son pocos, pues tampoco será verosímil la fase nueva a la que supuestamente quieren ingresar.

 

Por último, si la reforma integral no se acompasa de una renovación de sus líderes, que estén libres de sospechas, ya adivinarán, el Sodalicio tendrá los días contados. Pues solamente demostrarán con su actitud evasiva que sus cabecillas jamás estarán a la altura del difícil trance que les toca enfrentar. 


Y a ver si me explico, o si me dejo entender. No basta con lanzar “condenas morales”, o gritarle “culpable” y “persona no grata” al depredador sexual, o lamentar no haber reaccionado a tiempo, o “aceptar las penitencias que sean necesarias”, sino se trata de decir la verdad y ser transparente. Algo que el Sodalicio jamás ha sabido hacer.


TOMADO DE LA REPÚBLICA, 10 de abril del 2016