Ayer, en la entrevista que concedió el superior general del Sodalicio, Alessandro Moroni, a Sandra Belaunde, habla de un sodálite en actividad que estaría en proceso de investigación, “pero no está viviendo en comunidad”.

 

No dice quién es. Pero ha llegado a nuestros oídos que se trataría del sacerdote sodálite Luis Ferroggiaro Dentone, a quien siempre se le conoció al interior de la institución como el “Mono” Ferroggiaro.

 

Se trataría del mismo sodálite al que aludió Jason Day en su columna de La República, describiendo una situación bastante bizarra en la sacristía de la parroquia de Camacho.

 

“Me tomó de la mano una vez más y comenzó a jugar con mis dedos mientras me hacía preguntas sobre mi familia, mis hermanos (…) Conseguí librarme, no quería estar ahí. Lo siguiente era meterle una patada en los huevos y correr. Pero me dejó salir, con calma, esa calma del que tiene todo bajo control, del que ya recorrió ese camino varias veces y lo volverá a recorrer”.


En defensa de Ferroggiaro, el director de ACI Prensa, Alejandro Bermúdez, le disparó a Day desde todas sus tribunas sin ninguna contemplación. “Actor de medio pelo”. “Falto de cerebro”. “Ese sacerdote no existe; la historia es inventada”. “Nunca se acercó a nosotros para sentar su denuncia”. “Tendrá que atenerse a las cosas que vengan”, le advirtió el sodálite matón Erwin Scheuch. “Denuncias falsas”. “Mentiras abiertas”. Y más, regurgitó la periodista Rossana Echeandía, militante del AMI (una de las ramas femeninas del Sodalicio) desde las páginas de El Comercio (sin decir, por cierto, que era parte interesada en el linchamiento del actor). 


“La supuesta ‘gravedad de lo relatado’ es algo que el Sr. Day tiene la obligación legal y moral de sustentar, proporcionando los elementos que garanticen suficientemente la veracidad de lo que narra e insinúa. De lo contrario, su testimonio constituiría una conducta difamatoria”, amenazó un comunicado del propio Sodalicio.


El sacerdote existía, evidentemente. No había sido un cuento de Jason Day. Porque ante la presión de los medios y del propio Day, Ferroggiaro apareció. “No es infrecuente que, en la práctica pastoral, los sacerdotes busquen ser amables y crear empatía con los chicos (…) Durante mis años de sacerdote no recuerdo ningún momento en que alguien se haya podido sentir amenazado por mi manera de proceder”, dijo en un medio del Sodalicio a manera de justificación, y con las mismas, qué creen, se esfumó.  


La denuncia de Day animó a otros a hacer lo mismo. Por lo pronto, una persona presentó su demanda formal ante el Tribunal Eclesiástico de Lima y otra lo habría hecho en la ciudad de Arequipa. 


Una que llegó a mis manos es redactada por un ex militante del movimiento, quien cuando tenía once años padeció situaciones embarazosas gatilladas por el mencionado clérigo en la comunidad sodálite del Callao, de la cual Ferroggiaro fue superior. “(Ferroggiaro) sostuvo hacia mi persona, en diversas oportunidades, una conducta inadecuada acompañada de tocamientos que no correspondían de ninguna manera a una conducta moralmente normal”, escribe el denunciante. 


Y más adelante relata con detalle cómo acompañaba en el auto a los diferentes miembros de esa comunidad para participar en actividades organizadas por el Sodalicio. Pero hace notar una excepción: “Siendo copiloto (de Luis Ferroggiaro) se dieron una serie de tocamientos (…) Los espacios entre copiloto y conductor siempre estuvieron definidos, pero al parecer para él no. Ya que era común que extendiese su mano derecha a mi muslo izquierdo, e inicialmente a través de una palmadita empezase a sobar (…) mi pierna para luego dejar de mover su mano y dejarla reposar sobre mi muslo izquierdo (…) Estos acontecimientos eran constantes y cada vez más incómodos, a tal punto que luego (…) me invitaba a su habitación para (mostrarme) cómo vivía el superior”.

 

“Hago público estos acontecimientos (debido a que hoy) soy padre y tengo hijos a los cuales no tocaría de la forma en que lo hizo este señor”, remata la acusación fechada el 2014.


Y el 9 de abril, en las páginas de El Pueblo de Arequipa, el arzobispo de la Ciudad Blanca, Javier del Río, reveló una nueva denuncia contra Ferroggiaro, presentada a inicios del 2016. Del Río explicó en dicho medio que no se trataba de una violación, sino de un comportamiento exageradamente afectuoso que habría ocurrido en la casa de la familia del denunciante, cuando el menor se preparaba para la Primera Comunión. ¡Como en el caso de Jason Day, que negaron Bermúdez, Erwin Scheuch y Echeandía! ¡Igualito!


Y en este otro caso, ha sido el propio arzobispo de Arequipa quien pidió el retiro de Ferroggiaro de su jurisdicción y que sea devuelto a Lima. Y eso fue lo que ocurrió. Como se ve, si por el Sodalicio fuera, no achuntan una. No la ven. Todos los elefantes pasan por delante de los jerarcas principales… ¡y ni cuenta se dan! ¡O están ciegos! ¡O los toleran! Pero no puede ser todas estas cosas ocurran y no hagan nada hasta la fecha. Y cuando viene una Comisión, convocada por ellos mismos para que les digan de qué están enfermos, apenas ven el diagnóstico, ya saben, lo niegan. Y afirman que es una exageración.


Porque a ver. ¡Siempre tienen que ser terceros los que terminan zamaqueándolos, enrostrándoles el escándalo en la cara, para que reaccionen. Porque si no, ya ven. No pasa nada. Y lo peor: no hacen nada. Salvo filmar videítos con enunciados artificiosos y videoclips para no perder vocaciones, claro.   


Ahora, en este caso particular que comentamos lo que llama poderosamente la atención es que la institución le habría pedido a Ferroggiaro que salga de las comunidades sodálites, y eso es lo que, en efecto, ha ocurrido a continuación.


No lo han expulsado hasta que las investigaciones determinen si eso es lo que corresponde hacer con él. Pero adivinen. Ferroggiaro ya no está en el país. Se mandó a mudar a los Estados Unidos. ¡Qué tal!