Lo leí hace unos días en El País. Acá ningún medio lo registró. Pero aquí va. En el año 2007, el presidente francés Sarkozy designó candidato a embajador ante el Vaticano a Jean-Loup Kuhn-Delforge. El papa Benedicto XVI lo rechazó tras un año de silencio. ¿Por qué? Por ser gay.

 

El supuesto argumento se basaba en que el aspirante tenía pareja estable y que ambos aparecían juntos en los actos oficiales. Y nada. Ya sabemos lo que piensa Ratzinger de los gays. Que son una “amenaza para la humanidad” y que “van contra la naturaleza humana” y así.

 

Pero claro. Ahora vivimos "otros tiempos eclesiales", dicen algunos. Con aires de renovación y qué sé yo. Por lo pronto, Francisco, el papa argentino que es “más abierto” y “más caritativo y misericordioso”, dijo el 28de julio del 2013 en el avión de regreso de viaje a Brasil: “¿Quién soy yo para juzgar a un homosexual que busca al Señor con buena voluntad?”.

 

Y bueno. Aquí es donde viene la historia que relata El País.

 

Laurent Stefanini, de 56 años, es un católico devoto y practicante. Pero, sobre todo, es uno de los mejores diplomáticos de Francia, o acaso el de mejor trayectoria. Fue formado en la Escuela Nacional de Administración, donde estudian las élites francesas. Se encargó de los asuntos religiosos en el Ministerio de Exteriores. Fue el número dos de la embajada de Francia en el Vaticano entre el 2001 y el 2005. Ha sido condecorado con la orden de San Gregorio el Grande, una de las más altas distinciones papales. Y con los presidentes Nicolas Sarkozy y François Hollande fue jefe de protocolo en el palacio de Elíseo.

 

Ah, y olvidaba un pequeño detalle. Es soltero. Y gay.

 

La cosa es que, el 5 de enero del 2015, París presentó como embajador en el Vaticano al diplomático Laurent Stefanini. Y desde entonces, la respuesta del Vaticano hasta el día de hoy ha sido un silencio sepulcral.

 

El portavoz oficial del gobierno francés, Stéphane Le Foll, ha insistido con la proposición de Stefanini hasta hace poco porque, como se ve, es un estupendo aspirante al cargo. “Es el mejor candidato”, ha dicho textualmente Le Foll. No solo ello. También han reforzado la idea dos importantes prelados católicos. A saber: el cardenal camarlengo Jean-Lois Touran, el más alto cargo francés en la santa sede, y el obispo auxiliar de París, André Vingt-Trois.

 

Pero el Vaticano, nada. El plácet nunca llegó. “El rodillo vaticano no tenía el más mínimo indicio de ceder”, como comentó Carlos Yárnoz, autor de la nota publicada por El País. Y el papa dejó más que claro que jamás le daría el plácet a Stefanini por su condición sexual.

 

Finalmente, el presidente Hollande se rindió ante la tozudez homofóbica de Francisco e hizo algo mejor. A partir de este lunes 25, Laurent Stefanini será el nuevo embajador de Francia en la Unesco.

 

Y ya ven. Así es como actúa la iglesia de toda la vida. Por un lado te dice una cosa, y luego te dice otra, radicalmente distinta. Palabras y hechos no son congruentes en los representantes de la iglesia católica. ¿Por qué? Porque así es como han sobrevivido en toda su existencia. Jugando a la doble cara. Y después hay quienes se sorprenden y escandalizan con el comportamiento del Sodalicio luego de los incontrovertibles testimonios que acusan a su fundador de depredador sexual, cuando afirman una cosa y luego se desdicen con sus actos. Francisco es un buen modelo en ese sentido. Lo acabamos de ver y de constatar en la historia de Laurent Stefanini.