¿Qué va a pasar con los exsodálites que no conversaron con la Comisión?.- La Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, convocada por el propio Sodalicio de Vida Cristiana, el pasado 16 de abril emitió su Informe Final, un impecable y demoledor documento que, en el breve lapso de cinco meses y a través del diálogo con un importante número de sobrevivientes, ha descrito a la institución de Luis Fernando Figari prácticamente como una organización sectaria, concebida para perpetrar abusos físicos, psicológicos y sexuales a partir de adiestramientos extremadamente rigurosos y orientados a la anulación de la voluntad de sus militantes, confirmando así todo lo que se denunció en la investigación periodística Mitad monjes, mitad soldados (Planeta 2015), lanzada en octubre del año pasado. No obstante, hay muchos casos que no llegaron a conversar con la Comisión y no se sabe qué ocurrirá con ellos. Uno de estos casos es el que relatamos a continuación.  

 

Por Pedro Salinas y Paola Ugaz

 

 

Su nombre es Martín Pérez del Solar. Ingresó formalmente al Sodalitium Christianae Vitae (SCV) en agosto de 1999 y salió de la institución en diciembre del 2013. Vivió catorce años al servicio de dicha sociedad de derecho pontificio. Martín, desde pequeño, siempre tuvo vocación por el arte. Y juzgaba que ahí, en el SCV, podía plasmar su sensibilidad, desarrollando su disposición y habilidades. Es decir, pensó que iba a encontrar el espacio para ello.

 

Una vez adentro, y luego de ser adoctrinado en la cultura interna que ha caracterizado al Sodalitium durante más de cuarenta años, Martín se convirtió en un militante servil y obediente. Y así se comportó durante todos sus primeros años viviendo en las comunidades de esta asociación que forma parte de la iglesia católica.

 

Ahí conoció a Erwin Scheuch, a quien recuerda como el primer sodálite que habló mal de sus padres. “Me viene a la memoria que después de conocer a mi madre, me dijo: ‘Tu madre te quiere dominar, y está claro que te tiene cogido de los huevos’”. Según Pérez del Solar, Scheuch lo maltrató durante un tiempo largo. “Cuando lo tuve de superior me ordenó quitarle el colchón a mi cama y dormir sobre los tablones de madera y solo con una frazada. Así viví durante seis meses”. 

 

Como consecuencia de los dolores que perduraron con el tiempo, lo enviaron al médico, quien le diagnosticó fibromialgia (un trastorno que causa dolores musculares y fatiga), probablemente un pronóstico errado pues le ordenaron que, en ningún caso, dijera cuántas horas nadaba al día.

 

Mientras que la entrevista fluye, Martín Pérez del Solar, de súbito se acuerda del sodálite Luis Ferroggiaro. “Acabo de caer en la cuenta de que el padre Ferroggiaro me agarró la pierna cuando estábamos en el carro. La verdad, es que este es uno de esos recuerdos que prefieres olvidar…”

 

 

San Bartolo

 

Sobre su paso por los denominados “centros de formación” ubicados en la playa San Bartolo, al sur de Lima, no tiene buenos recuerdos. “En San Bartolo nadábamos tanto que llegué a odiar el mar. Y lo peor era cuando te hacían nadar de noche, porque a veces transitaban botes de pescadores que no te veían y te podían atropellar; te morías de miedo cuando te daban esa orden. Aunque luego se prohibió nadar por las noches porque el papá de Franz Guillén (el oftalmólogo Héctor Guillén) había amenazado con filmarnos. Eso se lo agradezco al señor Guillén. Yo era una persona que amaba el mar porque era corredor de tabla, pero la experiencia sambartolina me hizo detestar el mar”.

 

Martín narra también que, luego de que le diagnosticaron que tenía una escoliosis tuvo que abandonar los ejercicios físicos, que ponían el acento en los abdominales y en las planchas, así es que le ordenaron hacer yoga bajo la tutela de Daniel Murguía, el sodálite que en el año 2007 fue encarcelado por pederasta. “Murguía, debo decirlo, me toqueteó, pero también creo que fue una víctima del sistema”, enfatiza. Y, de paso, trae al presente otro caso similar de comportamientos indebidos que le atribuye al sodálite Ricardo Treneman. “Podría apostar que Treneman también ha sido otra víctima”, añade.

 

También evoca los momentos en que, por razones absurdas, lo dejaban sin comer hasta dos días. “Una vez fue porque me olvidé de poner la red en el arco de fulbito. Otra vez porque me olvidé de inflar la pelota y me hicieron hacer mil planchas”. Describe asimismo historias que él vio, como cuando un sodálite chileno se quedó dormido mientras que Luis Fernando Figari le hablaba a la comunidad. Ello le significó al sodálite sureño nadar cuatro veces a la isla, ida y vuelta, a la hora de la siesta, durante los dos años que le tocó residir en San Bartolo. Y al resto de la comunidad, como escarmiento porque uno de ellos cogió el sueño, los conminó a no probar bocado hasta el día siguiente.

 

En otra ocasión, llegó a vivir una temporada en San Bartolo el sodálite Alfredo Garland Barrón, uno de los miembros de la “generación fundacional”. Se instaló en la habitación en la que vivió un buen tiempo Jeffrey Daniels, el sodálite pederasta serial. Ahí le hicieron una oficina y una biblioteca. E instalaron muebles de cuero y cómodas en las que instalaba sus objetos personales y adornos antiguos y lujosos, que no eran congruentes con la austeridad de los cubículos en donde dormía el resto de sodálites.

 

“Si a Garland le caías mal, te trataba con la punta del pie. Era racista como nadie. Se rodeaba de gente rubia y blanca y de ojos claros. Y me acuerdo de una discusión que sostuvimos en la mesa en la que defendió ardorosamente a Franco”, dice.

 

 

Óscar Tokumura Tokumura

 

Otro sodálite que se convirtió en su tormento fue Óscar Tokumura Tokumura, respecto de quien, pese a todas las denuncias que se conocen de maltrato físico y psicológico, así como de una serie de salvajadas perpetradas con desmesurada crueldad, el Sodalicio todavía no ha adoptado ninguna medida disciplinaria en su contra.

 

“Tokumura me llamaba eventualmente a su cuarto durante el primer año que entré a San Bartolo. Pero fue en el segundo año cuando la vaina se puso muy incómoda e ‘íntima’. Por ejemplo, había semanas en las que ponían películas en las noches, y cuando todos se iban a verlas, Óscar me llamaba a su cuarto para conversar. Siempre era a golpe de las ocho o nueve de la noche. Y una vez allí, en su cuarto, conversábamos de música o de cualquier cosa. Sacaba libros para enseñarme y hablaba de ellos. Y yo, la verdad, me aburría terriblemente. Lo peor es que, cuando la película terminaba y todos se iban a dormir, él pretendía que me quedara a acompañarlo un rato más. Esto ocurría por lo menos tres veces a la semana. Y siempre era lo mismo. Hasta que, en algún momento, comenzó a cambiarse la ropa delante de mí, sin ningún pudor, como si fuera lo más normal del mundo. Se calateaba delante de mí, se ponía su pijama y se metía a su cama, mientras que me hablaba. En un par de oportunidades, cuando yo estaba acostado en mi cuarto, él pasaba a buscarme con alguna excusa, y de pronto “se tropezaba con algo” y “se caía” encima mío. ¡Y se quedaba ahí, en mi cama, echado a mi costado! Eso pasó más de una vez, y era muy incómodo. Todo esto duró un año entero”.

 

“Otra cosa extraña en Tokumura eran sus despertadas. Había tres personas encargadas de despertarlo: SC, SB o AH, curiosamente todos eran chicos blancos y de ojos claros. Primero, tenían que tocarle la puerta. Si no contestaba, entonces había que abrir la puerta y entrar y pasarle la voz desde el pasillo de entrada de la habitación.Y si así no se despertaba, entonces el tercer paso consistía en rodearlo y empezar a tocarlo para que se levante. Hasta que decía: ‘Ya, suficiente’”.

 

 

El colegio San Pedro

 

El padre Jaime Baertl es quien lo introduce al colegio San Pedro para enseñar. Esto ocurrió luego de la época en que los encargados del colegio eran Germán Doig (1957-2001) y Gonzalo Len. En esos tiempos, anota Pérez del Solar, Jeffrey Daniels, el depredador sexual de menores, trabajaba en el San Pedro. “Conozco el caso de un chico que cuando estaba en segundo grado de primaria, Jeffrey lo llamaba a su oficina y le decía que lo saludara con un besito en la boca. La historia me la contó el mismo muchacho, llorando, justo cuando yo estaba saliendo de la comunidad”.

 

Pero volviendo a la historia de Martín. Pérez del Solar siempre quiso estudiar música, pero el Sodalicio no lo dejó. Le ordenaron estudiar unos años en la Facultad de Filosofía y luego Pedagogía. Cuando entra como profesor al colegio San Pedro, el director era el sodálite Alfredo Draxl (denunciado por José Enrique Escardó en el año 2000 por colocarle una navaja suiza en el cuello). A Draxl lo describe como una persona extraña, a quien una vez le escuchó decir que no le gustaban las mujeres ni sentía nada por ellas. Por enseñar ahí le pagaban mil 200 soles, de los cuales 900 los tenía que donar obligatoriamente a su comunidad (que en ese entonces era la comunidad que tiene el Sodalitium en la urbanización Mayorazgo, en Ate) y se quedaba con 300, los cuales utilizaba para sus actividades proselitistas.

 

Cuando a Martín le sobreviene una crisis vocacional debido a que no puede con la exigencia del celibato, le dice a su superior que si se va del Sodalitium le gustaría seguir enseñando en el colegio (MPdS tenía un contrato por diez años y estaba en planilla), porque no tenía una carrera y no tenía a dónde ir, y tenía que ayudar a mantener a su madre. También conversó sobre el particular con Fernando Vidal, uno de los miembros del Consejo Superior, la máxima autoridad del Sodalicio. Vidal le dijo: “No hay ningún problema”. Así las cosas, Martín se fue del Sodalicio. Cuando se encontró con Alfredo Draxl, Martín le comentó que iban a respetar su contrato. Pero este le respondió: “Como amigo me gustaría, pero podrías confundir a los chicos porque ellos te veían como a un consagrado y ahora ya no lo eres”.

 

La situación se puso algo tensa y Pérez del Solar voló para hablar con Fernando Vidal y con Rafael Ísmodes, otro miembro del Consejo Superior. Ambos le dijeron que no tenía nada de qué preocuparse, que Alfredo Draxl no decide estas cosas, que se vaya tranquilo nomás, que iba a regresar al colegio de todas maneras.

 

Martín confió en la palabra del Sodalitium. Y se fue a buscar un departamento a donde iba a llevar también a su madre. Su padre había fallecido un tiempo atrás. Se quedó más tranquilo aunque su sueldo (que en ese momento ascendía a tres mil doscientos soles) le parecía demasiado bajo respecto de las mensualidades que cobraban en el San Pedro, que superaban los dos mil soles por alumno y eran 25 por clase. A manera de digresión, Pérez del Solar indica que el clérigo sodálite Javier Len opinaba que los sodálites no debían tener sueldo.

 

La sorpresa vino al poco tiempo. Rafael Ísmodes lo llama para informarle que, conversando sobre su caso, no iba a ser posible que trabaje en el San Pedro, como habían quedado. Martín se puso gélido y comenzó a balbucear por el teléfono y a lanzar preguntas al aire: “¿Y ahora qué voy a hacer? ¿A dónde voy a ir?”. Entonces se acordó del sodálite Miguel Salazar, cuando ya lo habían obligado a estudiar pedagogía, quien una vez le comentó que “ningún artista podía ser santo”.

 

La historia de Martín es larga y dramática. Y atraviesa una serie de negociaciones angustiosas con el Sodalicio, que en algún momento se ofrece a pagarle ocho mil euros anuales para que estudie en la Universidad de Navarra, pero el resto (que incluía estadía y comida y viáticos) lo tenía que financiar él mismo. Y eso hizo. Luego volvió a Lima para pedirle ayuda y dinero al Sodalitium porque no tenía ni un sol para vivir, y menos para regresar a España a terminar sus estudios. Le ofrecen algunos “trabajitos” por los cuales le pagaban ochocientos soles. Y el relato continúa preñado de incidentes en los que no encuentra ocupaciones laborales y solo le queda acudir al Sodalicio, al cual le había dedicado catorce años de su vida y donde al final le aseguraron que, al salir, iba a triunfar y que le iría muy bien con todo lo aprendido en la institución.

 

Entre el 2015 e inicios de este año siguieron jugando con sus expectativas, prometiéndole cosas que jamás se concretaban. Por fin, Draxl le ofrece trabajar en el San Pedro a partir del 2017, y que mientras tanto le iban a dar más “trabajitos”. Encima le comentó que iba a necesitar un profesor de filosofía para el San Pedro y para el Villa Caritas, el colegio del Sodalicio para mujeres. Y que también estaban necesitando un profesor de música.

 

Y Martín le creyó a Draxl. Entonces, con su enamorada decidieron alquilar una casa en la que ella pudiese enseñar ballet profesional, porque es bailarina, y Pérez del Solar hiciese lo propio dictando clases de música. La dueña de la casa que quieren rentar se entera de que Martín no tiene un trabajo, sino deudas en el banco, así que le pide una garantía. Pérez del Solar corre donde Draxl para pedirle una carta. Draxl le dice que no se preocupe y vaya a Recursos Humanos, que ahí se la iban a dar. En el área de RRHH le entregan una carta que, en síntesis, dice que Martín Pérez del Solar tiene habilidades y talentos que le permitirían hacer un buen trabajo donde lo contraten, pero no decía que lo iban a contratar. Volvió donde Draxl. Este le dijo que era una formalidad, que no se preocupe. Martín retornó donde la señora y la convenció rogándole que confíe en él. Así, el exsodálite cerró el trato con la propietaria, prestándose dinero de aquí y de allá. Finalmente, no le dieron lo que le ofrecieron. Aunque el Sodalicio lo ayudó con algo de dinero para que pueda mantenerse fuera. Actualmente le quedan dos mil 800 dólares para vivir.

 

Otro de los “aportes” del Sodalicio, cuando Pérez del Solar decidió irse de la sociedad de derecho pontificio, fue el contacto con el psiquiatra Carlos Mendoza -el mismo que trató a Jeffrey Daniels, como consignamos en un informe anterior-. Fernando Vidal le dice que las consultas las pagaba el Sodalitium. Cuando Pérez del Solar habló con Mendoza, le explicó que había descubierto que, luego de salirse del Sodalicio, se había vuelto obsesivo y le rondaban ideas pesimistas y negativas, pues pensaba que todo lo que emprendiera le iba a salir mal, y sentía todo esto como ansiedades irracionales. Según Martín Pérez del Solar, no habían pasado ni diez minutos y Mendoza le respondió que era algo biológico, que seguramente lo tenía en sus genes y le recetó Seroquel, un fármaco utilizado en el tratamiento de la esquizofrenia y de los episodios maníacos y depresivos severos del trastorno bipolar.

 

Martín sigue sin encontrar una ocupación y se siente incapaz de reinsertarse en el mundo. Y su novia está embarazada, viviendo en una situación precaria. Su caso no llegó a documentarse ni en la investigación periodística que presentamos en octubre del año pasado ni en la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación. Y no es el único que ha quedado fuera. De pronto, Martín advierte: “Fue leyendo Mitad monjes, mitad soldados cuando constaté que yo también soy una víctima”.

 

 

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Lo que dice el Informe de la Comisión del Sodalicio:

 

- Las víctimas desarrollaron a lo largo de su pertenencia a la institución, actividades en distintos ámbitos, sin ser aceptadas con plena conciencia y voluntad suyas; sin embargo, las mismas sirvieron al crecimiento de la organización, a costa del crecimiento personal de aquellas.

- Las dolencias psicológicas no fueron advertidas o tratadas, ni oportuna, ni adecuadamente.

- Estos daños se infringieron en el marco de un inadecuado discernimiento vocacional de los formandos y, por ende, la imposibilidad de elegir y estudiar una carrera acorde con sus capacidades o intenciones, que les permitiera asumir un futuro profesional fuera de la institución. Eso acentuó su dependencia y subordinación a la misma. Hoy, para aquellos que dejaron la institución, esa situación se configura en una afectación que les causa serias dificultades de inserción a la vida civil.

 

 

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Sobre el caso del sacerdote Ferroggiaro:

 

El pasado jueves, en la web del Sodalicio, se publicó un comunicado supuestamente aclaratorio respecto de una información que publicamos acá, en un informe anterior (20/4/2016), sobre la separación del clérigo sodálite Luis Ferroggiaro, y aparentemente aclarando un post publicado por uno de los autores de esta nota en La Mula. En ambas informaciones se expresaba lo mismo, aunque de diversa manera: que el sacerdote Luis Ferroggiaro Dentone no vive actualmente en ninguna comunidad sodálite, porque se encuentra en los Estados Unidos, mientras dure la investigación que le están haciendo debido a que el 8 de abril el arzobispo de Arequipa, Javier del Río, hizo público que le pidió al Sodalicio el retiro de este sacerdote de su jurisdicción y, en consecuencia, sea devuelto a Lima. Del Río le reclamó esto al Sodalicio porque recibió una denuncia muy similar a la que hizo Jason Day en su columna de este diario (22/2/2014), y muy parecida a la que se envió al Tribunal Eclesiástico de Lima, y muy semejante a la que narra Martín Pérez del Solar en el informe que presentamos en estas páginas. En todos los casos se acusa un comportamiento exageradamente “afectuoso y cariñoso”, además de sospechoso, que incomoda seriamente a quienes son receptores de su “afabilidad”.  


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El singular lenguaje del Sodalicio cuando intenta "aclarar" algo enmascarando la verdad:

 

-       “Faltó gravemente a la obediencia”, cuando se quiso explicar la reclusión y encubrimiento de un depredador sexual hacia mediados de los ochenta.

-       “Está discerniendo su vocación pues ha optado por ser monje”, cuando se notificó internamente sobre el aislamiento y ocultamiento del pederasta Jeffrey Daniels.

-       “Nuestra comunidad tiene una clara y enérgica política frente a cualquier grave inconducta”, cuando la prensa reveló el escándalo del sodálite Daniel Murguía con un niño de once años.

- "Faltas graves reiterativas", cuando expulsaron al Superior Regional Germán McKenzie, y hasta el día de hoy nadie sabe exactamente cuáles fueron esas "faltas graves repetitivas"

-       “No alcanzó las virtudes heroicas”, cuando se informó sobre por qué Germán Doig no podía ser santo.

-       “El señor Figari dice que no es cierto y estamos considerando tomar acciones legales contra el diario”, cuando el periódico Diario16 destapó la primera denuncia que acusaba gravemente a Luis Fernando Figari el 22 de agosto del 2011.


TOMADO DE LA REPÚBLICA, 24 DE ABRIL DEL 2016