Hay quienes se preguntan qué pasará en los próximos días cuando se formalice el decreto que decidirá el destino del Sodalicio y de su fundador, el pederasta Luis Fernando Figari. Y hay hasta apuestas sobre lo que puede ocurrir. Están, por cierto, los que confían en el criterio de la iglesia. Particularmente, en el criterio del Secretario de la Congregación de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, el español José Rodríguez Carballo, quien, si me preguntan, no es alguien que me inspire particular confianza (por varios gestos inquietantes que ha tenido desde que se enteró del caso Figari-Sodalicio; pero esa es otra historia dentro de la historia principal).  

 

Más todavía. Ya he visto algunos vaticinios interesantes por ahí. Uno de ellos advertía que el Sodalitium iba a ser disuelto porque “geopolíticamente” ya no era “útil para el Vaticano, porque la Teología de la Liberación ha sido reconocida como válida” por la denominada santa sede. Y porque “el patrimonio del Sodalicio constituye la centésima parte del patrimonio de los Legionarios de Cristo y no es aportante importante para las finanzas del Vaticano”.

 

Supongo que en esta profecía había más “deseo” que otra cosa, pues no creo que la cosa vaya por ahí, les cuento.

 

En cambio, las predicciones de José Enrique Escardó en su blog El quinto pie del Gato, sí me parecen más realistas. En todo caso, para ser más claro, coinciden con mis pálpitos e intuiciones o presagios o augurios, o como quieran llamarle. 

 

“Sé que no pasará nada. Eso está claro”, afirma José Enrique desde el saque, y yo no puedo estar más de acuerdo con ello. Y bueno. No faltarán los 'buenagente', las almas nobles, los románticos e idealistas y algunos naif, que dirán, una vez más, los sodálites se merecen "el beneficio de la duda" porque entre ellos hay gente muy buena, cosa que nadie niega. Pero claro. Como siempre, “los resentidos se han puesto de acuerdo y lo único que quieren es la destrucción del Sodalicio”, dirán los negacionistas con anteojeras.

 

No obstante, aunque la cosa no vaya por ahí, eso también pasará. Que nos demonicen, digo. Pero vamos. Es imposible no ser aguafiestas con lo que se viene. Pues es muy difícil confiar en una institución tan poco fiable como la iglesia católica, que, hasta la fecha, no ha hecho otra cosa que proteger a sus pederastas, a pesar de las declaraciones “firmes y severas” del 'simpatiquísimo' papa Francisco sobre el tópico.

 

Es verdad que no siempre la achunto y que me equivoqué al prejuzgar a los miembros de la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, pues su Informe Final simplemente me calló el hocico. Pero nada. Como fueron convocados por el propio Sodalitium decidí en mi cabeza que su texto conclusivo iba a ser indulgente, y me fui a tomar un whisky, y pasé a otra cosa, mariposa.

 

Ahora bien, y no es que me justifique porque nada puede justificar mi craso error, a ellos no los conocía en el rol de miembros de una Comisión de la Verdad (porque algo de eso tuvo esa Comisión), y cuando me convocaron –después de haberles dedicado cuatro agrias columnas- me quedé con la sensación de que algunos no iban a ser lo suficientemente enérgicos a la hora de redactar las conclusiones. Y ya lo dije públicamente. Derrapé con roche. Tal cual.

 

Pero en el caso que nos ocupa, estamos hablando de una institución que sí conozco y a la que he visto actuar y he seguido y observado con particular atención durante los últimos cinco años. Y ojo. No me estoy refiriendo al Sodalitium, que a estas alturas ya sabemos cuáles son sus taras y sus enfermedades y sus tics. Y hasta sus tocs. No. Me refiero a la iglesia católica. Institución a la que pertenece y de la cual depende la fundación de Luis Fernando Figari Rodrigo.

 

Así las cosas, ¿qué se viene en el decreto anunciado por el superior general del Sodalicio, Alessandro Moroni? Pues algunas cuestiones obvias.

 

La primera, el destierro de Figari. Paradójicamente, su salida será muy parecida a la que le ocurrió a su inspirador Guillermo José Chaminade, el fundador de los marianistas. Ahora bien, si lo expulsan, lo separan, lo expelen, lo evaporan, lo excluyen, lo echan o lo regurgitan, no lo sé. Ni importa. Porque independientemente del término que utilicen los ensotanados del dicasterio del que depende el Sodalicio, Figari se va. Sí o sí. Para él ya no hay camino de retorno. Hasta la vista, baby. Sayonara. Au Revoir. Arrivederci. Auf Wiedersehen. Namaste. Adiós. Chau. Hasta nunca. Aloha. Y desaloja. 

 

Y créanme. Pao (Ugaz) y yo jamás imaginamos que íbamos a presenciar este desenlace. Era nuestro anhelo, sí, obviamente, por todas las cosas que nos íbamos enterando a lo largo de la investigación. Pero les confieso que, luego de una conversación larga con Gustavo Gorriti, nosotros estábamos “mentalizados” para comernos unos meses de sombra. Pao en Chorrillos y yo en Piedras Gordas. En serio. 

 

“Si estás convencido absolutamente de tu investigación, tienes que ir hasta las últimas consecuencias, y si ello supone algunos costos que hay que pagar, como estar un tiempo tras de rejas, pues eso es lo que toca”, o algo así, me dijo Gorriti en su oficina de IDL-Reporteros, ubicada, curiosamente, frente a mi colegio, un centro de estudios de los marianistas, que fue también el local donde estudió Luis Fernando Figari, cuando el María Reina no era el María Reina, sino era el colegio Santa María.

 

Y claro que me preocupé. Y tuve aprensión. Y pensé en mis hijos, pobrecitos, visitando a su viejo en Ancón. Pero el escenario hipotético de Gustavo era real en ese momento. Aunque, me perdonarán, creo que me desvié un poquito. A lo que iba. Primera cuestión, decía, a Figari le quedan pocos días de Superior Emérito y ya debe estar haciendo sus maletotas y sacando sus 'calzoncillos con historia' de los cajones de su habitación en Roma.

 

La segunda cosa que ocurrirá es la que augura también Escardó. Figari se va. Pero vamos, no se va a ir desamparado. Usualmente, la iglesia sanciona a sus pederastas con una vida de "retiro, penitencia y oración", en un convento de serviciales monjitas, donde “el reo” vive a sus anchas. La única condición que le exige la iglesia es: “Que no te vean. Y si vas a hacer de las tuyas, que sea caleta nomás. ¿Capisci?”. ¿Ejemplos? El mexicano Marcial Maciel y el chileno Fernando Karadima. Y hay más, evidentemente. Pero de estos dos me he leído todo. Y los tengo tasadazos.

 

No obstante, aquí es donde me entra una duda, igualita a la que manifiesta José Enrique en su blog. Luis Fernando no es un clérigo, es un puto laico. Entonces, la pregunta es: ¿Si lo botan de la institución religiosa que fundó, qué obediencia le debe luego al papa si ya no dependería formalmente de la iglesia? Infiero que ninguna. Y resolver este entripado les debe haber roto la cabeza a algunos de los canonistas del dicasterio del español Rodríguez Carballo, supongo.

 

Pero a lo que iba. Presumo además que Figari no sale misio de la institución, sino forrado. Estoy especulando, obviamente, pero con alguito de fundamento. Y aquí les suelto una primicia, chocheritas. En la Asamblea General del año 2012 se reportó el balance económico de la institución, que, hasta ese año, amasaba la friolera de casi 450 millones de dólares (tres veces la fortuna del recientemente fallecido Prince, dicho sea de paso). Y adivino que hoy el número es un 'poquito' más grande y abultado.

 

Así, en el plano de las suposiciones, no me extrañaría que Figari ya tenga alguna(s) cuenta(s) con dinero suficiente para jubilarse como un jeque árabe. De repente me equivoco. En lo del símil con el jeque árabe, digo. Pero sin plata no se va a ir. Porque después de vivir casi cuarenta y cinco años de su existencia con un tren de vida, en el que la opulencia y la abundancia y el despilfarro eran lo normal, salir a la nada es algo inconcebible para él. Inconcebible para él y para Moroni y para cualquiera que ha formado parte del entorno figarista, que no son pocos. Y que saben que si Figari habla, con él caen también los filisteos.

 

Tercero. Ya adelantó Moroni que nombrarán un prelado para que intervenga en el gobierno de la sociedad de derecho pontificio. Y ello, les advierto, no es garantía de nada. Luego del destape de los escándalos de Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo, el papa Benedicto XVI nombró como Comisario Pontificio al cardenal Velasio de Paolis, en el momento que este prelado tenía el cargo de Presidente de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede.

 

Escogieron a un financista, o sea. Para velar por las propiedades ingentes de los legionarios, entre otras cosas. La misión del purpurado italiano era “regresar a la normalidad a la Legión”. Y reconducir la cosa y replantear el carisma, y así. Lo acompañaron dos vice comisarios para asistirlo. Uno de habla inglesa y un mexicano.

 

Para hacerla corta. Se tomaron tres años para hacer cambios cosméticos, modificar sus constituciones, nombrar un nuevo superior mexicano, y para que la institución fundada por el mayor monstruo que ha parido la iglesia católica en América Latina continúe captando vocaciones y haciendo plata. No hubo ninguna expulsión fuera de la de Maciel, a quien se le sanciona cuando ya era un viejito decrépito que, encima, tuvo la osadía de zurrarse en las decisiones del Vaticano durante un año entero.

 

¿Qué garantiza que en esta oportunidad las cosas sean diferentes?

 

Quizás, como advierte Escardó, en el caso sodálite se atrevan a sacrificar a dos o tres abusadores para darle gusto a la platea, y dejar ahí la cosa. Y por supuesto, renovar las autoridades e invisibilizar por un buen rato a quienes han sido señalados reiteradamente por abusos físicos y maltratos psicológicos. Como Óscar Tokumura, por citar un ejemplo. Pero la lista es más larga, adivinarán.

 

Y finalmente, como señala el tantas veces mencionado en estas líneas, José Enrique Escardó, las investigaciones internas continuarán un tiempo, las propiedades y negocios serán más formales (pues las denuncias sobre irregularidades en varias de sus inversiones no son pocas) y la reparación a las víctimas se reducirá a pedir perdón personalmente o por correo electrónico o por Skype y hasta por WhatsApp (como ya han comenzado a hacer algunos, dicho sea de paso), y listo. Y probablemente lleguen hasta ofrecerles algún tipo de apoyo material o económico o de tratamientos psicológicos o psiquiátricos y pago de medicamentos a los más dañados, y en ese plan. Algo simbólico, digamos.

 

“Así quedarán las cosas. Más o menos”, finaliza su post José Enrique Escardó. Y yo no puedo hacer otra cosa que asentir. Ojalá que José Enrique y yo estemos totalmente equivocados. Y lo digo en serio. Pero me temo que en esta ocasión ese será el final de la historia.