Que vaya por delante -y que conste en actas- que el arriba firmante es uno de los cinco exsodálites que ha denunciado penalmente a Luis Fernando Figari y a siete de sus galifardos.

 

No pensaba volver al tema, pues, como saben algunos, hasta me despedí de él. Pero si me atacan en mancha, en plan ‘callejón oscuro’, y asumen que me voy a quedar callado, se equivocaron ‘Don Gato y su pandilla’.

 

Porque, les cuento, la cosa vino así desde su Canal S, con locutor en off, quien con voz grave anunciaba una “nueva denuncia” y esta era “contra toda la organización”. Y patatín y patatán.

 

“Reconocemos los 'errores' que podemos haber cometido, las muchas 'faltas' que pueden haber habido, pero no vamos a aceptar de ninguna manera que nos digan que somos una 'institución criminal' (…) Lo rechazamos tajantemente”, abrió el repertorio el superior general, Alessandro Moroni, con el rostro consternado y la voz crispada.

 

“La acusación de que nosotros ‘lavamos el cerebro’ a los jóvenes es completamente falsa. Creo que esa acusación daña la buena fe (…) Eso es falso. Eso es mentira”, dijo inmediatamente un tal Gianfranco Zamudio, más seco que una tiza, y cuyo disfraz de sodálite hacía que lo que estaba diciendo perdiera peso al momento de articular su discurso. Como si él y su mensaje fuesen un contrasentido. O no exhibiesen congruencia.

 

“Creo que hemos venido en una actitud bastante silente, y esta acusación significaría que todos son delincuentes (…) y eso es muy grave (…) Yo creo que hay que tener una respuesta mucho más firme sobre todo esto”, esgrimió un peladito que se expresa como Élmer Gruñón, lanzando frases como disparos y replicando con palabras que abrían enigmas y signos de interrogación.

 

“Nada nos va a detener en el trabajo que estamos haciendo para reparar a las víctimas”, retomó un avinagrado Moroni, y todas las víctimas sin excepción que miraban la pantalla del Facebook y de YouTube se preguntaban: “¡¿Cómo?¿Ya están reparando a las víctimas?!”.

 

“Junto con esto no vamos a dejar que nos llamen una ‘institución criminal’, que secuestra, que ha sido pensada para delinquir, porque eso es mentira. Eso es una falsedad. Y vamos a demostrarlo con hechos concretos, con nuestras obras”, añadió a manera de remate el actual mandamás del Sodalitium Christianae Vitae (SCV), Sandro Moroni.

 

Y las palabras ‘falso’, ‘mentira’, repetidas sin parar y con tono de indignación quedaron flotando por un rato en el aire. Mientras que yo los observaba, mirándoles a los ojos, preguntándome si debía retornar a la cuestión. Pero una cosa es la cortesía, algo que suelo practicar, y otra que sea una obligación.

 

Así que, a ver. A los muchachos les ha molestado la acusación penal. Que se diga que lo más probable es que el Sodalicio haya sido concebido con fines ilícitos enmascarados de ropaje religioso, y una vez hecho realidad se secuestró mentes y se abusó del poder, maltratando física y psicológicamente a sus militantes, al punto de llegar a violaciones sexuales, causándole a muchísimos exintegrantes lesiones severas.

 

No les gusta que se lo digan. Ni que se lo recuerden. Ni que se lo enrostren. Ni que se los hagan escuchar con un golpe de espada en el agua. Y bueno. Qué quieren que les diga. Me frustra que sean incapaces de ver todo lo que los demás vemos. Con lo cual las razones para indignarse son múltiples y, si quieren que les sea honesto, no puedo ignorar esas razones sin traicionarme a mí mismo. Porque a ver. Junto con mi amiga y colega Paola Ugaz no solo hemos puesto nuestro tiempo y esfuerzo y nuestras plumas al servicio de una causa que consideramos justa, sino que hemos tratado de introducir el fermento contestatario para que muchos sodálites tengan elementos suficientes para rebelarse y desformatearse. Pero ello no ha ocurrido. O quizás ha sucedido, pero en pequeña escala.

 

Porque es como si les gustara la doble identidad, digo. Como al papa, que no es Francisco, sino Bergoglio. Fíjense bien. La denuncia penal, en primer lugar, no acusa a instituciones, sino a personas naturales. Es decir, la denuncia no es contra el Sodalicio, sino contra: Luis Fernando Figari, Jaime Baertl, Virgilio Levaggi, José Antonio Eguren, José Ambrozic, Eduardo Regal, Erwin Scheuch y Óscar Tokumura. ¿Está claro?

 

Entonces, no es como dicen: que estamos yéndonos "contra toooooooodos los sodálites”, no. Porque eso sí es mentira y es un embuste. Un engaño, una patraña, un sofisma, un artificio, una farsa, una invención. Y un cuentazo. No sé si me explico, o si me dejo entender. Porque hasta un Rambo que piensa, si me apuran, puede entender el sentido de la denuncia.

 

Otra cosa más. Acá no se está buscando plata, como han deslizado calumniosa y difamatoriamente un plumífero maldiciente y lengua de víbora y no pocos ‘sodatrolls’, en todo espacio que han podido llenar. Con la sutileza de Lorena Bobbit, por cierto. Acá lo que se está buscando es justicia. Cárcel para Figari y para quienes resulten comprobadamente sus secuaces. Eso es lo que busca la denuncia. Si la denuncia buscara dinero, se plantearía como una denuncia en el fuero civil, pero no es el caso. Entonces, no confundan ni sean cómplices. O dicho de otra forma: Entérense mejor antes de opinar. Pues de lo contrario suena a que todavía siguen protegiendo a Figari y a sus silenciosos secuaces o que están tratando de pasar de la poesía a las matemáticas.

 

En serio. Piensen bien antes de hablar, digo. Por lo pronto, Sandro Moroni tiene en su haber más derrapadas y metidas de pata hasta los corvejones desde que empezó a declarar públicamente luego de la publicación de Mitad monjes, mitad soldados. Todo un caso, si me preguntan.

 

Pero volviendo a la denuncia, que es la madre de las ‘iras santas’ de este trío aparentemente aficionado a las teorías de la conspiración y al panfleto. Si se tomaran el trabajo de leerse las 41 páginas de nuestra denuncia, verán que no hay muchas diferencias con el Informe Final de la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, que fue propulsado, dicho sea de paso, por ustedes mismos, y que ahora parecería que quieren negar. Ése, si me permiten la intromisión, pareciera ser el tema de fondo. Que no quieren aceptar lo obvio.

 

Pero es lo que les ha tocado. Y tienen que aprender a vivir con eso y enfrentarlo para que no vuelva a ocurrir. El negacionismo no les va a conducir a ninguna parte, salvo a repetir los errores de su pasado, lo cual sería terrible. Pero la cosa es así, creo. “La vida tiene a veces puñales en los ojos”, como decía Xavier Abril. 

 

Y si es cierto lo que dicen Jacques Bartra, y otros, en el sentido de que Luis Fernando Figari ya tenía la mirada del depredador mucho antes de crear el Sodalitium, y que con el pretexto de la preparación para la universidad se llevaba a chiquillos de quinto año de secundaria por un par de meses a su casa de playa en San Bartolo, donde ocurrían situaciones más que extrañas y que han arrancado cóleras sagradas y rabias ciclópeas que no perdonan hasta el día de hoy, es lógico pensar e inferir que cuando creó el Sodalitium, el psicópata de Figari ya sabía lo que quería hacer.

 

Ahora bien, que les guste o no esa parte de su historia, no es problema de quienes clamamos por que la justicia humana prevalezca antes que la divina. Pues eso.