Joseph William Tobin (Michigan, 1952) es arzobispo de Indianápolis desde el 2012. Y antes de ello, fue secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, dicasterio del cual dependen organismos católicos como el peruano Sodalicio de Vida Cristiana, fundado por Luis Fernando Figari, sobre el cual existen gravísimos señalamientos de carácter criminal (abusos sexuales a menores, violaciones a los derechos humanos y restricciones a las libertades fundamentales, sometiendo a varios de sus miembros a pavorosos regímenes de esclavitud, entre otras cosas).

Esto ha sido denunciado y documentado a través de la investigación periodística Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), de informes periodísticos propalados luego del destape de estos hechos, y del Informe Final de la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, convocada, paradójicamente, por el propio Sodalitium Christianae Vitae (SCV). Este reporte fue calificado de “sesgado” por el actual superior Alessandro Moroni y por uno de sus cuadros más cuestionados, el sacerdote Jaime Baertl.

Como consecuencia del escándalo, el Vaticano nombró a monseñor Tobin como delegado pontificio, cuya misión debía consistir en acompañar a la institución en un hipotético proceso de reforma. Y Figari, quien creó el SCV a su imagen y semejanza, fue apartado del Perú y confinado a Roma, a un lugar desconocido, financiado por su propia organización, alejado de los reflectores de la prensa.

Lo cierto es que ya han pasado diez meses desde la explosiva revelación que mostró las abominables y execrables interioridades del Sodalitium, y lo que ha sucedido hasta la fecha es lo siguiente: 1) Figari todavía no ha sido sancionado ni expulsado por dicha sociedad de vida apostólica. 2) El Sodalitium no le hizo el menor caso a la Comisión de Ética, la cual recomendó acciones claras y precisas para cada una de las víctimas de la institución. 3) El movimiento de Figari se zurró olímpicamente en uno de sus principales encargos: “Las personas que ejercieron algún cargo en la organización del SCV, durante los años en que se permitieron los abusos denunciados, deben ser impedidas de ejercer algún cargo representativo al interior de la organización”. 4) El Vaticano intentó justificar su falta de acción en junio, luego de ocho meses del escándalo, a través del vocero del papa, Federico Lombardi. Lo que no dijo Lombardi fue que ninguna de las principales víctimas sexuales de los jerarcas sodálites fueron contactadas por la santa sede. 5) Las víctimas todavía no han sido desagraviadas por el Sodalitium. Ni se les ha pedido perdón ni se ha resarcido a quienes han sufrido daños duraderos. 6) Pareciera que “el problema” quisiera zanjarse en el caso Figari, exonerando a encubridores importantes como Jaime Baertl, Eduardo Regal y Óscar Tokumura. 7) El Sodalitium ha pretendido extorsionar y chantajear a dos de los exsodálites que están demandando penalmente a Luis Fernando Figari. Me refiero específicamente a Óscar Osterling y a José Enrique Escardó.

A todo esto, muy discretamente, el arzobispo Tobin acaba de visitar el Perú. ¿Qué es lo que ha expresado en una entrevista sin repreguntas hecha por el propio Sodalitium, y replicada en RPP? Que el “Vaticano todavía tiene esperanza en el gobierno actual del Sodalicio”. Que “hay la voluntad del Consejo Superior de querer enfrentar los problemas con sinceridad”. Que se ha reunido con “exsodálites” (aunque está confirmado que en ningún caso ha hablado con las víctimas sexuales de Figari, Germán Doig y otros ex miembros de la entidad que están pasando piola).

Que no va a pasar nada, es decir. Porque la iglesia católica no ha cambiado un ápice en su forma de proceder. Desde el año 1219, con la institución del derecho canónico, la iglesia reclamó la potestad de juzgar a sus propios miembros, bajo sus propios tribunales, reglas y leyes, sustrayéndolos de la justicia civil, evadiéndola. Sin importarle un pepino la injusticia y la estela de destrucción dejada por instituciones de características sectarias como el Sodalitium.

Así las cosas, el mensaje de Tobin ha sido de absoluta impunidad. Entrelíneas nos ha dicho que los códigos de la iglesia siguen siendo los mismos de siempre: simulación, complicidad, protección. Y silencio. Para ocultar debajo de la alfombra su vergüenza y su doble moral.

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(*) El autor de la nota, junto a otros cuatro ex sodálites, está demandando penalmente a Luis Fernando Figari y a quienes resulten responsables de los delitos de asociación ilícita, lesiones graves y secuestro (entendido esto último como “secuestro mental” o “lavado de cerebro”).


TOMADO DE LA REPÚBLICA, 7/8/2016