“En la etapa previa al abuso sexual, Karadima iba ‘tanteando’ el terreno de sus posibles ‘presas’, describe James Hamilton en el libro de la periodista chilena María Olivia Mönckeberg. “De esa manera, poco a poco, el cura iba detectando hasta dónde podía llegar con sus ‘elegidos’”.

 

“Él tenía un dominio total sobre mí. Yo le había entregado ese dominio”, le confiesa Hamilton a Mönckeberg. “La pasión de Karadima es subyugar, es la dominación”, subraya.


James hamilton, víctima sexual de fernando karadima 

 

Un sacerdote vinculado al círculo de Karadima, quien prefiere guardar el anonimato en la investigación de Mönckeberg, trata de explicar el fenómeno. “En primer lugar, el abusador ‘embauca a las víctimas de alrededor de quince años y hasta los dieciocho; segundo, abusa de ellas a partir de los dieciocho, y en la tercera fase, manipula; esto es continuo y puede durar mucho años”, dice.

 

De acuerdo a la psiquiatra francesa Marie-France Hirigoyen, en su libro La mente del abusador, “El abusador no tiene empatía con la víctima, por lo que tampoco siente culpabilidad ni se arrepiente”.

 

En el caso Karadima, en opinión de diversos especialistas consultados por Mönckeberg, el pederasta chileno “presenta ‘efebofilia’ –la atracción sexual que sienten las personas adultas hacia adolescentes que han superado la pubertad”.

 

Otra cita interesante que aparece en la publicación de la periodista, quien estuvo hace poco en Lima para presentar su libro en la FIL 2016, es de uno de los expertos a nivel mundial en casos de abuso sexual. Se trata de Stephen Rossetti, del Saint Luke Institute en Washington, EE.UU.

 

“Muchas veces el abusador no reconoce el mal que hace; ahí está su enfermedad, no tiene empatía con el dolor ajeno (…) El abusador efebofílico (…) va violando los límites en forma escalonada (…) Comienza con una seducción de grooming, esto significa que va de a poco ganándose la confianza de la víctima (…) Entre uno y dos tercios de los abusadores sufrieron ellos mismos de abuso (…) Los abusadores tienen otra lógica mental”, dice Rossetti.

 

 

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Dato: “Es casi imposible ser testigo de un abuso sexual grave. Pero es posible descubrir patrones de conducta que van delatando al abusador, y como un rompecabezas uno puede ir armando todo el contexto. Todo abusador deja una huella que lo delata” (Religiosa Angela Ryan, de laConferencia Episcopal Católica de Australia).

 

 

(*) El autor de la nota, junto a otros cuatro exsodálites, ha denunciado penalmente a Luis Fernando Figari, y a quienes resulten responsables, de los cargos de asociación ilícita, lesiones graves y secuestro.