Desde la nada se asoma un grito que interrumpe tus lamentos.


Una voz, desde la inexistencia de tu mente,


te llama, recuerda y te atormenta.


No existen víctimas, solo pesadillas en tu mente.


Nunca existimos nosotros, ni los otros.


Desde la nada de tu cabeza, somos todos objetos.


Plastilina en tu mano, juegas a moldearnos a tu apestoso antojo.


Yo no existo. Mi denuncia, que pasó por más de 5 manos,


Se hizo humo blanco en el Vaticano: elección de silencio y encubrimiento.


Asquerosa elección. ¡Que sea santo!


Opción por el encubrimiento: Las víctimas no existimos.


Solo santos en tu cabeza. Maldad en tus actos y dolor en nuestras vidas.


Lloro ahora, una vez más. Lloro otra vez.


Tu certero golpe es peor que mortal,


Implantaste una parca en mí, siempre atenta a mis recaídas.


Ronda al acecho de la flaqueza,


Oportuna, me invoca con los brazos abiertos desde el fondo del abismo.


No existimos víctimas, solo soldaditos en tu cama y monjes en tu altar.


En tu mundo de miniatura, tu pecado es peor que mortal.


Ínfimo de espíritu, nos has quebrado el órgano de curación.


Con tu dedo chamuscado, has envenenado nuestras íntimas fuentes.


¿Cómo sanar con un cuerpo temeroso y un alma apabullada?

 

Tú, fundador del sodalicio, no me educaste con rigor exagerado, ni has forjado mi espíritu con exceso de fuerza. Yo soy una de tus víctimas, retorcido y desgarrado, manipulado y abusado. Yo existo y busco justicia.


Mi denuncia, entregada el 2011, tiene firma y cargo, nombre y apellido, teléfono y DNI, verdad y esperanza. ¿Qué más es necesario?


"Santiago" de "Mitad Monjes, Mitad Soldados"