Hace exactamente un año, un día como ayer, estábamos sentados en el Lugar de la Memoria (LUM) mi amiga y colega Paola Ugaz, junto al también periodista Gustavo Gorriti y al exprocurador anticorrupción Julio Arbizu, presentando la investigación Mitad monjes, mitad soldados. Ella gira en torno a un movimiento religioso peruano, el Sodalitium Christianae Vitae (SCV) o Sodalicio de Vida Cristiana (SVC), del cual, hasta hace 365 días se sabía muy poco. O prácticamente nada, para ser honestos. Pese a su relevante presencia en la sociedad, su enorme fortuna, y a tener alcance internacional, todo hay que decirlo.

Como señala en sus primeras páginas, el libro ensaya “una primera aproximación, sin pretensión de exhaustividad”. Y en él trata de establecer algunos de los hitos históricos del Sodalitium, de los aspectos clave de su pensamiento, de su sistema de formación, pues esta agrupación católica también ha estado vinculada a denuncias sobre abusos de poder, maltratos físicos, manipulación psicológica, y casos de pederastia.

Mitad monjes, mitad soldados es, a fin de cuentas, un primer vistazo fragmentario, parcial e incompleto, que no pretende en ningún momento juzgar el modo de vivir una creencia. Eso sí. Le pone el foco y la lupa a una organización de características herméticas y sectarias, y con ropaje religioso, desde una óptica periodística e independiente, y procura ofrecerle al lector interesado en estos temas algo de claridad. “Este libro no es más que eso. Un imperceptible grano de arena. O, si quieren, una pequeña luz que señala la punta de un iceberg. Nada más”, escribimos al inicio.

Bueno. Viendo ahora las cosas en retrospectiva, el balance ha sido, creo, positivo. A pesar de la resistencia de la propia institución de aceptar la verdad. Fenómeno que, si me preguntan, dura hasta la fecha. Y no exagero.

El caso fue considerado por la prensa peruana como uno de los más sonados del 2015. Y lo cierto es que no era para menos. Estábamos, como dijo este diario, “ante el primer destape en nuestro país de una estructura cuyo origen fue la práctica religiosa y el compromiso de la fe, pero que además fue usada por sus más altos dirigentes, entre ellos su fundador Luis Fernando Figari, como un pretexto y coartada para el desenfreno, el abuso y la comisión de actos violentos” (22/10/2015).

No obstante lo revelado del Caso Sodalicio, movimiento cuya estructura y arquitectura propició el abuso de poder de forma perversa y sistemática, y en el que se practicó la anulación de la conciencia y el lavado de cerebros a menores de edad, no deja de llamar la atención la indolencia e incapacidad de sus autoridades para conectar los puntos que los deberían llevar a estas pérfidas conclusiones.

Ahora bien, no es que se pueda decir que se quedaron con los brazos cruzados. Pues el Sodalicio si a algo responde es a los periodicazos. Y periodicazos le ha llovido como nunca el último año. Así las cosas, gracias a la presión de la prensa convocaron a una Comisión de Ética, en el marco de una etapa que denominaron de “Revisión, Reconciliación y Renovación”.

El informe de dicha Comisión, que trabajó ad honorem, fue lapidario. Pero como no les gustó, le llamaron “sesgado”. Y por ahí está, guardado. Con sus recomendaciones encarpetadas, bajo la oscuridad de un cajón. Y hace unos meses que tienen contratados a unos consultores extranjeros, que también deberían evacuar un reporte. Y a quienes se les encargó el trabajo de dialogar con algunas víctimas. Digo con algunas, porque no han hablado con todas. Y el tiempo que se han dado para tan delicado encargo ha sido bastante breve.

Como sea. Así van las cosas. Claras para todos. Negras para el Sodalitium, el cual quiere dejar el tema en que “toda la culpa es de Figari, y de nadie más”. Como si Figari no hubiese tenido cómplices ni encubridores. Lo peor es cuando se descubre que hay una sinfonía en el discurso de Figari y en el de los jerarcas sodálites, y no existe más bien una diferencia crucial.

“Todas las cosas negativas o malas pueden haber sucedido como causa de imprudencia (…) Algunos excesos no ensombrecen al Sodalicio, toda vez que la organización es mucho más que las quejas y errores de la misma”, esgrime el sacerdote sodálite Jaime Baertl, en un lenguaje que se entremezcla engañosamente con el del fundador Luis Fernando Figari. “Como si una mentira pronunciada con suficiente frecuencia se pudiese convertir en verdad”, diría Lenin.

(*) El autor de la nota, junto a otros cuatro exsodálites está demandando penalmente a Luis Fernando Figari y a quienes resulten responsables de los delitos de asociación ilícita, lesiones graves y secuestro.

TOMADO DE LA REPÚBLICA, 23/10/2016