La misiva que leerán a continuación se trata de una invitación pública al cardenal chileno Francisco Javier Errázuriz Ossa, quien visitó recientemente a Luis Fernando Figari, fundador del movimiento católico peruano Sodalitium Christianae Vitae, a que se informe bien sobre las gravísimas denuncias que existen en contra de su contertulio y compañero y camarada de toda la vida. 

La carta la firma "Santiago", el exsodálite que ofreció su testimonio para la investigación periodística Mitad monjes, mitad soldados y acusa abiertamente a Figari de manipulación psicológica y de abusos sexuales. 

Consultado por el diario El Comercio respecto de estos encuentros en la lujosa residencia sodálite en Roma con el creador de dicha institución católica, el cardenal Errázuriz respondió:  

“Figari es un viejo amigo y que, si el dicho popular dice que del árbol caído hacen todos leña, ‘es más cristiano ayudar al árbol a que se levante’.”  (El Comercio, 24/10/2016).


Carta de "Santiago" al cardenal Errázuriz


Figari tiene víctimas. Lo invito Cardenal Errázuriz a leer mi denuncia de abusos psicológicos y sexuales, perpetrados por su "viejo amigo" contra mí. No le será difícil encontrarla y quizás, después de sensibilizarse con ella, quiera extender su caridad cristiana también con nosotros, los árboles talados.

Yo supongo que a usted no le será difícil encontrar mis datos ya que constan en mi denuncia original, de mayo del 2011. La confié, juntamente con mi esperanza por justicia, en las manos del padre Víctor Luis Huapaya Quispe, presidente del Tribunal Eclesiástico de la Arquidiócesis de Lima, para que él la envíe al Dicasterio del cual el Sodalicio depende. Dicasterio del que usted fue secretario, justamente en la época durante la cual el Sodalicio negoció ser reconocido como sociedad de vida apostólica laical de derecho pontificio. Dicasterio que ahora es responsable de juzgar el execrable caso de su "viejo amigo", a quien consuela ahora.

Por alguna razón que escapa a mi entendimiento –pero no a mi imaginación–, el actual secretario de este Dicasterio, José Rodríguez Carballo, no encontró mi denuncia cuando la cúpula de Sodalicio se entrevistó con él. Sin pestañear, la envié nuevamente y guardo con celo mi segundo cargo, esta vez en italiano.

¿Qué pasó con la denuncia original? 

No lo sé. Nadie respondió a mis preguntas. Ni siquiera el cardenal Juan Luis Cipriani a quien le escribí una carta pública. En el mundo digital se materializó un documento donde aquellas manos que recibieron mi denuncia, se lavan de culpa junto con las de todos los obispos y arzobispos del Perú. ¿Achacaron a Roma?


Parece que sí, pues mi denuncia desapareció cuando Joseph William Tobin era el secretario del Dicasterio (2010-2012). Y ahora, cinco años más tarde, coincidentemente, es el mismo Tobin quien es nombrado por el papa como Delegado Interventor del Sodalicio. ¿Qué extraviará en este su nuevo oficio? Él afirma en una entrevista: “Me ha pedido la Santa Sede acompañar al Sodalitium Christianae Vitae en un proceso de enfrentar algunos problemas…”.

Me imagino que Figari es uno de esos problemas. ¿O quizás sea yo? 

Lo cierto es que, ningún miembro de la Iglesia me ha contactado para atender mi caso, o por lo menos escuchar mi versión. Es por esto, Errázuriz, que te invito a hacerlo. Y espero que puedas explicarme la pasmosa y concreta trama de oscuros personajes que son entrelazados por una etérea denuncia de la que tan solo restan cargos y una llama de esperanza. Llama que permanece encendida gracias a las redes del bien, que hilvanan el combustible que nutre su luz y espanta los esfuerzos que hacen para que caiga en la sombra del olvido.

"Santiago"


P.D.: Como no he encontrado su email, solicito a los amables lectores que compartan esta invitación pública para que le llegue cuanto antes.


APOSTILLA DEL AUTOR DE ESTE BLOG: 

El cardenal Errázuriz, pese a haber dejado la secretaría de la Congregación de Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, de la cual depende el Sodalitium, sigue siendo "un pez gordo" en la jerarquía vaticana. Integra el "Grupo de los Nueve" (cardenales de máxima confianza del papa Francisco), que tiene el encargo de reformar las estructuras de la iglesia católica. 

Y además de ser muy cercano a Jorge Bergoglio, según algunas informaciones narradas en el libro Los secretos del Imperio de Karadima. La investigación definitiva sobre el escándalo que remeció a la Iglesia chilena, de Juan Andrés Guzmán, Gustavo Villarrubia y Mónica González, periodistas de CIPER (Centro de Investigación e Información Periodística), Errázuriz parece ser también un tanto olvidadizo, digamos. 

Como saben algunos, nuestros vecinos sureños también tienen a su Figari chileno. Se llama Fernando Karadima. Y José Andrés Murillo, una de sus víctimas, fue el primero en intentar acusar a Karadima. Lo hizo en el 2003 ante el sacerdote Juan Díaz, quien era entonces vicario para la Educación del entonces arzobispo Francisco Javier Errázuriz. 

"El testimonio me pareció creíble porque conocía a la persona que me lo contaba y lo veía afectado. Lo animé a que le escribiera una carta al Arzobispo Errázuriz y me comprometí a entregársela", relata el cura Juan Díaz en entrevista con los autores. Murillo le entregó la carta varias semanas después. Y Díaz cumplió con la promesa de hablar con el arzobispo. "Le dije que lo que me decía Murillo me parecía creíble y después de eso le entregué la carta. Él la leyó con atención delante de mí. Se mostró sorprendido. Tuve la impresión de que tomaba con seriedad la denuncia. No reaccionó en defensa de Karadima; por el contrario, dijo que iba a estudiar esta carta con seriedad". 

Esto ocurrió, reitero, en el año 2003.

No obstante, como recuerdan los periodistas de CIPER, el  25 de abril del 2011, en una carta pastoral, el cardenal Francisco Javier Errázuriz se refirió a las acusaciones que enfrentaba el sacerdote Fernando Karadima y "aseguró que las tres primeras denuncias formales contra el cuestionado sacerdote comenzaron a llegar al Arzobispado de Santiago a partir de mayo del 2005". 

Pasado un tiempo, José Murillo le dijo al clérigo Juan Díaz que "nadie se había comunicado con él y quería saber qué ocurría. Díaz volvió a hablar con Errázuriz. Le dijo que no quería hablar con Murillo, pero, eso sí, le comentó a Díaz que "iba a rezar por él".

Años más tarde, cuando fue interrogado por la jueza Jessica González, el arzobispo Errázuriz reconoció la existencia de esa primera carta de Murillo y de la conversación con el jesuita Juan Díaz. "Pero Errázuriz no sabe bien qué hizo con esa carta, pues la investigación a cargo del promotor de justicia no se inició sino hasta dos años después, cuando José Murillo envió una segunda carta a través del obispo Ezzati", señala la información que consigna el libro de los periodistas de CIPER. 

"No recuerdo si esa carta la entregué al promotor conjuntamente con la que me hizo llegar Murillo a través de monseñor Ezzati, o si lo hice por separado, en julio o agosto de 2005", declaró Errázuriz. 

¿Por qué el cardenal Errázuriz se demoró dos años en activar la investigación?

"En ese entonces yo tenía dudas acerca de la verosimilitud de los hechos expuestos", dijo Errázuriz ante los tribunales. 

Lo que llama la atención es que, en el 2004, surgió una nueva acusación, más escalofriante que la de Murillo: la denuncia que hizo Verónica Miranda, la exesposa de James Hamilton, otra víctima de Fernando Karadima. 

De acuerdo al libro Los Secretos del Imperio de Karadima, Errázuriz "logró detener la investigación durante tres años". Entre los años 2006 y 2009. "Tampoco tomó las medidas para que los abusos terminaran", añaden los autores. 

La verdad es que, hasta el 2009 Errázuriz no hizo nada. Recién en ese año, con el testimonio de Fernando Batlle, otra víctima de Karadima, quien era menor de edad al momento en que el párroco depredador abusó de él, el entonces arzobispo Errázuriz se vio obligado a enviar el caso a Roma. 

Respecto de la "lentitud para tomar decisiones de Errázuriz", los periodistas de CIPER describen esta característica del prelado como: "Una dilación que linda en la incapacidad. Debido a eso, en un tema donde la Iglesia debió llevar la delantera, pareció siempre arrastrada por los hechos, reaccionando cuando ya no le quedaba alternativa, más partidaria de los acusados que de las víctimas, como si añorara los tiempos en que los abusos se guardaban y se lavaban en los sótanos familiares". 

El arzobispo Errázuriz le pidió a Karadima que dejara la parroquia El Bosque en septiembre-octubre del 2010 argumentando que el sacerdote "necesitaba descansar". La decisión para que deje el recinto parroquial se presentó a los medios como un asunto de salud. "Cualquier ser humano en situación de gran agobio quisiera tener un respiro (...) es normal que (Karadima) se tome un par de días en el campo".

No sé ustedes, pero hay coincidencias que le ponen a uno la piel de gallina. 

Como sea. Asumamos que la primera denuncia contra Karadima llega a manos de Errázuriz en el 2005, y no en el 2003, como sostiene Murillo, lo cierto es que transcurrieron seis años de búsqueda de justicia. Y en esos seis años, Errázuriz JAMÁS se reunió con José Murillo, James Hamilton y Juan Carlos Cruz, quienes fueron los principales denunciantes en esta historia. SEIS AÑOS. En cambio, Figari no ha pasado ni un año "de retiro" en Roma, para que su "viejo amigo", Francisco Javier Errázuriz, diga: "Aquí estoy, mi querido Luis Fernando, para ayudar al árbol a que se levante".