La vez pasada escuché a Sandro Moroni en el canal que el Sodalicio tiene en las redes sociales. El superior general de esta organización estaba un tanto apurado. O eso parecía. Ahí anunciaba: “El trabajo de los expertos está llegando a su fin”. Se refería al trabajo del consultor irlandés Ian Elliott, contratado por esta sociedad de derecho pontificio para reparar a las víctimas de los abusos perpetrados. 

“Aunque el apoyo a las personas que hayan sido víctimas continuará durante el tiempo que sea necesario, la información recibida de ellas después del 10 de octubre no se podrá incluir en el informe y no será parte de las evaluaciones de las víctimas para el programa de reparación que está en marcha (…) Quiero asegurarme que todos están incluidos”, dijo Moroni.

Y bueno. No sé cómo les sonó a ustedes, pero a mí me dejó un sabor amargo. Porque a ver. Ian Elliott, quien no habla español y vive en Irlanda, habrá hecho su mejor esfuerzo, pero humanamente el tiempo jamás le dio para hablar con todas las víctimas. Formalmente, desde que tomó contacto con la primera víctima hasta el 10 de octubre pasado, habrán transcurrido unos siete meses. Pero claro. Tiempo efectivo-efectivo, debe haber sido mucho menos, digamos. 

No sé con cuántos exsodálites habrá dialogado Ian Elliott, porque no se lo he preguntado, pero puedo apostar que la cantidad de gente con la que ha conversado apenas debe reflejar un pálido número que no tiene nada que ver con la porción real, quedando fuera del proceso muchas víctimas. Sí le sugerí que debía exigirle al Sodalicio la relación de todos los que hemos transitado por las casas de formación de San Bartolo. Considero que todos los que desfilamos por ahí fuimos víctimas. Incluso los que hoy dicen que no lo fueron. Eso para comenzar, le dije. Elliott pidió la lista, pero el Sodalicio jamás se la entregó. 

Algo más. Recién me entero por José Ambrozic, el vicario regional, en otro video, que ahora resulta que los consultores externos Ian Elliott y Kathleen McChesney habían estado coordinados desde un inicio con la Comisión de Ética. Si esto fue así, no entiendo por qué el trámite de repetir los complejos interrogatorios de carácter personal, en los que se removían escombros de la intimidad. Esto es algo que a muchos nos pareció incomprensible. Más todavía. Ambrozic intentó ensayar en su último ‘sodavideo’ una enredada justificación sobre el particular. Sin mucho éxito, si me preguntan. 

Todavía existen muchos grises en esta historia de tropelías y excesos que califican como violaciones a los derechos humanos, y que acusan al Sodalicio de esconder prácticas que lindan con lo criminal y el delito organizado. 

Como sea. Les cuento que yo fui el Caso 10 de la Comisión de Ética. Y mi ficha es bien clarita y no necesita traducción ni explicación alguna. Creo que no llega a cuatro párrafos. Y eso. Si alguien quiere más morbo puede leer Mitad monjes, mitad soldados. Ahí lo cuento todo. Pero volviendo a la Comisión, ella recomendó para mí lo siguiente: Reconocimiento por parte del superior general de su condición de víctima y pedido de disculpas por escrito. Reconocimiento por parte del superior general de la interceptación de sus comunicaciones. Reconocimiento a su trabajo de investigación, al haber permitido que por su intermedio se conozca públicamente la existencia de víctimas de maltrato psicológico, físico y de índole sexual por parte del SCV. Otorgarle la reparación correspondiente, incluyendo la compensación económica proporcional al daño infringido, comprendiendo la afectación moral y material causada por el distanciamiento de su padre. Otorgarle la compensación económica que le permita acceder a un tratamiento médico psiquiátrico y/o psicológico integral por el tiempo que los profesionales médicos determinen. Realizar las investigaciones necesarias al interior del SCV, en relación a los actos de intervención de correspondencia denunciados. Asimismo, que el SCV imponga a los responsables las sanciones correspondientes.

Por eso cuando escucho, por un lado, a los jefazos del Sodalicio decir “hemos pedido perdón”, “la mayoría de víctimas ya están siendo reparadas”, y por otro, a exsodálites insatisfechos con el proceso, pues se sienten revictimizados, y perciben que la institución ha exhibido más bien desaprensión en lugar de caridad y reparación, qué quieren que les diga, pues me inclino a creerles a los que se sienten revictimizados. 

En mi caso, le dije al propio Elliott: Yo no espero plata, sino justicia para las víctimas. Eso sí. Me interesa ver expulsados a Figari y a sus encubridores. Como Jaime Baertl, por ejemplo. Solo si ello ocurre creeré en "el proceso de reparaciones del Sodalicio". 


(*) El arriba firmante junto a cuatro exsodálites está demandando penalmente a Luis Fernando Figari y a quienes resulten responsables de los delitos de asociación ilícita, lesiones graves y secuestro.

LA REPÚBLICA, 13/11/2016