Hay casos que indignan y lo sacan a uno de sus casillas. Por lo que se agradece no haber sido irradiado con rayos gamma porque, si no, créanme, ya estaría con la camisa rota, sin caber en la silla que tengo frente a la pantalla del ordenador, sintiéndome torpe ante el teclado y con todo el cuerpo color verde, de pies a cabeza, destrozando todo lo que esté a mi alcance, en plan Hulk. Porque a ver. Lo que le han hecho al exsodálite Martín Scheuch no tiene nombre. O quizás sí. Pero los buenos modales le llevan a uno a guardarse ciertas palabras altisonantes.

Se los cuento en corto. Martín Scheuch fue interrogado por la Comisión de Ética que convocó el controvertido Sodalitium Christianae Vitae (SCV) en noviembre del 2015. En el marco de la investigación que llevó a cabo dicha entidad, bajo la premisa moral de que “la verdad no prescribe”, Martín fue identificado como el expediente número seis. Y en abril de este año, además de evacuar un informe demoledor sobre el Sodalicio, la Comisión también preparó una ficha sobre cada una de las personas que desfilaron por su oficina temporal en la calle Vanderghen, en Miraflores. Y con las que conversó, vía Skype, como ocurrió con Martín, quien vive en Alemania.

En el caso de Scheuch, su ficha recomendaba, entre otras cosas, lo siguiente: “Reconocimiento por parte del superior general (Alessandro Moroni) de su condición de víctima y pedido de disculpas por escrito. Devolución de toda su información personal, particularmente la relativa a sus evaluaciones psicológicas. Otorgarle una compensación económica que indemnice los años de pertenencia al SCV, ante el inadecuado discernimiento vocacional sufrido. Otorgarle la reparación económica proporcional al daño sufrido, comprendiendo la afectación moral y material de la víctima. Otorgarle la compensación económica que le permita acceder a un tratamiento psiquiátrico y/o psicológico integral por el tiempo que los profesionales médicos determinen. Realizar las investigaciones necesarias al interior del SCV, en relación a los actos denunciados. Asimismo, que el SCV imponga a los responsables las sanciones correspondientes”.

Así las cosas, en el caso de la víctima número seis se esperaba del Sodalicio una reparación moral e incluso material. Por el daño causado. Que no ha sido poco en la vida de Martín. Scheuch no es un abusado sexual, pero fue uno de los tantos que padecieron de persistentes maltratos psicológicos y de impunes vejaciones físicas (algunas, por cierto, hasta parecen imitadas de Abu Ghraib: Scheuch narra flagelaciones a punta de correazos en la espalda descubierta) durante los larguísimos veinte años que transitó por la organización fundada por Luis Fernando Figari.

Pero no. A lo largo de este “proceso”, como lo llama Moroni, en el que el Sodalitium ha revictimizado a muchos, lo que han cometido con Martín Scheuch es a todas luces una injusticia clamorosa. Una carta del 9 de noviembre le informa a Scheuch que el “Comité de Reparaciones” (cuya existencia es nueva para quienes hemos sido parte de este “proceso” y cuyos integrantes son absolutamente desconocidos para la opinión pública) no lo considera como “resarcible” o “reparable”, si caben ambos términos. Tal cual.

Estamos ante el Sodalicio de toda la vida, es decir. Solamente que sin Figari al frente. Para que vean, una vez más, que no se trata de “expulsar a la manzana podrida”, pues el árbol es el que está enfermo.

Pero volviendo a Martín Scheuch. Ojalá que el Sodalitium y su superior y su cúpula y su “comité de reparaciones” tengan la mínima decencia de revisar este caso donde han metido la pata hasta los corvejones. De lo contrario, se podría inferir que no aceptan la condición de Martín como víctima, para castigarlo. Porque desde el año 2012 en adelante, Martín no se ha detenido ni un instante en denunciar los abusos del Sodalicio. Pues eso. Eso, y porque Scheuch, todo hay que decirlo, es quien ha señalado abiertamente al cura Jaime Baertl, el sodálite más connotado en la institución después de Luis Fernando Figari, de protagonizar un incidente de desafortunadas y groseras connotaciones sexuales. Y reconocer ello significaría, si fueran honestos, sancionar efectivamente a Baertl. Algo que, puedo apostar, jamás van a hacer. Jamás.

(*) El arriba firmante es uno de los cinco exsodálites que ha demandado penalmente a Luis Fernando Figari –y a quienes resulten responsables– por asociación ilícita, lesiones graves y secuestro.

TOMADO DE LA REPÚBLICA, 20 de noviembre del 2016