Estoy indignado. Porque a ver. Díganme si no es para sentirse asqueado. Y encima, burlado. Pero bueno. Así son las cosas en la iglesia católica, liderada actualmente por un papa de apariencia bonachona y de supuesta actitud progre, pero que en los hechos le está tomando el pelo a sus feligreses. O es lo que parece. 

Como sea. Quién iba a imaginar que acabaríamos sintiendo nostalgia por Benedicto XVI. Figúrense. 

Paso a explicarme. Resulta que el lunes de esta semana, Francisco exhortó a los obispos de todo el mundo a hacer lo necesario para garantizar la protección de los niños frente a los abusos sexuales por parte de miembros del clero. Lo hizo a través de una carta. “Es un pecado que nos avergüenza”, escribió el jefe de los católicos. Y pidió un “compromiso para que estas atrocidades (los abusos sexuales perpetrados por religiosos) no vuelvan a suceder (…) En este campo, atengámonos clara y fielmente a la tolerancia cero”.

Y ya ven. Es que se trata precisamente de eso. De la tan mentada “tolerancia cero”. Porque mientras Francisco decía eso, casi en paralelo me iba enterando de algo que me dejó prácticamente paralizado de la rabia.

Resulta que una de las víctimas sexuales de Luis Fernando Figari, que brindó su testimonio para la investigación que hicimos con Paola Ugaz, Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), y que luego formalizó en una extensa denuncia que alcanzó al Tribunal Eclesiástico en setiembre del 2011, la víctima de Figari, decía, me contó hace poco que luego de ello, envió su demanda al Vaticano. 

Concretamente, la envió al Secretario de la Congregación de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, cargo que actualmente desempeña el arzobispo español José Rodríguez Carballo. Y atención. Acá es donde me doy con la sorpresa. El Secretario de la mencionada entidad era en ese momento, nada más y nada menos, que, … ¡monseñor Joseph William Tobin!

¡¿Cómo que quién es monseñor Joseph William Tobin (Michigan, 1952), por dios?! 

Bueno. Se los cuento en corto. Es un redentorista que fue hecho recientemente cardenal por el papa Bergoglio. Y fue destacado el último noviembre, para más señas, como arzobispo metropolitano de Newark, New Jersey, o sea. 

Pero en el pasado, y acá viene lo sustancioso, Benedicto XVI lo nombró como Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, cargo en el que permaneció hasta casi octubre del 2012, cuando fue sucedido por el español José Rodríguez Carballo. Y ojo. En mayo del 2016, la Santa Sede lo eligió como delegado pontificio ante el Caso Sodalicio. Y lo que nos acabamos de enterar es que, este flamante príncipe de la iglesia estuvo al tanto de uno de los principales casos de abuso sexual de Figari… ¡cinco años antes de asumir el papel de delegado pontificio! Tal cual. ¡Y no hizo nada!

Como, por cierto, no ha hecho nada hasta la fecha. Es decir, Tobin jamás se puso en contacto ni en el 2011 ni en el 2016 ni en lo que va del 2017 con la víctima que les cuento. Ni con las otras dos que presentaron sus demandas en el mismo año, todo hay que decirlo.

Más todavía. La víctima que me acaba de brindar toda esta información, luego de más de un lustro de omisión, pues hasta el día de hoy ninguna autoridad eclesiástica –peruana o vaticana– ha contactado con él o con las otras víctimas sexuales de Figari, decidió viajar a Roma para hablar personalmente con José Rodríguez Carballo. Y qué creen. Todo sigue igual. Nadie ha dicho esta boca es mía.

Y ya ven. Se me acabó el espacio y me quedé sin poder relatarles otras cosas de las que me enteré. Como, por ejemplo, que la víctima que me dio todos estos datos tampoco ha sido reparada por el Sodalicio. ¿Pueden creerlo? Supongo que sí, porque ya los tasan. Pues los sodálites si algo han demostrado con esta penosa historia es que son mezquinos y avariciosos. Y que más insolidarios no han podido ser. O que la impunidad es lo suyo. Así como el encubrimiento.

Y ese es el problema. Que estos abusos que nada tienen que ver con el sentido común y rayan con el crimen y el delito y la violación a los derechos humanos, se siguen tolerando. Y no me digan que el asunto es baladí, porque no lo es. Pero en fin. Llegados a este punto, entramos otra vez en la resbaladiza pregunta que todos nos hacemos y nadie nos responde. Y ahí les va de nuevo. Conociéndose todo lo que se conoce, ¿ya expulsaron y sancionaron a Luis Fernando Figari y a sus cómplices, como Jaime Baertl? Digo Baertl solo por mencionar un nombre. Porque hay más, claro. 

Dicho de otro modo: ¿Ya se hizo justicia y se reparó a las víctimas de los abusos psicológicos, físicos, e incluso sexuales, de esta institución católica peruana? ¿No va a pasar nada? ¿Y la puñetera “tolerancia cero”? ¿Algún miembro del episcopado va a responder alguna de estas interrogantes?

(cri, cri)


TOMADO DE LA REPÚBLICA, 8/1/2017 (versión ampliada)