No sé ustedes, pero la sensación de impunidad en este país de cartulina se agiganta. Como ahora. En estos instantes. Porque a ver. El Perú está ad portas de abrir la Caja de Pandora de uno de los casos de corrupción más sonados en su historia reciente, después de lo que significó el fujimorismo. Me refiero al Caso Odebrecht, obvio, el cual involucra a exfuncionarios de alto nivel.   

 

Pero claro. En medio de ello, nos acabamos de enterar de la sentencia judicial sobre el Caso Comunicore. Y ya saben. No va a pasar nada. Los investigados fueron absueltos. No porque no sean culpables, ojo. Sino porque, como comenta Carlos Rivera, abogado del IDL, en Perú21, “la desidia y lentitud de los jueces” lo permitió.

 

Y algo similar sucedió hace muy poco con la fiscal María del Pilar Peralta Ramírez en el Caso Sodalicio, quien esgrimió algo parecido, “prescripción” y “falta de pruebas”. Ergo, el depravado Luis Fernando Figari no es culpable de nada. Y sus encubridores, tampoco.

 

No obstante, el Fiscal de la Nación, Pablo Sánchez Velarde, quien pareciera hablar para otro país, dijo hace unos días en La República. “El fiscal busca pruebas con dos objetivos: establecer los delitos y determinar quiénes son los autores y partícipes”. Y bueno. Cuando leí esto, me acordé de la fiscal Peralta y me cagué de la risa. Porque ella no buscó nada. Ni pruebas. Ni testigos. Ni delitos. Ni autores. Ni partícipes. Ni nada. Tal cual. Lo suyo fue puro sesgo. Pura subjetividad. Harta aproximación cucufata y beata al Caso Sodalicio.

 

Y a su indolente resolución me remito.

 

. De saque, lo eyectó de la investigación a José Antonio Eguren Anselmi, arzobispo de Piura y Tumbes, para más señas, y uno de los miembros más representativos y antiguos del Sodalitium Christianae Vitae (SCV). ¿Por qué? Nunca lo explicitó. Pero luego de escucharla hablar en los intermedios de su hermana misionera; de su fe católica, apostólica y romana; de quedar impactado por la cantidad de artefactos religiosos que poblaban su despacho, en las paredes, en los archivadores-palanca, en los estantes, en las macetas; y así, la hipotética razón es que uno no debe meterse con los emisarios de la iglesia católica. Porque son buenos per se. Ergo, le arrojó un chaleco salvavidas a Eguren y lo sacó de la ecuación.

 

. Le creyó a pie juntillas a todos los denunciados (todas las mentiras del simpatiquísimo Jaime Baertl, por ejemplo; todas). Les aceptó todos sus testigos. Y les validó todos los “indicios” y “pruebas” alcanzadas. Las que presentamos nosotros, al revés, fueron choteadas con roche. Y de la casi treintena de testigos sugerida por nosotros, no llegó a la decena. Al restó, los vetó. “Por reiterativos”, dijo.  

 

. Alessandro Moroni solo fue citado una vez, cuando la fiscalía enfocó equivocadamente las pesquisas exclusivamente en los abusos sexuales. No obstante, Moroni reconoció tres casos –distintos a los publicados en Mitad monjes, mitad soldados- de sodálites en actividad que fueron sodomizados por Figari en 1983, 1985 y 1990. Su nueva comparecencia era fundamental, pues las contradicciones entre Figari y compañía saltaban a la luz. Verbigracia, según Moroni, “los rigores en la formación” (léanse, abusos) se suprimieron en el 2006, aproximadamente. Según Jaime Baertl, se realizaron hasta el año 1997. ¿Total? Y según el exsodálite Jesús Neyra, quien se habría retirado del Sodalicio relativamente hace poco, da a entender que mucho después de la fecha que da Moroni. Algo que también sostiene, por cierto, Martín López de Romaña, a quien sí le creo.  ¿Se les puede creer a los sodálites?

 

. Según Peralta, el ‘secuestro mental’ “no tiene respaldo jurídico”. Y eso no es así, como se lo explicaron despacio y bien bonito nuestros abogados. “La libertad se centra en el libre albedrío. La ley penal peruana no se restringe a la libertad física pues comprende la pérdida de la capacidad de autodeterminarse, capacidad que en este caso fue eliminada a través de un sistemático proceso de manipulación psicológica y emocional”.

 

. Testigos que no he conocido hasta ahora, que no hablaron para Mitad monjes, mitad soldados, señalaron que padecieron y presenciaron abusos físicos y psicológicos, apuntalando el patrón sistemático al interior de la organización con el propósito de anular voluntades, someter y formatear a sus integrantes, pero nada de ello importó para la fiscal Peralta.

 

. Me cuentan que como “prueba” de que no existían abusos, Ricardo Elías Puelles, el pintoresco abogado de Erwin Scheuch y ÓscarTokumura, del staff del Estudio de Claudio Cajina, presentó fotografías, tomadas entre 1982 y 1984, en las que aparezco tocando un bombo, me río, y estoy alegre. Y claro. No aparezco enmarrocado, ni con marcas de grilletes, ni ensangrentado. Ergo, ¿dónde están los abusos denunciados? Con Óscar Osterling hicieron lo propio. “Aparece sonriente”, se lee en el documento firmado por Peralta Ramírez. “Se le ve muy entusiasta”, consigna la resolución fiscal.   

 

. Las declaraciones de algunos de sus testigos fueron desopilantes, pero no para la fiscal Peralta, obvio. Estos pocos, que fueron apenas cuatro o cinco, y que aun mantienen vinculación con el Sodalicio, no vieron abusos. Ni de los físicos ni de los psicológicos. Qué va. Tampoco se dieron cuenta del culto a la personalidad de Figari que se rendía al interior de la asociación religiosa. (A Luis Fernando se le veía) “como un hijo ve a su padre, sin endiosarlo”, dijo uno de ellos.

 

. María del Pilar Peralta Ramírez también tachó a nuestros peritos de parte. El estrafalario argumento se lo regaló el también estrafalario jurisconsulto Elías Puelles, del Estudio Cajina. Es que emite pronunciamientos públicos sobre el Sodalicio, y no es objetivo, y ha sido crítico, o algo así, dijo . Y ya adivinarán algunos. La pericia no era sobre el Sodalicio, sino sobre personas. Yo, entre estas. Descartado el trabajo de nuestro peritos, nos quedamos con el del Instituto de Medicina Legal, conformado por psicólogos que bostezan, que atienden con la puerta abierta, sin ningún respeto ni empatía con el “paciente”. “A la fecha ninguno de los denunciantes ha sido declarado interdicto o con alguna deficiencia mental que impida tomar sus propias decisiones”, suscribió la fiscal. Y hasta “exitosos”, nos denominó. Aunque en su versión final, la fiscal me atribuye una interpretación psicológica que ni los peritos estatales ni de los de parte hicieron. Aduce que tengo “una alta tendencia a manipular a otras personas”. ¡Por dios! ¿Eso no fue un pelín excesivo? Ahora resulta que Peralta, además de fiscal también es psicóloga en sus ratos libres. ¿O quizás tiene el mismo poder de Figari de leer el alma de las personas con solo mirarlas fijamente a los ojos?

 

. La fiscal, por lo demás, se tragó completita la versión de que Figari renunció al cargo de superior general en el 2010 por una enfermedad cognitiva severa y por múltiples infartos cerebrales “que le impedían su desempeño”. En ningún caso consideró lo registrado en la investigación Mitad monjes, mitad soldados, que tomó cuatro años y medio de investigación. ¿Por qué? Porque no le dio la gana de leer el libro. Estaba muy ocupada con los casos de lavado de activos, me dijo. Bastaba que el libro lo haya leído un asistente, en su particular opinión. Descuido, le llaman a eso. O desinterés. O desidia. Negligencia, creo que es la palabra adecuada.

 

. “El ingreso al Sodalicio se realizó cuando eran mayores de edad”, dice. Y eso es una falsedad del tamaño de la catedral, como puede acreditar cualquier exsodálite. Y hasta un sodálite en actividad. Si es honesto, claro, y no está en la onda de las posverdades sodálites, en plan Jaime Baertl. Y que en la religión católica, por cierto, se llama “reserva mental”. Pero esa es otra historia.

 

. “Se ha evidenciado (…) con la visita efectuada por la suscrita a sus comunidades y templos que (el Sodalicio) se trata de una sociedad de vida apostólica de derecho pontificio, reconocida formalmente por la Iglesia Católica, de vida religiosa incompatible con un objetivo delictivo”, escribió la fiscal, quien pareciera no estar enterada de la cantidad de crímenes perpetrados en innumerables instituciones oficiales de la iglesia católica. Como los Legionarios de Cristo, solo para exhibir un botón de muestra.

 

. “La institución SCV (Sodalitium Christianae Vitae) no fue constituida con fines ilícitos pues es una institución religiosa reconocida incluso por el Vaticano, que persigue fines de apostolado, evangelización, obras sociales, entre otras”, subraya más abajo. Como si fuese incapaz de llegar a la conclusión de que, si Luis Fernando Figari, antes de fundar el Sodalicio, en 1971, ya era un psicópata y depredador sexual y un manipulador y un déspota insaciable (como aseveran otros testigos, que nunca citó, todo hay que decirlo), cuando lo crea, ¿no lo hace con fines criminales? ¡¿Cuáles?! Captar a menores de edad para someterlos a técnicas de control mental, destinadas a anular su capacidad de discernimiento y su libre albedrío. Y a través de abusos físicos y psicológicos dañar su psiquis para someterlos. Y llegados a ese punto, abusar sexualmente de algunos de ellos, si no quedó claro. Todo esto, usando al Sodalicio de fachada, de tapadera, mientras que en compartimentos estancos sus principales líderes hacían de las suyas.

 

. Es más. En un acápite hasta indica que esta “asociación ilícita”, denunciada por nosotros, “fácticamente ni siquiera puede ser posible, dado que los denunciados integraron momentos y etapas cronológicas distintas”, lo cual no descarta nada, sino, por el contrario, evidencia sistematicidad en el tiempo, y con renovación de personal, digamos. De verdad, hay que ser empecinadamente ciego para no querer ver lo evidente.

 

. “No existía una barrera física que les impidiese irse”, esgrime para apuntalar su tesis de que no hubo secuestro. Y es que todos se lo dijimos en veinte formas distintas. Las rejas nos las instalaron en nuestras cabezas. Los barrotes no eran de fierro. Porque el Sodalitium es –o lo fue durante mucho más de la mitad de su vida institucional- una organización de características sectarias. Así las cosas, te la hacían recomplicada para salir y te hacían desconfiar de tu propio juicio. Y no exagero. Era casi un imposible irse, muchas veces. Pero esto, entre tantas cosas más, nunca lo entendió ni lo comprendió la fiscal. Ni le dio la gana de hacerlo, si me apuran.

 

. Ya terminando, sostiene que los cinco denunciantes (José Enrique Escardó, Óscar Osterling, los hermanos Martín y Vicente López de Romaña y el arriba firmante) “únicamente” contamos con nuestras afirmaciones, nuestras palabras, nuestros testimonios, o sea. Y que ellos, nuestros testimonios, “no son medios de prueba”. Y que, encima, podríamos haber sido influenciados por “el prolongado transcurso de tiempo entre los supuestos hechos a la actualidad”, “la publicación del libro Mitad monjes, mitad soldados y la gran publicidad dada a los hechos allí narrados como ciertos” y “el ofrecimiento de resarcimiento económico ofrecido a los que se consideren víctimas de parte del Sodalitium Christianae Vitae; siendo la influencia de dichos factores advertidos por la suscrita en la mayoría de las declaraciones”. A-lu-ci-nen. La fiscal juzgando nuestras intenciones. Y no solo ello. Sino comentando sandeces, pues nuestras denuncias fueron hechas mucho antes de que el Sodalicio ofrezca reparaciones e indemnizaciones. Y no solo lo hicimos nosotros, que conste, sino otros a quienes jamás llamó. Como Martín Scheuch o Héctor Guillén.

 

. Finalmente, dilapida el informe de la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, al cual describe como “un documento privado sin respaldo probatorio alguno que justifique su opinión, basado en declaraciones de personas que expresaron haber pertenecido al SVC (Sodalicio de Vida Cristiana) mas no contrastado con la realidad”. Increíble lo que dice, porque dicha Comisión, en la cual el arriba firmante desconfiaba, fue independiente y prolija hasta la médula, y en cinco meses hizo un trabajo que la fiscal no pudo hacer en año y medio. Concluyó incluso que existieron delitos que atentaban contra la Constitución Política del Perú y dieron con víctimas que padecieron “esclavitud moderna” y “servidumbre”. 

 

¿Qué nos queda ahora? Pues estamos solicitando que anulen el mamarracho de la fiscal María del Pilar Peralta Ramírez. Para que se haga una investigación en serio. Y no en joda, como la que comentamos. Ello depende, por supuesto, del Fiscal de la Nación, Pablo Sánchez, y del Fiscal Superior Frank Almanza Altamirano, de la 6ª Fiscalía Superior. Aunque me van a perdonar que haga de aguafiestas, pero ya no creo más ni en Pablo Sánchez ni en la fiscalía. Después de esta mierda de resolución, cualquier cosa se puede esperar. Y cualquier cosa, puede ser la indiferencia más absoluta, brutal y enervante. Pues eso.