“Se trata de hechos en su mayoría ocurridos en un pasado distante”, escribe Alessandro Moroni, superior general del Sodalicio, en la introducción al informe elaborado por consultores externos contratados por él mismo. Se refiere explícitamente a los abusos sexuales perpetrados al interior de su organización. Según este reporte, habrían ocurrido entre 1975 y el 2002. Si creemos a pie juntillas en este dato, hablamos de un período de 27 años.

 

Y aquí es cuando se detecta la primera inexactitud. A ver. Les suelto un botón.Resulta que, la noche en que Moroni mostró el cuadro de los agresores sexuales, aparecían Luis Fernando Figari, el fundador; Germán Doig, el vicario (el número dos al mando, o sea); Virgilio Levaggi (par de Doig y de Jaime Baertl en los ochentas; este trío constituía “la” cúpula de entonces); y Jeffery Daniels (reconociendo, de paso, que la información consignada en Mitad monjes, mitad soldados no solo era cierta, sino que los señalados en la investigación periodística, efectivamente, eran depredadores sexuales, y que, encima, nos quedamos cortos en los casos de víctimas). Moroni nombra cuatro sodálites identificados con nombre y apellido. Y debajo de sus nombres se leía, en chiquito, “tres sodálites y un exsodálite”, cuyos nombres mantienen en secreto. Ocho, en total.

 

Y aquí viene el dato curioso. El periodista Moisés Ávila, de la agencia France Presse,   tiene una captura de pantalla de la web del Sodalicio, en la que hay un quinto depredador en la lista: Daniel Murguía. Pero por arte de magia, casi en simultáneo al anuncio de Moroni, de súbito “desapareció” del cuadrito. 

 

¿Por qué? Por una razón muy sencilla. Pese a que lo consignan en otra parte, a la hora de contar se olvidaron de que el último acto de abuso sexual de Murguía se perpetró en el 2007. Entonces, no hablamos de 27 años, sino de 32 años de depredación sexual en esta asociación católica. Aunque da lo mismo. Sean 27 o 32 años, estamos confirmando, una vez más, que la mayor parte de la vida institucional de esta sociedad religiosa protegida por el papa Francisco, y que acaba de cumplir 45 años de fundada, ha estado marcada por el engaño, la violencia, la perversión, la manipulación y el uso de la religión como pretexto para abusar sexualmente de algunos de sus jóvenes adeptos.

 

Y claro. Estamos hablando solamente de los que han sido ampayados, de los casos en los que las víctimas han hablado, pues hay más personas que cayeron en las garras de estos violadores de barbita apostólica, camisa celeste y pantalón azul. Más todavía. Puedo apostar, sin temor a equivocarme, que el número de víctimas es muchísimo mayor. Y el de victimarios, también.

 

Bueno.Y en materia de abusos psicológicos y físicos, la brutalidad habría regido hasta el 2010, año en el que Figari renunció al cargo supuestamente por “motivos de salud”, y cuando el déspota sesentón ya sabía que Rocío Figueroa tenía los testimonios de tres víctimas de Germán Doig, a quien, todo hay que decirlo, la cúpula de ese momento, en lugar de comunicarle la verdad a su comunidad al enterarse de esto, prefirió enmascarar la verdad y exclamó que el proceso de beatificación de Doig se cancelaba porque “san” Germán “no llegó a alcanzar las virtudes heroicas”.  Tal cual.

 

En síntesis, el Sodalicio ha vivido 40 años de abusos sistemáticos e institucionalizados, pues la violencia y la depravación y la farsa llegaron a formar parte del ADN sodálite, parafraseando a José Enrique Escardó.

 

Por eso es difícil creer en lo que dicen. Que han cambiado, es decir. Porque fíjense. Ante el ministerio público, sus líderes Alessandro Moroni, José Ambrozic (el vicario actual), Jaime Baertl (el pez más gordo de la pecera), Eduardo Regal (el delfín de Figari), Óscar Tokumura (el verdugo de las “casas de formación”) y Erwin Scheuch (quien fue vocero durante años), niegan los abusos. Los niegan y relativizan todo. Pero en los sodavideos dicen lo contrario. Total, con qué versión nos quedamos... ¿Aló?

 

Algo más. Si me preguntan, es hasta contraproducente que quienes han sido “formados”y moldeados por Figari y Doig en la cultura del abuso, sean los gestores del cambio. No tiene ninguna lógica. Es un contrasentido. ¿No hay más cuadros en el Sodalicio? Pregunto. Por lo demás, ya se lo había recomendado la Comisión de Ética: “Las personas que ejercieron algún cargo en la organización (…), durante los años en que se permitieron los abusos denunciados, deben ser impedidas de ejercer algún cargo representativo al interior de la organización”.

 

¿Porqué? Porque el virus que infectó Figari a sus formandos es como un chip. Un chip que se ha acuartelado en las cabezas de todos aquellos líderes que, sobretodo, han tenido puestos de mando (superiores y formadores, principalmente; y no pocos directores espirituales).

 

Todo sea dicho. Esa recomendación de la anterior Comisión es, valgan verdades, el mejor consejo que se le ha brindado al Sodalitium hasta la fecha. Pero a Moroni y a Baertl, “el intocable”, dicho informe les pareció sesgado. Porque no dijo lo que ellos querían escuchar. Que todo lo que pasó se debió a que eran inexpertos, a “ataques de ira” (como sugiere el actual informe) y a “pecados dejuventud”. Y que el abuso sexual no es consecuencia del sistema o de la“espiritualidad” sodálite que diseñó Figari, sino de individuos que actuaban por su cuenta y riesgo. Ergo, como actuaban solos, no tenían cómplices ni encubridores. 

 

Así las cosas, si optan por esta última explicación del fenómeno, la que no reconoce confabulaciones que se valen de la arquitectura que Figari y Doig construyeron con los años, con el objetivo subalterno de someter a los jóvenes y anularles su voluntad, pues intuyo que el Sodalicio quedará marcado, para siempre, por el estigma y la halitosis de su fundador, el pederasta LuisFernando Figari. Y “sodálite” será sinónimo, quiéranlo o no, de “pedófilo”, o “pederasta”, o “ten cuidado con ese”. Depende de ellos, de las nuevas generaciones sodálites, decidir su destino. Digo.

VERSIÓN AMPLIADA DE LA PUBLICADA EN LA REPÚBLICA (19/2/2017)