Se los dije en mi post anterior. No es que no aprendan. Es que son así. Detestan la libertad de expresión y el ejercicio de la prensa independiente. Ya saben. La represión está en su naturaleza. Y la intolerancia, también. Porque fujimorismo y mordaza son lo mismo. Porque fujimorismo y censura son sinónimos. Porque fujimorismo y libertad de prensa son incompatibles, como el agua y el aceite.

 

Y así como para algunos la mejor ley sobre la prensa es aquella que no existe, para el fujimorismo la mejor libertad de expresión es la que no existe. Miren, si no, lo que viene ocurriendo ad portas del 25ºaniversario del zarpazo del 5 de abril de 1992.

 

Las congresistas de Keiko Fujimori, Letona y Aramayo, le han hecho apenas unos cambios cosméticos a su proyecto de ley sobre control a los medios de comunicación, y han vuelto al ataque, despertando las peores evocaciones que marcaron la década de los noventas: cuando atacaban sistemáticamente, y a través de todas las formas posibles, a los medios independientes.

 

El nuevo proyecto de Letona y Aramayo retira la figura de la “veeduría ciudadana” y ya no incluye el inciso mediante el cual prohibía ejercer cargos periodísticos a quienes tuviesen una investigación abierta en el ministerio público. Pero lo demás sigue igual. Y con “lo demás” me refiero a la manera de intervenir en empresas privadas para decidir quién puede opinar o dar noticias y quién no.  Porque de eso se trata, a fin de cuentas, el proyecto de marras.

 

Para Bernardo Roca Rey, presidente del Consejo de la Prensa Peruana (CPP), la iniciativa de las legisladoras naranjas es “más de lo mismo”. “Estas congresistas repiten prácticas del gobierno venezolano. Tanto el primer como el segundo proyecto no tienen ni pies ni cabeza”, le dijo al periodista Diego Chirinos de El Comercio. “En espíritu no hubo modificaciones, pero sí en las normas. Lo han limpiado un poquito”, añadió Roca Rey en La República

 

Según Roberto Pereira, asesor jurídico del Instituto Prensa y Sociedad (IPYS), el proyecto fujimorista es una “versión dulcificada de la anterior. (Pero) la medida sigue estando dirigida a controlar contenidos”.

 

En opinión del presidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Roberto  Rock, “se mantiene vigente la potestad de que el Estado, de manera discrecional y por motivos políticos, pueda condenar a alguien que resulte incómodo”.

 

Por cierto, los únicos que no ven ningún peligro son los de la bancada de Fuerza Popular. Miguel Torres, nada menos que presidente de la Comisión de Constitución, considera que, después de los cambios, “la iniciativa no vulnera la libertad de expresión”. Mientras que para el constitucionalista Samuel Abad, con cambios y todo esta nueva versión “sigue siendo inconstitucional”.

 

Solo para que tengan una idea de cuánto le jode al fujimorismo la opinión crítica, esto fue lo que dijo Letona al tener que retroceder “medio paso”, como anotó Diego Chirinos en el decano: “Nos hubiera gustado (que el debate) se dé en el Congreso, donde debe darse la discusión, y no a través de editoriales. Si algún medio tiene algo que decir (sobre el nuevo proyecto), que nos remita sus opiniones y las ponderaremos”. Figúrense.

 

Lo peor es que lo dicen en serio. Porque les revienta el debate abierto, la expresión libre y sin cortapisas. Les molesta, en el fondo, confrontar sus ideas y proyectos autoritarios ante la opinión pública. Si por ellos fuera, deberíamos volver a los noventas, cuando todo se decidía a través del beeper, y en plan 'caleta'.

 

Pero bueno. Tampoco le pidamos peras al olmo. No obstante, en este punto espero que toda la prensa, independientemente de sus respectivas posiciones políticas o ideológicas, hagan fuerza común en su papel de enemigos del totalitarismo y del autoritarismo. Pues su rol, el que nunca entenderá el fujimorismo, es el de “criticar todo cuanto hay bajo el sol”, como escribió Joseph Pulitzer en Sobre el periodismo