Hoy toca Galarreta, porque así lo ha decidido el fujimorismo.

 

Luis Galarreta (Lima, 1971) será, señoras y señores, el próximo presidente del Congreso. Así como lo leen. Galarreta, un chaquetero profesional, para más señas (entró a la política como militante de Renovación, luego saltó al PPC y más tarde aterrizó campante en las filas de FuerzaPopular), será el nuevo rostro de la oposición naranja.

 

“A mí nadie me rompe la mano”, fue su eslogan en las elecciones del 2006, apelando a su notoria discapacidad, e ingresó al Parlamento. Y durante una entrevista con Rosa María Palacios, en el 2011, dijo que “la experiencia del régimen fujimorista fue una experiencia nefasta en materia de institucionalidad, de derechos humanos, de corrupción”. En el 2016, negó todo aquello. Es más. Luego añadió que Alberto Fujimori nunca violó los derechos humanos.

 

Su maleabilidad no es nueva, como podrán apreciar. Y en los últimos tiempos, su presencia ha sido bastante resonante. Y notoria. De hecho, ha sido uno de los voceros connotados del fujimorismo. Casi, casi el que más méritos ha hecho para caerle bien a Keiko y ganarse su confianza. Es el más adulón entre los adulones del keikismo, es decir. Pero para qué les voy a contar algo que ya saben.

 

Lo que no deja de sorprenderme es la reacción de algunos políticos que esperan un papel responsable y conciliador y mesurado, a la altura del cargo y no sé qué pastrulada he leído por ahí. Porque a ver. Si un mensaje quiere transmitir el fujimorismo con la elección de Galarreta es: “Si alguien entendió que la reunión entre Keiko y PPK fue para tender puentes, se equivocó de cabo a rabo. Pues ahí tienen a Galarreta, experto dinamitador de puentes”.

 

Figúrense. Confrontación. Reyertas. Altercados. Bochinche. Grescas. Bronca. Bulla. Rencilla. Tormenta. Zafarrancho de combate. Y ni un minuto de paz. Todo eso es lo que ofrece la designación de Galarreta como presidente del Congreso.

 

El obtruccionismo militante ahora sí tiene rostro, colmillos, espuma en la boca. Y hasta garras. Más todavía. Se apellida Galarreta. A ver si se enteran en el gobierno. Digo.